08 | hora de un cambio

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Tommy no reparó en gastos para el cumpleaños de Tessa, invitando, al parecer, a la mayoría de la pooblación de clase alta.

Mientras Hetty y Michcael se dirigían hacia abajo desde su habitación, después de poner a su hijo a dormir y asegurarse de que estuviera a salvo, Hetty se sorprendió al ver tanta gente rodeando la casa.

Le susurró a Michael—: Ya me siento claustrofóbica.

—No te preocupes, si quieres irte, avísame —respondió Michael—. Nos escabulliremos. Nadie nos echará de menos.

—Odio las fiestas —dijo Hetty, viendo a Isaiah y Finn. Sin embargo, antes de que pudiera acercarse a ellos, Michael la había llevado a la habitación contigua.

—Hetty —dijo Michael, deteniéndose y volviéndose hacia su esposa—. Me ofrecieron... volver a la compañía.

—Michael, pensé que ibamos a dejar la compañía atrás —dijo Hetty.

—Es un trabajo en transporte —explicó Michael—. Opio.

—¿Opio? —repitió Hetty, incrédula—. Michael, ¿estás loco?

—Tommy tiene contac...

—Tommy —dijo Hetty con un suspiro.

—Tommy tiene contacto con proveedores chinos con plantaciones en Afganistán —continuó Michael—. Máxima pureza. Recibiremos las entregas y las enviaremos a toda Europa.

—¿Hablas de heroína? —preguntó Hetty.

—Sí.

—¿Y cuánto ganarás?

—Según un cálculo conservador, tres embarques por año de Shanghai de siete toneladas cada uno, representan aproximadamente un millón de libras —dijo Michael—. Al año. La compañía hará tres. Podríamos ir a cualquier parte del mundo cuando queramos. En nuestro propio avión.

—Pero siempre tendríamos que volver, ¿no? —preguntó Hetty.

—Sí —respondió Michael—. Por un millón de libras al año, lo haremos.

—¿Qué pasa si te atrapan?

—Tommy tiene amigos.

—¿Los amigos de Tommy? —preguntó Hetty con incredulidad—. No olvidemos, Michael, que los amigos de Tommy son la razón por la que estuviste a punto de morir hace unos años. ¿O ya olvidaste que Tommy los envió a todos a la horca y a penas los sacó a tiempo?

—Si detienen un cargamento, colgarán a los chinos —dijo Michael, colocando sus manos en su mejilla—. No te preocupes, Hetty. Piénsalo. Cuando nos mudemos a nuestra casa, nuestra sala de invitados será el doble de tamaño que esta.

—No me importan las casas lujosas —dijo Hetty, volviéndose y alejándose de Michael.

Michael la siguió—. Según las revistas, en la década del treinta solo habrá rayas y simplicidad —se detuvieron frente a un cuadro de Tommy, de pie junto a su casa—. El art deco murió. Podremos recibir duques y duquesas.

Hetty lo miró—. Y el cuadro de la pared será tuyo. Si Thomas Shelby no está, Michael Gray contratará el ballet.

—¿Y dónde estará Tommy? —preguntó Michael.

—Donde más desea estar —repsondió Hetty, viendo a un hombre entrar y haciendo un gesto hacia él con su cabeza.

—Ah —dijo Michael—. Un lord.

—Por cierto, ¿dónde está Tommy? —preguntó Hetty, mirando a su alrededor.

—¿Cómo se supone que voy a saberlo? —preguntó Michael, tomando dos copas de champán de un camamero que pasaba y tendiéndole una a Hetty—. Por nosotros y el futuro que podamos tener juntos.

—Por nosotros —dijo Hetty en voz baja, cansada de hacerse la tonta—. Y por ti, Michael, porque puedas tener lo que tan desesperadamente deseas. Un luga en esta compañía para que puedas destrozarla desde dentro.

—¿De qué diablos estás hablando? —preguntó Michael, mientras Hetty dejaba su vaso y caminaba hacia los jardines, saliendo al aire libre y lejos de la gente. Michael la alcanzó y agarró su brazo—. Hetty, ¿de qué estás hablando?

—¿Crees que no lo sé? —preguntó Hetty—. ¿Crees que no sé que te escapas por la noche para hacer negocios con los estadounidenses? ¿Crees que no sé que estás planeando algo? ¿Que tienes algo arreglado con los estadounidenses y que esta oferta en la compañía es una oportunidad para que la destroces desde adentro? No soy estúpida, Michael y el hecho de que no confíes en mí duele más que ser apuñalada por italianos.

—Hetty, baja la voz —espetó Michael—. No te cuento nada porque no quiero que te involucres.

—No insultes mi inteligencia, Michael —dijo Hetty—. Hay mejores formas de hacerlo que esperar hasta que me duerma para irte. Y, sinceramente, ya no me importa Thomas Shelby o este negocio, al menos no desde que murió mi padre. No podría importarme menos. No me importa el dinero o las casas grandes o los duques y duquesas. Me preocupo por ti y por nuestros hijos. Entonces, Michael Gray, debes tomar una decisión. Perseguir este negocio, los millones de libras que ganarás cada año, o perseguir a tu familia, porque estoy cansada de ser marginada por el papeleo y los acuerdos comerciales.

—Hetty, yo...

—Necesito otro trago —dijo Hetty, intentando empujar a Michael.

Él la agarró del brazo y le dio la vuelta para mirarla—. Hetty, lamento que te sientas así. No era mi intención.

—¿Qué está pasando, Michael? —preguntó Hetty.

Michael suspiró—. Gina tiene un plan. Uno que implica apartar a Tommy y ponerme a mí a cargo. Piensa en ello, Hetty. Los negocios con los estadounidenses nos darían miles de libras.

—Michael, no me importa el dinero —dijo Hetty—. No me importa Gina. ¿Sabes cómo se siente saber que pasas tanto tiempo con esa mujer?

—Así es como me siento cuando estás con Bonnie e Isaiah —respondió Michael—. ¿Cómo sé que tú y Bonnie no tuvieron algo cuando yo estaba en Estados Unidos?

—Sabes que nunca te haría eso. Y no vuelvas a hablar mal de Bonnie. Al menos los conoces y sabes que ellos no harían nada para lastimarte.

—Lo sé —dijo Michael—. Lo siento. Sé que lo dije, pero no fue en serio.

—No me gusta estar fuera del circuito, Michael —dijo Hetty en voz baja—. Lo odio.

—Lo siento —dijo Michael—. Solo quiero protegerte. Eso es todo lo que quiero.

—Entonces no hagas esto, Michael —susurró Hetty, colocando sus manos en sus mejillas—. No pongas en peligro a nuestra familia por más dinero.

—No es solo eso, Hetty —dijo Michael—. Es todo lo demás. Este negocio está desactualizado. Es hora de un cambio.

THE LAST OF THE REAL ONES | Michael Gray ²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora