~Bienvenido a Mystic Hills~
Tenía que levantarme temprano para ir a la universidad. Sabiendo lo mucho que me encanta estar despierto en las mañanas, tenía bastante energía... Eso no me lo creí ni yo. Si dependiera de mí, seguiría hibernando.
Mis párpados pesaban demasiado, en ese momento parecían estar hechos de roca. Deseaba con toda mi alma seguir en mi cama; pero el irritante sonido de la alarma me recordaba que tenía responsabilidades y eso me hacía querer destruirla, pero si lo hacía me quedaría sin teléfono, y primero muerto antes que quedarme sin la herramienta que me ayudaba a no interactuar con la humanidad.
Sacando fuerzas desde lo más profundo de mi alma, me levanté y fui a darme una ducha fría, a ver si eso me recargaba las baterías. Después me cepillé los dientes para seguir aparentando que tenía una sonrisa Colgate. Luego, procedí con el enjuague bucal, para no tener el olor de un cadáver en descomposición en mi boca.
Ya se estaba haciendo tarde y no podía permitirme perder más tiempo, ya que mi universidad quedaba casi que en el fin del mundo. Así que, para ahorrar tiempo, me hice unos sandwiches con queso y salí corriendo a tomar el autobús, para más adelante tener que soportar varías horas viéndole las caras a un montón de idiotas con diez porciento de neuronas en un salón que, cabe destacar, ¡no tenía aire acondicionado! Porque el presupuesto de los incompetentes de la institución no les alcanzaba para instalarlos en los salones; pero para sus oficinas sí.
En el momento en el que entré al autobús, juro que quise gritarle al conductor que me dejara en el puerto y así poder montarme en un barco cuyo rumbo fuera el triángulo de las bermudas. Mejor eso a tener que verle la cara al viejo asqueroso del profesor de matemáticas. ¡Por los anillos de Saturno! Le tenía mucho repudio a ese viejo asqueroso.
Volviendo al tema. Dirigí mi atención a las ventanas del autobús, y cuando la civilización fue reemplazada por un montón de árboles, supe que ya había llegado a Jumanji.
No había iniciado ni la primera clase y ya quería irme. Traté de encontrar el lado positivo; pero recordé que era un lunes en la mañana, mi capacidad de tolerancia hacia las personas estaba en cero. Mis ganas de morir superaban a las de vivir, y como la cereza del pastel, todo el día vería solo matemáticas.
«¿Dónde hay un cuchillo cuando lo necesitas?», me dije.
Inhalé profundo, apreté con fuerza mis inexistentes nalgas y procedí a entrar al templo de la desgracia... Perdón, templo de enseñanza.
***
Las cinco horas más eternas de mi vida, escuchando al viejo asqueroso hablar sobre... Ni siquiera recuerdo qué fue lo que quiso enseñar, ya que me perdí en mi mente al punto de que entré en otro plano astral. Era eso o escuchar su irritante voz de robot.
Juro que a veces quería estampar su cara contra el escritorio hasta desfigurarla. Pero luego recordé que desfigurada ya la tenía.
Cuando salí de la institución, los rayos del sol me recibieron para amargarme más la existencia. De las tantas cosas que odio, el sol tiene un espacio VIP. Su sola existencia me enferma, por eso desde que tengo memoria he hecho lo posible para evitar su asquerosa luz, al punto de que la sociedad ya debería clasificarme como vampiro.
Y como si no fuera suficiente, perdí mi pasaje para el autobús, así que me tendría que ir caminando desde Jumanji, hasta mi casa. Con el desagradable brillo del sol intentando darle a mi piel la coloración de la de una persona viva.
«Matenme».
Comencé a prepararme física, mental, y espiritualmente para lo que estaba a punto de hacer... Caminar.
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Nathan: Aquelarre De Los Condenados © [Parte 1]
Fantasy¿Qué harías si al salir de la universidad te pierdes en el bosque y encuentras a un grupo de hombres quemando viva a una mujer? ¿Qué harías si una chica misteriosa te revela que no eres humano? ¿Qué harías si descubrieras que todas esas cosas que co...