Las manos me llevaron a la bruma luminosa. Llegué allí a toda velocidad, a caballo de la montaña rusa más vertiginosa que jamás puede imaginar. Caí en una especie de telaraña de espuma. Era como si la bruma tuviera esa textura. La telaraña amortiguó la caída y no me hice nada de daño.
Había llegado a una llanura inmensa y sin horizonte. Me llamó la atención que allí todo fuese de color naranja, pero no le di mayor importancia. Empecé a andar sin más. Fue curiosísimo, mis pies parecían tener vida propia. Y me llevaron por la llanura sin brújula, guiados por mi intuición. Me sentía ligera y tenía la sensación de levitar.
Caminé y caminé durante no sé cuánto tiempo.
Porque allí el tiempo parecía no existir. Yo no llevaba reloj. Si lo hubiera llevado, estoy convencida de que las manecillas se habrían detenido.
Caminé y caminé hasta que llegó un momento en que a lo lejos apareció una plantación de algo que no llegué a identifica desde aquella distancia. Me acerqué curiosa y comprobé que se trataba de un campo de centeno. Las espigas me llegaban a la cintura. Entré sin vacilar . La tierra estaba mojada y me manché los pies de fango.Iba descalza.
Al cabo de un rato me detuve y miré para todos los lados. Aquel campo de centeno era un verdadero océano de espigas. Un océano naranja.
El cielo, la luz, las espigas de centeno. Allí todo era naranja.
De pronto oí una voz.
-¡Me encontrarás!
Era la misma voz de antes , profunda y grave. De un chico.
Busqué con la vista pero ni vi a nadie.
-¿Quién está ahí?-me atreví a preguntar.
Nadie contestó.
Finalmente pensé que tal vez aquella voz había sido producto de mi imaginación. O quizá mi mente me estaba jugando una mala pasada ...
¿Todo aquello era una alucinación?
Decidí seguir caminando hacia ningún sitio en concreto. Me dejé llevar. Había algo incontrolable que me impulsaba a continuar.
Caminé y caminé mucho más, hasta que me detuve de nuevo porque me parecía estar siempre en el mismo sitio. No avanzaba ...¿O si?
-¡Socorro!- grité
Esperé pacientemente una respuesta que no llegó.
En aquel lugar reinaba el más absoluto silencio.
Aquel silencio se escuchaba. Latía entre el centeno.
No quedaba otra que continuar. No corría ni una gota de aire. La quietud era extrema. Tan sólo se movían las espigas que yo apartaba con las manos para avanzar. No hacía ni frío ni calor. Pequeños hilos de bruma me rozaban por aquí y por allá.
Observé aquel campo de centeno sin fin. Nadie ni nada a la vista, sólo espigas y más que espigas.
Súbitamente me noté muy cansada. Pasé de la ligereza a la pesadez en centésimas de segundo. Fue como si el cansancio me golpeara y me aplastase. De repente no podía resistir de pie. Las piernas exigían reposo. M e senté en el suelo...Pero no fue suficiente. Cada vez notaba más y más abatida. Así que decidí estirarme boca arriba...
Tumbada y rodeada de espigas me puse a observar el cielo. No había nubes y la claridad esa tenue. Los ojos se me cerraron solos. Era como si los párpados me paseasen toneladas. Mi cuerpo entero parecía hundirse en la tierra húmeda y fresca de aquel campo de centeno.
No sé cuánto tiempo estuve durmiendo. Creo que bastante. ¿O poco...?
-Me has encontrado.
Era la voz.
Me despertó... Abrí poco a poco los ojos para no ahuyentarla.
-Soy Ethan.
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Resurrección-Lea Tobery
Teen FictionEmma, a sus diecisiete años, ha vivido una experiencia cercana a la muerte. En ella no ha visto túneles luminosos ni nada parecido; en cambio, ha conocido a un ser fascinante, Ethan, con quien inmediatamente ha sido una conexión especial, como si po...