Central Park

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Larry Stylinson ¦Married in New York.

Harry.

[….]

El viaje en coche hasta su apartamento fue silencioso.

Después de que él saludara en silencio a Raymond al entrar en el coche, ninguno de los dos dijo una palabra al otro. 

Yo no tenía nada más que decir, y a Louis no parecía que le quedaran fuerzas para decir dos palabras seguidas.

Eso nos salvó de intentar hablar de cosas sin  importancia, algo que de todas formas no hacía de buena gana. 

Antes de lo que esperaba, nos detuvimos frente a su antiguo edificio en el East  Village.

Le ofrecí mi ayuda, pero se negó cortésmente. 

Después de prometer que no tardaría mucho, se alejó rápidamente, es decir, tan rápido como pudo arrastrarse, es decir, salió del coche.

Pensando que se tomaría su tiempo para hacer la maleta, sin importar lo que dijera, me concentré en contestar algunos correos  electrónicos mientras esperaba en el coche con Raymond. 

Veinte minutos más tarde, justo cuando estaba a punto de enviar mi sexto correo  electrónico, levanté la vista del teléfono y vi a Louis saliendo con una sola bolsa de lona.

También se había cambiado su ropa salpicada de pintura por unos vaqueros  azules y una camiseta blanca, y parecía recién duchado con su pelo húmedo  enmarcando su cara.

Si no me equivoco, le dolía la pierna derecha. 

Antes que pudiera hacer nada, Raymond abrió su puerta y se apresuró a ayudarlo.  

Tras un breve tire y afloje entre ellos, que observé con confusión y diversión  inesperada, Louis se rindió y dejó que Raymond llevara su bolsa.

—Gracias —dijo en voz baja cuando él le abrió la puerta después de meter la bolsa en el maletero. 

—De nada, señor Styles.

Me quedé helado. Con la mano encima de la puerta abierta, Louis se congeló también.

  —Uh, eso no es necesario. Por favor, llámame Louis. 

Cuando finalmente entró y Raymond cerró la puerta, apagué mi teléfono y lo puse  de nuevo en mi bolsillo. 

—¿Será suficiente? —pregunté. 

El me miró con el ceño fruncido.  

—¿Ah? 

Señalé hacia el fondo con la cabeza, siguió mi mirada.  

—Ah, sí. No pude hacer mucho esta noche, empacaré todo mañana. Lo siento si he tardado mucho, pero he tenido que meterme a la ducha por toda la pintura. 

—Está bien. Me ocupé de algunos correos electrónicos. 

Asintió y nos quedamos en silencio durante unos minutos hasta que volvió a hablar. 

—Eso fue un poco raro para ti también, ¿verdad? No era sólo yo. 

Enarqué una ceja y esperé a que se explicara. 

—Señor Styles—susurró después de echar una rápida mirada a Raymond. 

Puso su mano derecha en el asiento de cuero entre nosotros, inclinando la parte superior de su cuerpo hacia mí como si estuviera compartiendo un secreto.

—Es la primera vez que me llaman así. Me va a costar acostumbrarme. Ahora soy el señor Styles. 

—Sí, lo eres —acepté secamente y luego miré por la ventana mientras él se apartó.

En el reflejo del cristal, lo vi perder la pequeña sonrisa que se dibujaba en sus  labios y se enderezó en su asiento.

Cerré los ojos y respiré profundamente.

Todo este asunto del falso matrimonio iba a ser más difícil de lo que había pensado en un principio, sobre todo porque yo parecía estar haciendo un mal trabajo ya. 

Sólo volví a mirarlo cuando Raymond detuvo el coche frente a mi edificio en Central Park West.

El miró por la ventana y yo lo vi soltar un largo suspiro. 

—¿Esto es todo? —preguntó, volviendo a mirarme. 

—Sí. 

Salí del coche.

Frotándome la sien, llegué al lado de Raymond justo cuando él abrió su puerta y se dirigió a la parte trasera para tomar su bolso.

Parecía que la pequeña pelea que había tenido en su espalda en la cafetería se había desinflado durante nuestro viaje en coche, y se limitó a mirar el edificio. 

Después de sonreír suavemente a mi chófer y darle las gracias cuando le tendió su bolsa, se alejó unos pasos de nosotros. 

—¿La hora habitual mañana, señor? —preguntó Raymond en voz  baja, con los ojos de ambos puestos en el chico que estaba a pocos metros de  nosotros. 

Suspirando, metí las manos en los bolsillos y negué con la cabeza. 

—Te llamaré por la mañana.  

Asintiendo rápidamente, volvió a subir al coche y se marchó,  dejándome solo en la acera.

Dando los pocos pasos para cerrar la brecha que me separaba de mi recién adquirido esposo, me puse a su lado. 

—Esto es todo, entonces —repitió, pero esta vez no se planteó como una  pregunta. 

—Ya está —acepté, y nos quedamos así, uno al lado del otro, durante unos  segundos de agonía y lentitud. 

—Está muy cerca de la cafetería. Temía que vivieras en los alrededores de Bryant Park, más cerca de tu oficina— me echó una mirada rápida y luego miró al frente  de nuevo, —Tomo el metro desde mi apartamento, así que aún podría haber hecho eso, pero esto es mejor, por supuesto. 

—En algún momento viví cerca de la empresa. Me mudé aquí hace dos años.  ¿Subimos? 

Asintió. Le abrí la puerta y finalmente entramos en el edificio que habíamos estado mirando.

Ignoré el saludo del portero y caminé directamente hacia los ascensores. 

Con cada segundo que tardábamos en llegar al último piso, casi podía sentir que se alejaba más de mí, a pesar que sólo nos separaban centímetros de distancia.

Hasta ahora, todas las interacciones que había tenido con él estaban resultando un  desastre, aunque no esperaba nada diferente.

Esta era la cama que había hecho para  nosotros, y ahora había llegado el momento de acostarse en ella. 

Finalmente, las puertas del ascensor se abrieron y salí delante de él. 

Después de desbloquear la puerta del apartamento, la empujé y me volví para  mirar a Louis, realmente mirarlo.

La ducha rápida que había tomado había ayudado con las salpicaduras de pintura en su cara, la mayoría, pero no con el cansancio.

Su piel pálida sólo acentuaba sus ojos grandes y claros junto con sus largas pestañas.

A pesar de que parecía haber terminado el día hace algunas horas, de alguna manera  todavía parecía fuerte.

Era decidido y yo lo respetaba. Bastante.

Estaba agarrando el asa de su bolso con una mano y agarrando su propio codo con la otra.

Me miró a los ojos y me ofreció una pequeña e insegura, pero bonita sonrisa. 

Bonita. 

Dios, Harry. 

—Por favor —murmuré, haciendo un gesto hacia el interior del apartamento con  mi mano y dando un paso a un lado para que pudiera entrar.

Justo cuando él pasaba junto a mí, alcancé su bolso, y supuse que logré sorprenderlo porque lo soltó sin rechistar. 

—Gracias —murmuró en voz baja, mirando alrededor del espacio. 

Cerré la puerta tras él, eché el cerrojo y respiré profundamente antes de  enfrentarme a Louis de nuevo.

Estaba empezando a sentir que, de alguna manera, el  silencio se había vuelto más fuerte detrás de las puertas cerradas, ahora que estábamos ahí y solos. 

—¿Te gustaría echar un vistazo o prefieres ver tu habitación primero? 

No estaba seguro que se sintiera con ganas de una visita guiada; de hecho, estaba  seguro que querría pasar de cualquier cosa que le ofreciera y que lo obligara a pasar  más tiempo conmigo, pero quería que se sintiera cómodo, ya que llevaremos dos años de esto, de nosotros en nuestro futuro. 

—Gracias, pero no tienes que hacer eso. Si pudieras mostrarme dónde me voy a  quedar, será suficiente. 

—No me ofrecería si no quisiera, Louis. En el futuro inmediato, esta será tu casa también. Deberías sentirte cómodo. 

—Te agradezco que lo digas, de verdad, pero aun así, ¿puedo dejar para otro momento la gira de esta noche? Tengo que volver a la cafetería mañana por la  mañana y estoy muy cansado, así que… 

—Por supuesto — caminando por el vestíbulo, señalé hacia la escalera a nuestra  derecha y lo seguí en silencio mientras él tomaba la delantera.

Su mano se aferró a la barandilla de acero negro mientras subía lenta y cuidadosamente al segundo piso. 

En cuanto estuvo en el rellano, se hizo a un lado y me esperó.  

—Por aquí —le ofrecí, llevándolo hacia la izquierda.

El departamento que había comprado dos años antes tenía cuatro dormitorios, tres de ellos en el segundo piso.

Una de las habitaciones estaba habilitada como gimnasio en casa.

La segunda, que era mi dormitorio, estaba en el otro extremo del pasillo, y el tercero sería ahora el de Louis.

Horas antes había sido demasiado espacio para una sola persona, pero con él en el apartamento, parecía reducirse en tamaño. 

Al final del corto pasillo, abrí la puerta de la espaciosa habitación que sería la suya y coloqué su bolsa de viaje justo dentro antes de retroceder de nuevo.

Me echó una mirada rápida y entró a la habitación para asimilarlo todo.

Había pedido al decorador de interiores que lo mantuviera sencillo y funcional, por lo que sólo había unos pocos muebles en la habitación: una cama matrimonial, un cabecero, mesitas de noche, una pequeña zona de estar con una silla de terciopelo, y otra marrón chocolate junto a una sencilla lámpara de pie blanca y dorada. 

—Tienes tu propio cuarto de baño por la puerta de la derecha —le expliqué cuando no dijo nada, —La puerta de la izquierda es el vestidor. Si hay algo que no te gusta, dímelo y me ocuparé de ello. 

Después de mirar a su alrededor durante unos segundos, finalmente me miró y  se acomodó el pelo húmedo de su flequillo.  

—Esto es… creo que es más grande que todo mi apartamento— cuando mi expresión no cambió, se aclaró la garganta y continuó,
—Todo se ve muy bien, Harry, espero que no te hayas tomado demasiadas molestias para esto. 

—Creo que cada habitación de invitados tiene una cama y una silla. No he hecho  nada especial. 

—Por supuesto que si, pero teniendo en cuenta que tu habitación de invitados es tan grande… 

Se interrumpió. Esperé a que siguiera, pero se limitó a negar. 

—Gracias. Eso es lo que estoy tratando de decir. Esto es hermoso, así que gracias. 

—De nada. ¿Hay algo más que pueda hacer por ti, o te gustaría estar solo? 

—Creo que trataré de dormir un poco. Yo…—haciendo una pausa, se levantó la muñeca para ver la hora, —Tengo que levantarme muy temprano. 

—¿Todo va bien hasta ahora? No quiero retenerte mucho tiempo, pero ¿has sabido algo de tu prima? 

Sacudiendo la cabeza, se acercó a mí, sujetando la puerta entre nosotros como si  no tuviera suficiente fuerza para mantenerse erguido. 

—Hace unos días, llamó, pero creo que sólo tenía curiosidad por saber si había seguido adelante con ello o no. 

Fruncí el ceño, sin entender.  

—¿Seguir con qué? ¿La cafetería?

Me ofreció una sonrisa cansada. 

—No, a ella no le importa eso, ella estaba tratando de saber más sobre… nosotros,  supongo: tú y yo y el matrimonio. Ella no es como Bryan, ella rara vez se preocupa por las cosas que no le conciernen. Y hasta ahora, todo bien con la cafetería, hay mucho trabajo por hacer, como estoy seguro que te has dado cuenta, pero no me quejo.

Satisfecho con su respuesta, busqué mi corbata y la aflojé, notando la forma en que sus ojos seguían mis movimientos.  

—Bien. Y tampoco tienes que preocuparte por Bryan tampoco, no hay nada que  pueda hacer en este momento y si lo hace, yo me encargaré de ello. Buenas noches, Louis, si necesitas algo, mi habitación está al final del pasillo.

Enderezándose, asintió.  

—Gracias, y buenas noches… Harry. 

Tardé un segundo en moverme.

No estaba seguro de por qué me resistía a salir,  no podía ser porque quería hablar más con él, pero allí estaba parado como un  idiota.

Respiré profundamente, tratando de pensar en una palabra de despedida para poder irme, pero lo único que conseguí fue notar su olor y ahogarme en él. 

Coco y alguna otra fruta misteriosa que no pude descifrar.

Debía ser su shampoo, ya que lo había notado primero en el coche.

Dejé de intentar pensar en algo más que  decir, le hice un rápido gesto con la cabeza y me alejé de él antes de hacer algo estúpido.

A mitad de camino por las escaleras, oí que la puerta se cerraba suavemente. 

[….]

Por enésima vez, miré el reloj de mi mesita de noche, y por fin vi que eran las cuatro de la madrugada y que aún no había conseguido dormirme, me senté. 

Frotándome la cara, suspiré y me levanté.

No quería vestirme y bajar todavía, me  quedé en pijama y me puse la camiseta gris que ya estaba colgada en el respaldo de la silla en la esquina de la habitación, me dirigí hacia las puertas de acero negro que daban a la terraza.

Respiré el aire frío en cuanto salí y contemplé la ciudad. 

No hacía falta ser un genio para entender por qué no podía dormir, sin embargo,  hice todo lo posible por ignorar el hecho de que no estaba solo en mi apartamento, que todo estaba como debía estar.

El único problema era que mi mente estaba decidida  a no dejar que me olvidara de ello, a olvidar la presencia de mi esposo en mi casa. 

Desde que lo dejé llorando en el coche, había sido lo único que podía ver cuando cerraba  los ojos por la noche: él era todo lo que podía ver, la mirada en sus ojos. Tan perdido y confundido.

El hecho de que prácticamente lo haya empujado, a nosotros, a esto, no estaba ayudando en absoluto.

Diablos, ni siquiera sabía qué más sentir,  aparte de la culpa.

Me estaba ahogando en la culpa.

Y vivir bajo el mismo techo con Louis… no ayudaba.

Mirando a Central Park mientras me apoyaba en la barandilla, intenté despejar  mi mente para poder volver a la cama y dormir al menos unas horas para poder  afrontar y sobrevivir al día siguiente y a los días venideros.

Pero, después de estar ahí fuera durante Dios sabe cuánto tiempo, decidí que haría un esfuerzo.

Justo cuando me estaba dando la vuelta, vi a Louis doblar la esquina al final de la terraza y dejó escapar un fuerte grito al verme. 

Con una mano en el corazón y la otra en la rodilla, se agachó.

Dejando que la manta en la que estaba envuelto colgara de sus hombros, empezó a toser como si se estuviera ahogando con algo.

Sin hacer ningún comentario, me acerqué a él y antes que pudiera decidir si debía ayudarlo o no, se enderezó.

Su  rostro estaba completamente enrojecido, su pecho caía y subía rápidamente. Un  segundo después, la causa de su reacción se hizo más evidente cuando abrió el puño  y me mostró una barra de Snickers a medio comer.  

—Casi me matas —dijo sin aliento, sin que sus palabras tuvieran apenas sentido. 

—¿Perdón? 

—Me estaba muriendo —murmuró después de intentar aclararse la garganta de  nuevo. 

Por fin recuperó la compostura, soltó un largo suspiro y se tapó con la manta.  

—Lo he visto.

Pensando que eso lo haría sentir más cómodo, me aparté de él  y miré a la ciudad. 

Después de otra respiración profunda y una tos, dio los últimos pasos para  pararse a mi lado.  

—Hace frío —comentó en voz baja, y yo automáticamente miré sus pies. Llevaba  calcetines, pero apoyaba uno de sus pies sobre el otro. 

—Deberías llevar calcetines más gruesos —comenté, y su mirada siguió la mía hasta sus pies y se movió en su sitio, —Pero sí, el tiempo está cambiando, ¿No has podido dormir? 

Por el rabillo del ojo, lo vi mirarme y negar.

Mantuve mis ojos en la ciudad. 

—No. ¿Tampoco pudiste? —preguntó, llenando el silencio entre nosotros.

—Suelo levantarme temprano.

Eso era lo que me decía a mí mismo, y desde  luego, no quería que pensara que me costaba tenerlo en mi espacio.  

El abrazó la manta con más fuerza. 

—Espero que tu cama sea cómoda. 

Otra mirada rápida hacia mí.  

—Lo es. Es muy cómoda y grande, es mi primera noche aquí y es un lugar extraño, ya sabes, me pareció oír algo cuando me desperté y no pude volver a dormir. 

—Entiendo.

No le pedí más detalles, pero siguió. 

—Me acostumbraré a esto, me las arreglé para desmayarme durante dos horas, estaba demasiado cansado para no hacerlo, pero luego me desperté y mi estómago decidió que era un buen momento para recordarme que no había comido nada en doce horas, así que…

Levantando su mano de debajo de la manta, me mostró su barra de caramelo.  

—Aquí estoy con los Snickers que encontré en mi bolsa. Te daría un trozo, pero… 

—Creo que sobreviviré, deberías haberme dicho que tenías hambre cuando llegamos, tenemos una cocina abajo. 

Lo miré entonces y  me correspondió con una sonrisa.  

—¿Una cocina? Qué novedad, por muy tentador que parezca, si como algo más que esto, me quedaré despierto toda la noche y no podré hacer nada mañana. De todos modos, tengo que empezar a prepararme dentro de unas horas, así que esto me servirá para aguantar, además, nada es mejor que el chocolate. 

—Entonces deberías volver a la cama. 

—Lo haré —murmuró, aceptando fácilmente, —Volveré a entrar en unos  minutos. 

Asentí, pero sabía que no podía verme; estaba mirando el cielo nocturno.

Nos sumimos en otro largo tramo de silencio y, sin estar seguro de lo que  debía hacer, crucé los brazos contra el pecho y me apoyé en la pared del edificio, al mismo tiempo que él avanzaba y apoyaba los antebrazos en la barandilla. 

—El lago se ve precioso desde aquí arriba —susurró, mirando hacia mí por encima del hombro, esperó una respuesta, —Te debe encantar la vista.

Asentí, y un pequeño suspiro salió de sus labios mientras miraba hacia adelante.

—Las hojas empezarán a cambiar de color en unas semanas. Me encanta Central Park  en otoño, y el lago es uno de mis lugares favoritos, es genial que puedes verlo desde  aquí. ¿Tienes un lugar favorito, Harry? 

—¿En Central Park? 

—Sí. 

Mientras el fuerte sonido de las sirenas llenaba la noche, me tomé unos segundos  para responder y no tener que levantar la voz.

Todo envuelto en su manta, se puso frente a mí, listo para escuchar mi respuesta. Sin duda, era un chico insistente, mi esposo.

—Nunca lo había pensado. Supongo que el lago está bien. 

Arqueó una ceja y se quedó mirándome fijamente.  Le devolví la mirada.  

—¿Hay algo en lo que pueda ayudarte en la cafetería?

Ladeó la cabeza y me estudió como si pudiera entenderme si miraba lo suficiente. 

No tenía ni idea de lo que estaba pensando.

No sólo eso, sino que no tenía ni idea de  lo que estaba haciendo allí, arrastrándolo a más conversación cuando había decidido en el momento después que habíamos dicho sí quiero, que no quería acercarme demasiado a él.

Lo único que tenía que hacer era seguir recordando que esto iba a  ser un negocio y nada más. 

—Ya has ayudado. Si no fuera por ti, nunca habría ocurrido, cuando conseguí el permiso de Gary para usar el espacio y firmamos el  contrato, empecé a ordenar los muebles, las máquinas, y todos los demás bits y  piezas que necesitaría. Sabía que iba a tomar tiempo para que todo llegue aquí, así  que pensé que estaba siendo inteligente. Cuando… Gary y Ángela murieron, yo me  olvidé por completo de todo el asunto, entonces las cosas empezaron a llegar, pero  yo ya no tenía una cafetería donde ponerlas, así que tuve que alquilar un almacén  para los artículos de las empresas que no podían mantener mis pedidos para el  futuro inmediato, como las sillas, algunas cosas que compré eran de rebajas y otras ofertas, por lo que tampoco me cancelaron los pedidos, cuando llegué a tu oficina  aquel día, no tenía ninguna esperanza de que las cosas salieran bien. Iba de camino a  otra entrevista de trabajo. 

Incómodo con su admisión, me moví en mi sitio y me aclaré la garganta. Antes de que pudiera detenerlo, siguió adelante.

No sólo era insistente, sino que se estaba  convirtiendo en un gran hablador.

—Así que, a pesar de lo extraño e incómodo que es este matrimonio, y probablemente lo será durante bastante tiempo mientras nos acostumbramos a tener al otro cerca, estoy realmente agradecido por ello. Sé que hicimos un trato y  obviamente no va a ser una cosa unilateral, pero todavía estoy muy agradecido que hayas decidido no conseguir un divorcio.

—No tienes que seguir agradeciéndome. Es un trato de negocios. Estoy consiguiendo una propiedad gratis de esto, ambos nos beneficiamos. 

Con los ojos fijos en mí, asintió y se acomodó la manta sobre los hombros. 

—Lo sé. Sólo quería que tú también conocieras los detalles. 

Ya conocía los detalles de su situación, pero no pensé que fuera prudente  hacérselo saber. 

—¿Por qué la quieres entonces? ¿Qué planeas hacer con ella una vez que nuestro  trato siga su curso? 

No sabía cómo responder a esa pregunta, así que tomé la salida fácil. 

—Prefiero no compartirlo. 

—Ah, vale. 

Cuando no hice más comentarios, respiró profundamente y miró hacia la esquina  de donde había aparecido.

Después de dar a Central Park otra mirada rápida,  suspiró.  

—Seguramente quieres estar solo, así que voy a volver a mi habitación. Mañana va a ser un largo día de pintura de todos modos.   Buenas noches, Harry. 

Lo observé en silencio hasta que me dio la espalda y se alejó unos pasos. 

Suspirando, me moví de la pared y ocupé su lugar en la barandilla.

Resulta que no me gustaba ponerle esa mirada de dolor en su rostro.

Levantando mi voz, pregunté: 

—¿Crees que podrás volver a dormir? 

Se giró.

—No creo, pero descansaré un poco.

Ya lo había pensado. Yo tampoco creía que fuera a poder dormir. 

—¿Cómo llevas su muerte? — la pregunta se me escapó de la lengua antes de  pensar siquiera en lo que iba a decir para mantenerlo en la terraza por más tiempo. 

El tiempo que tardó en reaparecer a mi lado fue más corto que el tiempo que le había llevado alejarse.

—¿Puedo ser sincero? —preguntó en la noche mientras estudiaba su perfil. 

—Normalmente, prefiero que la gente me mienta, pero si insistes… 

Eso me valió una mirada de reojo. 

—No estoy seguro de lo que siento exactamente —respondió finalmente.

Me  pareció oír una pequeña risa en su voz cuando empezó a hablar, pero no lo conocía lo suficiente como para estar seguro.

—Obviamente, estoy triste por ello, eso no es lo que quiero decir, pero simplemente no se siente real, no hablábamos todos los días, ni siquiera cada semana, después de cumplir dieciocho años, me mudé de su casa y después de eso apenas veía a Ángela. Así es como ella lo quería de todos modos, pero, hablaba con mi tío una vez cada dos semanas más o menos,  y a veces incluso tenía tiempo suficiente para almorzar conmigo, siempre parecía  tolerar que me acercara un poco más. Ya que trabajaste con ellos antes, probablemente ya conoces esta historia, pero me adoptaron cuando tenía nueve años, mi padre acababa de fallecer. Cáncer. Y aunque Gary y mi padre eran sólo medios hermanos y no habían estado en contacto durante más de quince años, Gary aceptó ser mi tutor. 

—¿Y tu madre?

—No la recuerdo. Nos dejó cuando yo tenía dos años, creo que la buscaron, pero por lo que me dijo mi tío había desaparecido, quizá se cambió el nombre, quién sabe. Así que me acogieron. No puedo decir que fueron siempre buenos conmigo, recuerdo muchas noches en las que lloré hasta quedarme dormido, pero al menos no entré en el sistema. No tenía a nadie, no realmente.

—¿Tus primos?  

—Bryan y Jodi. Ah. Creo que sólo tomaron las señales de Ángela y se  mantuvieron alejados. Son sólo unos años mayor que yo, sin embargo, apenas hablaban conmigo. Yo era el sobrino indeseado y molesto. 

Estaba observando el parque cuando empezó su historia, pero mis ojos volvieron  a él cuando sentí su mirada en mí.

—Eso fue probablemente un poco más de información personal de lo que estabas  buscando. 

—Está bien —respondí simplemente, sin darle nada más, —Creo que para que el  matrimonio parezca creíble para todos los que nos rodean, necesitamos saber  detalles personales como estos. 

—De acuerdo entonces. Para dar una respuesta más definitiva a tu pregunta: Lo  estoy haciendo mejor, no muy bien, pero mejor. Hay días que me despierto y me  olvido completamente de lo que sucedió porque no estuvieron realmente súper involucrados en mi vida desde hace mucho tiempo, pero creo que está bien admitir que tengo días en los que extraño escuchar la voz de mi tío.

Escuché una pequeña risa y una genuina felicidad en sus siguientes palabras.

—Solía leerme cuentos antes  de dormir durante algunos años, una o dos veces por semana. Si lo conociste, sabrás  que eso no era propio de él, pero trabajaba mucho y era el único momento en el que podía verlo. Siempre fue un poco brusco al respecto y trató de leer súper rápido como si fuera una carrera contra el tiempo, pero luego se metía en la historia y leía más tiempo del que había prometido. Yo solía esperarlo cuando era pequeño, ‘Sólo tengo diez minutos para ti esta noche, Louis’ Siempre empezaba con
Eso— hizo una  pausa, pero antes que pudiera comentar, me preguntó.

—¿Y tus padres? ¿Están vivos? 

—Sí. 

—¿Cómo es tu relación con ellos? 

—No somos cercanos. 

—¿Oh? ¿Tuvieron una pelea? 

—Se podría decir que sí. Hace años que no los veo. 

—¿Saben que te has casado? —preguntó. 

—No les informé, pero estoy seguro que se enterarán por alguien pronto.

Lo miré y nuestros ojos se encontraron por un breve momento antes de apartar la  mirada.

—Tengo miedo de que no aprueben mis decisiones, así que no sentí la necesidad de hacérselos saber. 

—Lo entiendo.

Hubo una pausa incómoda.

—Vaya. Realmente necesitaba esa inyección de confianza, así que gracias por eso.  

Me pareció que no había entendido nada, pero no lo corregí. 

—¿Y puedo decir dos guisantes en una vaina? Míranos, realmente no tenemos  ninguna familia. 

—Eso parece. 

Resopló y se apoyó en la barandilla, reflejando mi postura. 

Tras un apacible tramo de silencio entre nosotros, pasó una ambulancia con las  sirenas sonando y chillando hasta detenerse en algún lugar debajo de nosotros,  interrumpiendo mis pensamientos.

Mantener una conversación sincera con mi  esposo bajo el cielo nocturno no era en absoluto la mejor manera de mantener mi  distancia.

—¿Cuándo crees que abrirás la cafetería? —pregunté, cambiando el tema a algo más seguro. 

—Estoy casi listo, siendo casi la palabra clave. Cuando termine de pintar, tendré  todas las cosas grandes fuera del camino. Las sillas y el cartel que irán fuera, y tengo  que comprar algunas cosas más para la cocina—Suspiró y apoyó la barbilla en su mano,
—Creo que ¿tres semanas? Depende de muchas cosas. Todo el papeleo está listo, así que no hay ninguna razón para no empezar de inmediato. Gracias por eso, también, ya sabes, por ocuparte del papeleo. 

Noté que intentaba disimular un bostezo. 

—Ni lo menciones— murmuré, —No sabes pintar, ya lo sabes, ¿verdad? 

—¿Perdón? Yo pinto muy bien —respondió con el ceño fruncido. 

—Por lo que he visto hoy, estaba lleno de parches. Todavía podía ver el rojo de la  pintura vieja. Eso no indica que la pintura sea bonita. 

El resopló.  

—De nuevo, discúlpeme, pero ese era un rojo muy brillante…se vería sin importar lo que hiciera con una sola capa de pintura nueva encima. Todo el mundo lo sabe, la primera capa siempre es irregular, hice la parte  difícil y luego tú llegaste al final y me robaste el trabajo. 

—¿Todo el mundo lo sabe? —pregunté con una ceja arqueada. 

—¡Sí! Pregúntale a cualquier pintor profesional. 

—¿Cuántos pintores profesionales conoces exactamente? 

—¿A cuántos conoces tú? 

Lo miré a los ojos y me encogí de hombros.  

—A unos cuantos— relajándome un poco más, esperé su respuesta. 

—Bien. Esa la ganas tú. No conozco ninguno, pero eso no cambia el hecho de que pinto muy bien. 

—Si tú lo dices.

—Sí lo digo. Tú hiciste una pared, pero yo voy a pintar todo el lugar. Di que no pinto maravillosamente después de ver eso. 

—En realidad, ya que vas a pintar mi propiedad, me gustaría asegurarme que no  estás arruinando mis paredes. Estaré allí mañana para vigilar las cosas.

—Estás bromeando.

—No. 

—Bien. Entonces vigila las cosas. La propiedad puede ser tuya ahora, pero esas  serán mis paredes durante los próximos dos años. No voy a dejar que arruines nada. 

Intentando cubrir mi inesperada sonrisa, me aclaré la garganta.  

—Gracias por el permiso. Si estás planeando hacer más de tu “hermosa” pintura, como dices, necesitas descansar un poco más. 

—¿Me estás provocando? 

—¿Por qué querría hacer eso?

¿Y no era esa la verdad? ¿Por qué demonios querría  hacer eso? Lástima que no tenía una respuesta a mi propia pregunta. 

Me miró de frente y me vi obligado a devolverle la mirada. 

—¿De verdad crees que puedes hacer un trabajo mejor que el mío? —preguntó. 

Arquee una ceja.  

—Hice un mejor trabajo que el tuyo. 

—Claro. En vez de vigilar las cosas, toma un rodillo de pintura entonces. 

Aparentemente, estaba cancelando mis reuniones para el próximo día o más.  

—Vamos a ver cómo va— hizo una pausa,
—Sé que parece bastante desnudo ahora mismo, pero espera hasta que lo veas  todo junto. Lo más importante es que soy muy bueno con el café, y los pasteles serán para morirse. Si consigo hacer todo lo que tengo en mente, quedará muy bien en una o dos semanas. 

—¿Qué más tienes en mente? —pregunté, con auténtica curiosidad, su entusiasmo atrapaba. 

El me sonrió.  

—Creo que me voy a guardar el resto para mí, por si acaso lo estropeo o no puedo  hacerlo a tiempo. 

—Parece que tienes todo planeado y bajo control. 

—Sin embargo, hay muchas más cosas de las que tengo que ocuparme, un millón  de pequeñas cosas. ¿Vas a estar allí el día de la inauguración? 

—¿Necesitas que esté allí? — no importaba cuál fuera su respuesta, yo sabía que iba a estar ahí de todos modos. 

—Yo no diría que necesito…

Cuando el viento se levantó, despeinando su cabello, levantó sus manos para sacarlo y la manta comenzó a deslizarse por sus hombros.

Me enderecé y la tomé a medio camino de su cintura.

De repente, estábamos demasiado cerca y él estaba atrapado entre la maldita manta y yo.

Mis ojos se encontraron con los suyos, grandes y sorprendidos, me detuve, sin saber qué hacer con la manta y con él. 

Me aclaré la garganta, dejó caer sus manos después de haber tirado todo su pelo hacia un lado, y dejé que tomara los bordes de la tela. 

—Gracias —murmuró mientras yo daba un paso atrás. 

¡Maldita sea! 

Tras una breve pausa, volvió a responder a mi pregunta.  

—No es tanto una necesidad, pero sería bueno por si acaso aparecen Jodi o Bryan.  No creo que lo hagan, pero después de esta noche quién sabe. 

—Intentaré liberar mi agenda si crees que necesito estar allí.

Una rápida mirada a mi reloj, y me di cuenta de la hora: casi las cinco.

Después de no querer hablar con él, había pasado una hora haciendo exactamente lo contrario. Me enderecé.

—Me voy a mi habitación. 

—Oh, está bien —murmuró, todavía agarrando la manta que yo había soltado  casi a regañadientes unos segundos antes. 

—Si voy a pintar una cafetería entera, necesito dormir un poco— añadí ante su expresión de desconcierto por mi abrupta salida. 

—Un momento, ¿hablabas en serio? 

—No estoy seguro de cuántas veces tendré que repetirlo, pero no me gustan las bromas, y por ende, no me gusta hacerlas.

—Pensé que sólo estabas… 

Levanté las cejas.

—¿Pensaste que estaba qué? 

—No importa. No vas a pintar una cafetería entera, sin embargo, estaré pintando  también. 

—Veremos cómo lo haces primero, antes de dejarte hacerlo con todo. 

Sus ojos se entrecerraron.  

—Bien. Entonces te enseñaré cómo se hace mañana. 

—¿Nos vemos abajo a las siete? ¿O sería demasiado temprano para ti?

—A las siete es perfecto.

—Bien. Buenas noches entonces, Louis.

—Buenas noches, Harry.

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Díganme la verdad si les está gustando jajaja

No lloro, lo juro

Pero ya en serio, ¿Hay algo que quisieran cambiar?

Baby, you are the love of my life.

Les ama, Natt.

Married in New York Donde viven las historias. Descúbrelo ahora