No es el final.

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Daemon sostuvo el brazo de Rhaenyra durante lo que pudo ser una eternidad para ella, que se encontraba al borde del llanto.

—Ese niño es mío —susurró él, a pesar de estar solos.

—No eres capaz de querer a nadie, ¿por qué le diría a mi hijo que tú eres su padre?

Una presión gigantesca invadió el pecho de Daemon. ¿Felicidad, miedo o ira? Posiblemente todo.

Soltó su brazo, dirigiéndose a zancadas hacia la puerta, cerrando con furia, haciendo que Rhaenyra se sobresaltase, miró su rostro, Daemon estaba rojo de ira y una vena sobresalía de su frente. Cuando estuvo frente a ella, tomó su rostro con una mano y la besó con furia, como si quisiera arrancarle los labios, en lugar de ello, soltó su cabello y le arrancó el vestido.

Ella lo dejó hacerlo, sedienta de deseo, poder estar con él.

—Dime, Rhaenyra, ¿él te toca como yo?

Su respiración era agitada e irregular, llena de deseo, podía sentir como se humedecía ante la presencia de Daemon, con solo un beso, con sus caricias carentes de delicadeza.

—Rhaenyra —gimió.

—No —admitió—. No lo hace.

—¿Él te ha hecho gemir como yo lo hice?

—No...

—¿Acaso él...?

—No —lo interrumpió—. Él jamás se atrevió a tocarme.

Una sonrisa de satisfacción se dibujó en los labios de Daemon al escuchar que aquel hombre, su esposo, no había tenido el valor para haber consumado su matrimonio.

—¿Te has divertido con tus sirvientes?

—No, imbécil.

Ambos discutían, uno tan cerca del otro, que sus labios se rozaban y podían sentir el aliento irregular, el deseo y la necesidad que tenían de unirse de nuevo. Daemon se detuvo y miró sus ojos, inspeccionó su rostro. Rhaenyra tenía los ojos al borde del llanto a causa de la rabia, estaba burlándose de ella.

—¿Nadie? —preguntó él, con ojos muy abiertos.

Rhaenyra se llevó una mano al pecho, tratando de cubrirse al sentir debilidad estando frente a él.

Negó con la cabeza.

Volvió a besarla con furia, con la participación activa de ambos, la llevó a la cama, alzó su vestido, bajó sus pantalones y entró en ella. Rhaenyra soltó un primer gemido ante la inesperada embestida de Daemon. Él hizo lo mismo. Consideraba que estar dentro de Rhaenyra era lo más placentero que podía experimentar en su vida. Salió de ella solo para volver a embestirla con más fuerza, se estaba moviendo, él no sabía cuánto tiempo podría soportarlo antes de terminar de nuevo en ella.

Hasta que Rhaenyra lo empujó, tiró de su cabello y lo obligó a cambiar posiciones, se sentó en su regazo, volvió a penetrarla, consiguió el ritmó adecuado, haciendo que Daemon gimiera y se retorciera de placer debajo de ella, tomándole las caderas haciendo un ritmo adecuado entre ellos. Podía sentir su miembro llenando su interior, rozando su pelvis, sintiendo su calor.

Después de tantos años, Rhaenyra no pudo soportarlo más, logrando un orgasmo que la hizo perderse, y al fondo, escuchó a Daemon gimiendo su nombre y pidiendo por más de ella, hasta que terminó por derramarse dentro una vez más. Rhaenyra dejó caer su cuerpo sobre el de Daemon, ambos con respiraciones agitadas y sentimientos a flor de piel, furiosos con el otro.

—¿Tendrías otro hijo mío?

—No —respondió, recuperando el ritmo de su respiración.

—Existe una manera de evitarlo.

—Lo sé —dijo Rhaenyra—. Quise a Aegon conmigo.

Daemon calló.

—Puedes visitarlo cuando quieras.

—¿No le dirás que soy su padre? —preguntó, después de un largo silencio.

—Es muy pequeño, apenas puede hablar.

—Promete que lo harás.

—Deja que el tiempo lo decida.



***

Laenor Velaryon dejaría el mundo de los vivos en circunstancias sospechosas un par de años después, Rhaenyra Targaryen regresaría a Dragonstone, ella y su hijo a la espalda de Syrax, Daemon se encontraba de pie frente al dragón, observando cómo bajaba el niño sin soltar la mano de su madre, un Aegon que acababa de cimplir seis años, miró cautelosamente al hombre que los inspeccionaba y decidió esconderse detrás del vestido de su madre.

—Aegon —dijo Daemon.

El pequeño alzó la cabeza para mirar a su madre, ella tenía una sonrisa dulce en los labios, y le dijo:

—Anda —dándole al niño un empujoncito hacia Daemon.

Negó con la cabeza.

—¿Quién es? —preguntó Aegon.

—Tu padre —respondió Rhaenyra.

El pequeño miró a Daemon con curiosidad.

—No —susurró el niño.

—Aegon —llamó Daemon.

Alzó una mano para mostrarle el regalo que tenía: un huevo de dragón. Uno que él mismo había buscado en los confines del mundo.

El niño vió a su madre, pidiendo autorización implícitamente, pero ella estaba mirando el huevo de dragón con los ojos cristalinos. La curiosidad lo dominó y fue hasta Daemon para inspeccionar el objeto.

—Es tuyo —dijo, entregándoselo—. Para mi hijo.

Aegon sonrió, aun no podía comprender la importancia y responsabilidad de tener uno entre sus manos, pero algo sí entendió Daemon aquella tarde: daría la vida por Rhaenyra y su hijo a quienes después de muchos años, tenía por fin la oportunidad de quedarse con ellos y protegerlos.

Rhaenyra sonrió, porque Aegon tenía cualidades de ambos que lo prepararían para ser el futuro rey, y si no era el prometido, sería al menos alguien amado por su pueblo.








Nota: 

Gracias por leer.

Nos vemos en la segunda parte, está en mi perfil.

xoxo, Michelle.

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HOUSE OF THE DRAGON|| RHAENYRA & DAEMON|| EL FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora