Capitulo 33 de la segunda temporada

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El canto de los pájaros nos despierta al amanecer, ni siquiera son más de las diez y los niños duermen. Justin prende el televisor mientras yo pretendo hacerme la dormida para seguir sus movimientos. Aún no creo necesario hacer notar mi presencia porque no tengo siquiera ganas de hablar. Mi esposo bosteza un par de veces y me cubre con la manta de la cama, rodea mi cuerpo y observa al televisor. 


—Biebs —lo llamo adormilada. 


Su rostro baja al instante pare esconderse en el hueco de mi cuello y planta un beso allí.


—Buen día —dice con voz ronca.


Sonrío aún con los ojos cerrados y busco su cabello para tomarlo entre mis manos y brindarle un suave cariño. Vuelve a besarme en el cuello y luego planta un beso sobre mis labios.


—¿Dormiste bien?

—Muy bien, ¿y tú?

—Muy bien.


Decidimos desayunar a las orillas de la costa argentina mientras respiramos la fresca brisa del mar y hablamos sobre diversos temas con sentido. Dos cafés con leche, unas galletas de los niños, tostadas y mermeladas. Justin ha buscado un lugar para colocar la sombrilla y así estar al resguardo de la sombra mientras disfrutamos del desayuno en pareja.


—Entonces, ¿qué haremos hoy exactamente?

—Bueno, había estado pensando que luego de que los niños terminen de almorzar, temprano, podemos irnos a comer juntos por donde tú quieras.

—¿Al muelle? —Me pregunta alzando una ceja. Asiento levemente.

—Como tú quieras y por allí hay lugares para comprar.


Le sonrío abiertamente causando una risa divertida de parte de mi esposo.


—Ya te dije que no me importa comprarte ropa, ______. No tienes que hacer ojitos.

—Cállate.


Una de mis tostadas se estampa en su nariz. Mermelada de frutilla pegada al costado de su mejilla y un ceño fruncido me da la pauta para saber que estoy en problemas. Me río divertida de él y comienzo a moverme porque sé que en cualquier momento quizá tenga que salir corriendo para escaparme. Se abalanza sobre mí y yo salgo corriendo tirando lo poco que resta de mi café sobre la arena fría de la mañana. Mis pies se entierran en la arena haciéndome más dificultosa mi huida, Justin se ríe de mí, pero tampoco puede perseguirme con todo su potencial porque sus pies igual se entierran. Corro hasta la orilla del mar y luego escapo de él por allí porque es más fácil de correr, hasta que las olas chocan contra mis tobillos haciendo que pegue un grito ahogado por lo frío del agua. Justin aprovecha cuando alzo mis pies en el aire para abalanzarse sobre mí y caemos los dos a la arena mojada recientemente. Otra ola nos asalta en el suelo, yo me trago el agua junto con la arena y comienzo a toser. Justin se ríe.


—¿Estás bien?

—Bien ahogada, pedazo de estúpido.


Se ríe divertido y rueda en la arena para alejarse del mar que vuelve a asaltarme con el agua salada y helada. 

La Bella Y La BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora