Lo mejor de tí

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Dama con unicornio

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Dama con unicornio.
Autor: Rafael Sanzio

★★★

Era tan hermosa que mirarla dolía.
Su cabello rubio brillando bajo el sol, su piel de nácar tan suave como la seda, sus ojos azules como el océano, su porte grácil y etéreo, lo delgado de su talle, lo ancho de sus caderas y sus generosos pechos.

Toda ella parecía esculpida por Miguel Ángel, un belleza más allá de lo terrenal, que trascendería el mundo de los hombres, que sería eterna, plasmada para siempre en aquel lienzo en el que depositaba un trazo tras otro.

Aquel cuadro debía ser un encargo más, uno más entre los cientos que ya había realizado. Retratar a la hermosa dama que pronto sería la esposa del Duque de aquellas tierras. Pero no lo era, no estaba ni cerca de ser un trabajo como cualquier otro, porque aquella mujer era la reina de los ladrones, quien sin saberlo se lo había arrebatado todo. Esa mujer había arrancado al duque de su cama y de sus brazos, le había seducido con su innegable belleza infantil y sus curvas femeninas, con ese cuerpo dotado de partes que él no tenía ni deseaba tener, pero que el duque anhelaba. Ella tenía un vientre joven y fértil, uno que podía albergar vida y concederle a su futuro esposo su deseo de tener un heredero. Ella consolidaría su reputación, lo convertiría en lo que de él se esperaba, un hombre de provecho, un padre de familia, ella le daría todo lo que él no podía darle.

Un humilde pintor jamás podría compararse a una bella dama nacida y criada en la corte, de modales impecables y recatada sonrisa. Él no era nada a su lado, y el desprecio del duque estaba justificado. Más no pensaba quedarse de brazos cruzados.

Sonrió con macabro regodeo al verla llevar la copa de vino que le había ofrecido hasta sus sonrosados labios.

Bebed, dama hermosa, —Pensaba para sus adentros— bebed y disfrutad, pues aunque el vino camufla el amargor del arsénico, este ya está en vuestro sistema. Jamás yacereis entre los brazos del duque, vuestra vida acaba aquí, en este día y antes de que el sol se ponga. Mas no os lamenteis, bella mujer, pues lo mejor de vos no está perdido, está aquí, en mi lienzo, plasmado con agua y pigmento. Vuestra piel se resecará, vuestro cuerpo se marchitará y vuestro corazón dejará de latir, más vuestra hermosura, lo único que vos tenéis para ofrecer al mundo, esa será eterna.

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