Capítulo 3

2 0 0
                                    


Desayuné en una terraza de una cafetería junto a D y una chica joven con el pelo azul y lila. Su aspecto me llamaba la atención, era muy diferente al resto, destacaba tanto por su apariencia como por su personalidad tan despreocupada. En ese mismo momento iba descalza, decía que hacía tiempo que no sentía el fino asfalto bajo sus pies. Sonaba como una metáfora o ironía que no entendía muy bien.

-Bueno creo que debo hacer las presentaciones convenientes- empezó D animado.

-Me llamo Ruth Sbelle- se adelantó la chica quitándose sus gafas de sol redondas -artista plástica de la ciudad de la Torre-

-Yo soy Margo, trabajo con D- me presenté con mi nombre de pila.

-D me habló de ti, se te ve bastante fuerte- bajó su mirada a mis brazos -Será estupendo tenerte como guardaespaldas aquí- sonrió tomando asiento.

La charla continuó lo más normal que cabría esperar de un traficante, una artista extravagante y una loca la cual lo único que hacía era dar vueltas a sus tortitas cortadas, con sirope. Verdaderamente me gustaban los dulces como esos, eran como un lujo en la ciudad. Pero no tenía mucha hambre, la pérdida del apetito va de la mano con las ganas de vivir, así que os podíais hacer una idea de mi situación. Al finalizar estrechamos nuestras manos zanjando así el tema: ya tenía mi nuevo puesto de trabajo, parecía que recogía todos los requisitos necesarios para Sbelle. Me alegraba un poco poder presentarme así con ella, estaba más relajada, si hubiera sido una entrevista de trabajo seguro que me había quedado en mi mundo de nuevo sin escuchar nada, o podría haberla cagado de otras muchas maneras.

Después de haber desayunado y hablado con D y Ruth, me fuí a dar un paseo por la ciudad. Observé cómo las personas hablaban con otras, discutían o reían, compartían recuerdos dulces, caminaban solos o acompañados. Estaban llenos de vida, era como una melodía única que desprendía cada uno de ellos, me pregunté cuál sería la mía. Sin querer choqué con un chaval, apenas me inmute.

-Lo lamento señora- seguidamente siguió su camino, pero no pudo avanzar porque lo tomé de la muñeca -devuélvemelo- escupí aquellas afiladas palabras. Escuché la melodía de aquel chiquillo, acelerada, como nerviosa y llena de malas intenciones.

-¿QUÉ?- el niño se hacía el loco, intentaba soltarse pero no podía. Noté cómo la gente empezaba a mirar, así que lo arrastré hasta una callejuela menos transitada.

-No te conviene que me mientas- apreté más su muñeca, el chico gritó y cedió al fin.

-Lo sientooo- lloró soltando el mapa electrónico que usaba para mis recogidas y entregas.

-¿Por qué robarías algo así y no mi cartera?- pregunté extrañada.

-No puedo decirlo, no puedo-

-Hazlo o tendré que arrancarte la mano para que lo sueltes- le amenacé.

-Fue el hombre cambiante, ¡lo lamento de verdad pero él me amenazó con matar a mi hermana!-

-No te inventes cuentos, chico- le retorcí el brazo, él pataleó para escaparse sin resultado alguno.

-Tu... le conoces ya, me dijo que te vió en un árbol, fuera de la ciudad, señorita por favor, no me arranque la mano- decidí soltarlo, aquellas palabras me llenaron de terror.

-¿Cómo puede saber eso? ¿Cómo puede?...- cuando quise mirar de nuevo, el chico ya había huido. Recogí mi mapa del suelo y medité sobre lo que hubiera pasado si se lo hubiera llevado. El dispositivo marcaba las rutas más comunes que hacía dentro y fuera de la ciudad, si cayera en manos de la policía me arrestarían sin pensarlo, pero si lo tuviera otra persona con malas intenciones... lograría saber mis rutas comunes, me interceptaría tarde o temprano.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 20, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Mente RotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora