7.

253 26 12
                                    

El reloj marca las siete de la mañana cuando Andrea llama a mi teléfono. Contesto sin despegar la vista de la pantalla, llevo prácticamente toda la noche en vela trabajando, apenas y he cerrado los ojos como por tres minutos, el café y un Villamil completamente dormido han sido mi compañía las últimas horas.

—Tengo a la persona que filtró todo—dice Andrea.

—No jodas—respondo medio impresionada—, ¿cómo...?

—Tengo muchos contactos y muchos favores que cobrar. Yo nunca voy un paso adelante, voy cinco—responde y sonrío divertida. Por supuesto que lo sé.

—Andrea, recuerdame hacer que Isaza te bese el trasero por la eternidad—digo y ella suelta una leve risita.

—Aún no podemos cantar victoria—dice suspirando—. Pude acceder a las cámaras del hotel en Buenos Aires, hubo reconocimiento facial de la chica, tengo su dirección y todos los datos, creí que mi contacto podría eliminar el contenido de redes sociales y la verdad es que puede, pero de nada nos sirve si no lo borramos antes de donde salió.

—De donde lo tenga guardado la chica.

—Correcto—dice—. Existe una manera de eliminarlo por completo.

—Excelente.

—Pero no es tan legal que digamos.

—Mierda—me tallo los ojos sin importar que quizá el rimel se corra y parezca un mapache—, ¿qué tantas normas violaríamos?

—Eso depende—dijo Andrea—. Tenemos que hablar primero con Isaza y preguntarle si quiere demandar a la chica, si la respuesta es afirmativa, no será tan ilegal.

—¿Puedes venir al hotel hoy?

—En media hora estoy ahí—dice Andrea y luego de una muy breve despedida cuelgo el teléfono.

Me levanto de mi asiento y me encamino hacia Villamil, que sigue desparramado en el sofá, por alguna razón me detengo y observo su rostro. Está pacífico, su pecho sube y baja con armonía, en sus párpados noto las pobladas y largas pestañas que los recubren, además, en el puente de su nariz estilizada hay algunas cuantas pecas diminutas regadas. Estoy prestando especial atención a su rostro y es algo sumamente raro. Empieza a removerse en su lugar y sus ojos somnolientos se abren despacio. Me regala una sonrisa ladina y cansada en cuanto me ve.

—Buenos días, bello durmiente—le digo tratando de restarle importancia a lo lindo que me parece.

—Buenas, ¿qué hora es?—pregunta bostezando.

—Las 7:15—le respondo—. Será mejor que te levantes porque en menos de media hora Andrea viene para acá y habrá reunión.

Villa medio gruñe pero al final asiente con la cabeza. Se estira como gato en el sofá, haciendo que la playera que porta se suba un poco y pueda ver la línea en v de su torso. Meneo la cabeza suavemente y me dispongo a llamar a Pedro y avisarles a los demás de la reunión.

Mientras tanto, Juan Pablo aprovecha y se da una ducha rápida, cosa que le envidio porque ni eso me da tiempo cuando el mensaje de Andrea diciendo que está en una sala que reservó en el hotel, apenas y alcancé a lavarme los dientes y hacerme un moño desordenado en el cabello.

—Vamos—le digo a Villa y él me sigue obediente.

—¿Cuánto tiempo durmió, Lucy?—me pregunta luego de que prácticamente me recargue en el ascensor como un muerto mientras esperamos que nos lleve al piso adecuado.

—Lo suficiente—le respondo bromeando.

—¿Cuánto?—insiste.

—Como diez minutos—respondo encogiendome de hombros y restando importancia, pero él frunce el ceño.

Mejores amigos | j.p. villamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora