Capítulo 2

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~El Durmiente~

A partir de este punto, las cosas se volvieron mucho más locas.

Después de que la pelinegra me hiciera orinarme los calzones, procedí a caminar entre todo el caos como que si yo fuera inmortal.

Cuando llegué a ella, me examinó de pies a cabeza, tratando de comprobar algo. El lado positivo es que ya puedo decir que fui manoseado. Después de ser profanado por una desconocida, ella me reveló:

—Tú eres a quién estaba buscando, no ella.

«What the fuck?». De la impresión, hasta lo gringo se me salió.

—Disculpa, ¿qué carajo estás diciendo? —Mi sistema era insuficiente para procesar la información.

Aunque, era más que obvio si solo tenía diez porciento de neuronas que funcionaban durante quince días hábiles. Era un milagro que no se me olvidara respirar.

—No tengo tiempo para esto, solo dame la mano y repite lo que yo diga —ordenó la pelinegra.

La miré con una cara de "¿todo bien en casa?".

—Querida, me encanta que me dominen, pero primero invítame un café. No soy tan fácil.

Al parecer, el dejar en claro mi dignidad le colmó la paciencia. Juro que pude verle una vena palpitante en su frente.

—¡Solo obedece si no quieres morir!

Con ese grito casi me rompe los tímpanos, así que decidí no seguir llevándole la contraria e hice lo que me pidió.

Entrelazamos nuestras manos, y al instante sentí una extraña corriente recorrerme las manos hasta extenderse por todo mi cuerpo.

Automáticamente la miré sorprendido y ella solo me contestó:

—Luego te explico, ahora la prioridad es salir de aquí, mis criaturas no los distraerán por mucho tiempo —Tomó una bocanada de aire, cerró los ojos por un segundo y al abrirlos, estos otra vez se iluminaron completamente con ese resplandor verde. Verlos así de cerca los hacía ver aún más aterradores. Fijó su mirada en mí y dijo—: Repite después de mí. —Asentí con la cabeza.

Las palabras a recitar fueron:

Hécate.

Mater et veneficas manna.

Sub lunae lumine, ut oro ut vires tuas, ut mutare spatium et nos in domum suam.

Quaeso, mi domina.

Nisi sordida ab Usurpers.

Por más increíble que parezca, logré pronunciar con perfecta fluidez esas palabras, como si de toda la vida supiera hablar ese idioma. Aunque no tenía idea de qué fue lo que dije, esas palabras tuvieron poder, ya que al terminar de decirlas, un domo de energía nos envolvió a los tres, y en unos segundos nos transportamos a otro lugar.

Sin poder procesar, y sin ninguna explicación. La pelinegra se llevó a la otra mujer a quién sabe dónde, dejándome solo con una cara de estúpido al no poder comprender absolutamente nada de lo que acababa de pasar.

«Si me drogaron sin mi consentimiento, entonces me dieron una gran dosis», me dije sin aún poder creer lo que sucedía.

***

La pelinegra había dejado a la otra chica en una habitación para que pudiera descansar y recuperar sus fuerzas. Mientras tanto, ella me llevó al balcón del edificio en el que nos encontrabamos para así poder hablar sobre toda esta locura.

Nathan: Aquelarre De Los Condenados © [Parte 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora