VIII

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—¿Quién te hizo esa cicatriz?

El cuello de Abigail tenía una cicatriz que aún estaba rosa, y aunque normalmente la mantenía cubierta con algún pañuelo o cuellos altos, hoy no era uno de esos días.

Harry, por el contrario, mantenía la cicatriz en su frente tan cubierta como fuera posible. No le gustaba verla ni que la vieran otras personas  y tener que explicar por qué la tiene. Está avergonzado y triste porque el único recuerdo que tiene de sus padres es la cicatriz que le dejaron al mismo tiempo que murieron, en un accidente de coche, gracias a que estuvieron manejando borrachos.

Will y Hannibal la habían visto, por supuesto, pero nunca le dijeron nada ni parecían querer preguntarle cómo la obtuvo, por lo que está feliz. Además, cuando Will le corta el cabello, siempre le corta solamente las puntas para que no se vuelva tan largo, y le permite mantener el flequillo lo suficientemente largo para tapar la cicatriz sin que le moleste a los ojos.

Está sorprendido de que Abigail haya visto su cicatriz. Él es cuidadoso con eso.

Abigail lo mira expectante, esperando una respuesta, pero Harry no quiere hablar, y mucho menos de eso. Se encoge de hombros.

—Tú sabes la historia de mi cicatriz— acusa repentinamente cuando está claro que no va a responder—. ¿Por qué no puedo saber la tuya?

Harry sabe la historia de Abigail porque ella se la dio libremente. No es que ella no puede saber la historia de su cicatriz, pero es que Harry no quiere hablar de eso.

Se queda en silencio y vuelve su atención hacia el dibujo que está haciendo de la oficina de Hannibal. A pesar de la regla, su mano sigue siendo una molestia, y aunque debería estar acostumbrado ya que lleva un año y algunos meses así, no puede evitar sentirse frustrado cuando no puede hacer líneas limpias en dibujos fáciles. Hannibal y Will le recuerdan que debe tener paciencia, ya que el tratamiento iba a durar bastante tiempo, pero Harry está cansado que su mano tiemble casi todo el tiempo.

A veces anhela que su rareza funcione para cosas importantes, y no para teñir su cabello de rosa.

Abigail suspira frustrada, pero Harry la ignora.

—Tal vez debería destrozar tu otra mano a ver si así logro hacerte hablar.

La mano de Harry tiembla y su lápiz se desliza sobre los estantes que había tardado cuarenta minutos en dibujar. Sin embargo, esta vez no fueron sus nervios dañados.

Abigail resopla una risa y se levanta de la mesa, dirigiéndose hacia la cocina y dejando a Harry solo en el comedor. Will y Hannibal habían salido hace unas horas por trabajo, y no volverían hasta las ocho de la noche. Abigail lleva viviendo con ellos un mes, y es la primera vez que quedan solos cuando Will y Hannibal tienen que trabajar.

Harry mira la linea que ahora cruza su dibujo, arruinándolo, y luego el reloj sobre la puerta: seis y cuarenta. Puede borrar la línea y corregir las estanterías antes de que vuelvan Will y Hannibal, pero no quedará igual. Lo sabe, lo ha probado antes en otros dibujos. Deja el lápiz en la mesa con cuidado y agarra su dibujo inacabado en sus manos, mirándolo con lástima: estaba teniendo un progreso desde que empezó a dibujar lugares, y quería mostrarle este a Hannibal.

Rompe a la mitad el dibujo, y luego en muchos pedazos pequeños. Cuando ya no puede romper más, deja los papeles sobre la mesa frente a él y los mira fijamente.

—¿Harry?

Harry parpadea y papi está arrodillado a su lado, mirándolo con preocupación. Las luces ahora están prendidas y ya no entraba luz por las ventanas. El reloj marca las ocho y veintitantos.

—Estás bien, Harry. Son las ocho y veintisiete de la noche, estás en casa y tu nombre es Harry Potter— papi acaricia su brazo con cuidado, pero por lo demás no lo toca. Harry quiere que lo abrace—. ¿Entiendes, Harry?

Harry asiente, porque sí lo entiende. Está comenzando a salir de esa especie de nebulosa en la que estaba, y cree que podría llorar. No le gusta este sentimiento. Mira a papi y se muerde el labio inferior, aunque frunce el ceño cuando se mueve un poco en la silla y se siente húmedo. Mueve la vista a su regazo y la vergüenza sube a su rostro cuando se da cuenta.

Una lágrima se le escapa, pero antes que pueda limpiarla con molestia, papi lo tranquiliza.

—Está bien, cachorro, está bien— papi le acaricia la cabeza con cuidado—. ¿Puedo cargarte, así podemos limpiarte y cambiarte?

Harry asiente luego de un momento, más porque le interesa más el abrazo de su papi que sentirse limpio.

Están subiendo las escaleras cuando se cruzan con papá, y aunque Harry quiere un abrazo también de él, no quiere que vea que se había orinado encima, y tampoco quiere manchar su traje. Le manda una mirada a su papá mientras él habla con papi, y aunque papá le deja un beso en la frente, sigue bajando las escaleras.

Papi lo lleva al baño y lo limpia en la bañera con agua tibia, antes de llevarlo a la habitación y colocarle su ropa de dormir. No quiere que papi lo deje solo, por lo que está feliz cuando vuelve a alzarlo en brazos y lo lleva hasta la habitación de él y papá.

Papi lo acuesta en el medio de la gran cama, arropándolo con cuidado antes de dirigirse él solo hacia el baño privado de la habitación. Harry mira fijamente la puerta del baño hasta que papi aparece de nuevo con su propia ropa de dormir y se acuesta a su lado.

—Descansa un poco, cachorro— le susurra papi, peinando su cabello con movimientos lentos repetitivos y calmantes. Los ojos de Harry se cierran casi en contra de su voluntad, y lo último que escucha antes de dormirse es la promesa de papi—. Estás a salvo, Harry.

Al día siguiente, Harry se despierta en medio de Will y Hannibal, y aunque está avergonzado, no puede evitar una sonrisa complacida cuando se pega aún más a Hannibal y toma la camiseta de Will en una de sus manos. Se siente seguro y cálido.

Familia [Hannigram]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora