parte única

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Yoshida no es alguien particularmente atento con las emociones del resto de las personas, pero Denji es una extraña excepción a esa regla. Él, por supuesto, no es cualquier persona, es el hombre motosierra, y no es que abunden muchos tipos de su clase en el mundo. Entonces, no debería ser tan extraño admitir que él, en consecuencia, no puede actuar alrededor de Denji como si fuese cualquier persona. Y si, de todos modos, Yoshida tiene un poco más de tacto al hablar con el chico, no significa más que simple y llana cordialidad, mera camaradería.

No hay segundas intenciones en su forma de comportarse cerca de él, no tiene otro sentido oculto que deba ser descubierto con cierta cautela. No hay nada detrás. Es eso lo que él intenta tan desesperadamente hacerse creer, porque su perspicacia es un arma de doble filo que apunta, con mayor frecuencia, en su contra, y ahora no es diferente.

Recuerdos vagos de Denji flotan en su memoria, como fantasmas cotidianos para un doliente, y son tan persistentes que le produce náuseas (aunque, en el fondo, solo sienta el cosquilleo de unas mariposas en su estómago, y sabe que no se asemeja ni un poco a la idea de sentir asco): tener al chico motosierra en su cabeza todo el tiempo y a todas horas le está volviendo loco.

Trata, inútilmente, de convencerse de que es una excepción causada por el vínculo de camaradas que los une, pero cada vez que se propone creérselo, llega Denji y tira todo por la borda. Porque Denji se aleja y hace cualquier cosa que lo defina como todo menos un compañero de profesión, y se le acaban las ideas para fingir que no se da cuenta de lo evidente.

Irremediablemente para Hirofumi, Denji no es cualquier tipo, y no solo por el hecho de que es el motosierra, sino que, para variar un poco, también siente algo  por él quemando por debajo de su piel. Es un sentimiento que punza en su carne, que le hace volverse inseguro de repente, porque no cree ser la  persona más adecuada para tener esas emociones, y, menos aún, cree que Denji sea el mejor sujeto al cual dirigir esas emociones. Es confuso, y verdaderamente ridículo, un sinsentido aparatoso, pero es así y no puede cambiar la realidad. 

Bueno, podría fingir. Sería, sin dudas, fácil para él, pero ello conllevaría sangrar por dentro, hacer que todas las sensaciones que Denji le producen, sean algo imaginario; cualquier cosa que el muchacho haga no podría significar más que eso, y debería estar bien con ello. Sin embargo, no lo está. No hay forma de que pueda estar bien fingir, no cuando Denji es tan frágil; a pesar de lo realmente estúpido que pueda verse, no es alguien a quien las cosas no le afecten porque puede manejarlo, sino todo lo contrario: es todavía más frágil que una persona promedio porque él, para empezar, ni siquiera puede entender que exista gente que le haga daño de manera intencionada. Entonces, ¿Cómo podría él fingir, disimular, que el amor que se desprende de sus dedos no es real? Si todo lo que Denji espera es que lo quieran, aunque sea un amor tan falso y definitivamente provechoso como el que Makima finge sentir por él.

Admitirlo, se dice, es más difícil que fingir que no lo ama, porque Denji no le corresponde, y no lo hará, si sus dichos de ser definitivamente heterosexual son algo que decir. Ese no es el mayor problema, de todos modos, si alguien se lo estaba preguntando. Un obstáculo todavía más grande, imposible de superar en esta vida, tenía nombre y apellido,  y unos ojos oscuros y un cabello negro y ligeramente largo, si es que se necesitaban más detalles. 

Superar a Aki no es algo que ningún mortal pueda hacer, ni siquiera intentándolo. Era una batalla perdida para cualquiera, aunque no habían muchas personas en el mundo luchando por el frágil corazón de Denji como sí lo habían peleando desesperados por el del motosierra (si le preguntan a él, lucharía con las mismas fuerzas por el amor de ambos, porque anhelaba todo de Denji, si era posible). Hirofumi no tuvo más remedio que aprender a ocultar el recelo que desprendían sus ojos cada vez que el nombre de Hayakawa aparecía en sus labios, cada maldita vez que la sonrisa del chico motosierra se borraba por el recuerdo de su partida, por el maldito y traumático día en el que sus bonitos ojos, por fin, lloraron y no fue por otra cosa que para sentir culpa. 

Yoshida no es una persona que sea particularmente atenta con las emociones de los demás, no tiene tacto, a menudo disfruta de decir verdades hirientes, sí, es cierto, pero a Denji jamás podría decirle, viéndolo directo a los ojos, que el estómago se le revuelve de envidia y celos, y que preferiría morir a ser el reemplazo de Aki en su vida. Y, aunque callarse implique sufrir en silencio,  a él no podría importarle menos si Denji le sonríe de vuelta, con sus dientes chuecos y puntiagudos, y sus ojos brillan con nostalgia (a veces, incluso, juraría que es capaz de ver el reflejo de Hayakawa en ellos, pero prefiere apartar la mirada). Si Denji está a su lado puede soportarlo, aunque casi nunca le llame por su nombre, aunque jamás le toque las manos con sinceridad, y ni siquiera le importa si Denji le besa en la oscuridad y dice ese nombre. Por esta vez, fingir estará bien. 

es el amor, con sus pequeñas magias inútiles | yoshidenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora