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Lentamente me incorporo sin apartar la vida de ti. Tu mano, suave como el aire, aún reposa sobre mi mejilla y no quiero que la quites de ahí. Me percato entonces de que estás llorando, pero de alegría, y me siento dichoso entonces, pues ninguno concibe la vida sin el otro.
Mis ojos también se anegan en lágrimas...y nos abrazamos con fuerza, pasión y amor, ya que ninguno quiere dejar escapar al otro.

Después de un largo y cálido abrazo nos separamos, rodeas mi cuello con tus manos y yo tomo tus mejillas con mis manos para entonces lentamente acercarnos poco a poco mientras cerramos lentamente los ojos.
Suave y de forma sosegada tus labios se encuentran con los míos, y ambos nos transportamos a otro plano, físicamente estamos en el mismo sitio, pero en verdad nos sentíamos muy lejos de allí, en otro espacio. Besándonos con dulzura y cariño, amor en estado puro.

Oda a mi musaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora