Hearst (Undertale/Underworld AU)

Capítulo 1: El primer humano

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En la oscuridad de la cocina, Chara y Flowey seguían sin moverse, quitando los espasmos de la flor por esa figura que gruñía cada dos por tres, iracunda por bufido seguido de bufido. Con cuchillo en mano, dio pequeños pasos entre la mesa y el sofá, afilando la mirada entre el pánico de un niño de diez años atrapado en el infierno mas frio que pudiera imaginar. 

Un estruendo los hizo saltar. El metal golpeando contra las maderas parecían romperlas en cualquier momento, y en el arco de la puerta, ambos pudieron ver bien gracias a la bola de fuego colgante del techo. Eso era magia, creada, por el ser que estaba bajo esta. No era Toriel. 

Sus ropajes eran iguales, pero estaban llenos de sangre seca, y sus inclinaciones eran mas masculinas. Su pelaje blanco y enmarañado, chocaba con su barba y cabellos rubios, tan sucios y mal cuidados, bajo unos cuernos que salían de su cabeza, largos como torcidos, sumando una corono rota sobre esta. Era un monstruo idéntico a Toriel, incluso visto de lado, pues miraba la puerta por donde la hembra había ingresado. Llevaba un tridente, o eso parecía, color rojo metálico, con las mismas manchas de sangre seca. Sobre el manto, traía hombreras doradas, de las cuales escurría un liquido negro parecido al petróleo. 

Golpeo la puerta fuertemente, parecía que la iba a destrozar con sus garras. Tenia ojos rojos y afilados, llenos de ira que aumentaba con cada golpe. 

—¡Abre, mujer!—Resoplo entre gruñidos fuertes. Como si su voz fuera doble— Este lugar sigue siendo un desastre y... sin luz. —Chasqueo sus filosos dedos, el fuego se manifestó en varias antorchas y lamparas. El lugar era peor con la iluminación apropiada, maderas rotas, paredes agrietadas, y pareciera que el calor intensificaba el hedor nauseabundo. 

Flowey ahogo un grito escondiéndose detrás de la cabeza de chara, pero el humano vislumbro bien el tamaño, forma, y rostro completo del gigantesco monstruo, con una mandíbula dentellada y filosa. Fue interrumpido por Toriel, quien abrió la puerta con ímpetu parándose frente a el. 

—N-no es mi... culpa. Tengo mu-mucho que ver, soy la gua-gua-gua 

—La guardiana de las Ruinas. Si, lo se, mujer. —Dijo secamente— Repetir lo que eres no te hace especial. 

—Y-yo... yo no 

—Ahórratelo. —Pese a sus calmadas palabras, el tono era tan grave e iracundo, que no se complementaba en ningún sentido— ¿Haz encontrado algo?