El infarto de la noche (Prólogo)

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La presencia de la noche se hacía cada vez más evidente. La sombras se desvanecían poco a poco. El viento soplaba con dureza haciendo que las ramas de los árboles del bosque quisieran desprenderse de los mismos. El bosque estaba completamente oscuro salvo por la tenue luz de la luna que asomaba desde arriba. Los sonidos de la espesura eran de insectos y animales nocturnos que rondaban por ahí.

Una tormenta se aproximaba, al igual que mi segura muerte. El sonido de los rayos retumbaban en mis oídos, su luz blanquecina acaparaba mi atención. Me encontraba somnolienta, conocía que mi situación actual era real, sin embargo parecía que estuviera dentro de una pesadilla.

Mi corazón se agitaba mientras corría a toda velocidad entre los frondosos árboles, ya no podía correr más, estaba cansada, en algún momento mi cuerpo caería sin respuesta alguna al lodoso suelo. La maleza del bosque me hacía tropezar una y otra vez.

De repente, la tristeza invadió mi corazón, y cientos de lágrimas recorrían mis mejillas, estaba pérdida. El miedo se fundió con la confusión, sentía una extraña mezcla de sentimientos que nunca había conocido.

La suciedad y la sangre se encontraban impregnadas en mi ropa desgarrada y en mi cuerpo cubierto de moretones y raspaduras.

Los pasos se escuchaban cada más fuertes, menos distantes, más cercanos. Mi corazón se estaba saliendo de mi pecho. Mi respiración se agitaba, necesitaba aire. Me urgía encontrar un lugar donde esconderme, y a mi buena suerte a mi izquierda habían unos enormes arbustos. Me zambullí entre las ramas y las hojas, lo cual me provocó una serie de dolores, sin embargo no me percaté de eso. Sospeche que estaba rodeada por varios insectos, incluyendo a las temibles arañas que tejen redes para atrapar y comerse vivas a sus presas; yo me sentía como una presa en aquel momento.

Los pasos se hacían más lentos, escalofriantes y resonantes. Mis rezos acompañados de lágrimas pedían a Dios mi salvación, que no me encontraran, que no me mataran.

El silencio invadió al bosque, ya no se escuchaban a las hojas secas tronar bajo las pisadas aterradoras; mi respiración se torno lenta pero agitada. En mi estómago sentía chispas de fuego.

Súbitamente se escuchó la ruptura de una rama por delante de mi escondite.

Me han atrapado.


El monte en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora