Pov nadie
Era casi alrededor de la medianoche cuando pasos fuertes y rápidos resonaron por toda la sede de los Caballeros de Favonius. Esto fue provocado por un chico pelirrojo de ojos verdes quien traía una enorme sonrisa en su rostro junto con un papel en una de sus manos.
"¡Jean, jean!" Grito él, mientras abría una puerta y entraba en una oficina. En ella se encontraba la Gran Maestra Interina, Jean; una mujer de ojos azules con un largo cabello rubio atado en una firme cola de caballo alta. Se encontraba firmando unos papeles en su escritorio, o al menos eso era, hasta que el joven enérgico entro a su despacho. "Mira esto!"
"Tatsuya, sabes que no puedes llamarme así en horas de trabajo, y menos en un lugar público." Dijo en tono de reproche recibiendo a cambio una risa nerviosa.
La verdad sea dicha, y es que ambos sentían cierta atracción hacia el otro, pero ninguno era lo suficientemente valiente para confesarse el uno al otro.
La forma en que la Gran Maestra Interina comenzó a interesarte por nuestro joven protagonista fue en mayor parte por su amabilidad y atención. Amabilidad a la hora de siempre estar ahí para cualquiera de la sede, ya sea ofreciendo palabras de ánimo, o ayudándolos a relajarse con su exquisito té. Atención porque siempre veía los problemas de los demás y trataba de darles una mano en lo mayor posible, como, por ejemplo, escuchar a los demás, mirando que no faltara nada en las reuniones, incluso limpiando la sede el solo. Todo esto llevo a que los miembros de los caballeros lo amasen. Y su reputación se extendió aún más debido a su capacidad de adaptabilidad a la hora de hacer encargos, logrando reducir así el trabajo en un 35% y, pudo haber sido más, si la gran maestra no hubiese puesto límites para evitar que sufra un colapso... cosa que ella conocía muy bien.
Con todo eso dicho, no fue raro que Jean se haya sentido bastante agradecida con el joven. Las noches en vela se habían vuelto prácticamente inexistentes, como si nunca hubieran estado ahí y, eventualmente, el insomnio ya no era algo con lo que luchaba cada día. Ella nunca creyó poder volver a dormir sus ocho horas diarias, pero ahora se había cumplido, y todo gracias a la persona que tenía delante.
Sin saberlo, Lisa le había comentado al pelirrojo sobre la carga que llevaba la rubia en sus hombros sola, lo que sirvió en gran medida para que tomara una decisión. Si bien, Tatsuya era excelente en ayudar a los demás cuando lo necesitaran, siempre estaba ahí para darle una mano a Jean. Ofreciéndole té, trayendo el almuerzo – más que nada porque todavía no hallo la forma de sacarla de su despacho – e incluso dándole masajes que Lisa le había enseñado.
La gran maestra nunca lo reprendió o pregunto por ello, podía, pero no quería. Mientras los días pasaban, la atención y cuidado de Tatsuya por ella hicieron que su corazón se acelerara cada vez más al estar cerca de él y deseando más su compañía. El afecto que recibía por su parte era algo que a estas alturas no podía imaginar no poseer.
Es por eso que cuando menciono que trabaría en la taberna Obsequio del Ángel, se negó rotundamente por miedo a perderlo. Luego de dar una pobre disculpa por su comportamiento, le pregunto, con un toque de miedo, que si dejaría los Caballeros de Favonius. Lo único que recibió en respuesta fue una risa, que la sonrojo, y las siguientes palabras que la seguirían hasta el fin de los tiempos: Nunca se me ocurriría abandonarlos, ustedes son mi familia.
Escuchar aquello trajo un gran alivio a su corazón, y que sus sentimientos solo se volvieran más fuertes.
Aclaro que ya había hecho todos los cambios necesarios para que no obstruyera su trabajo, aunque que quizás pasaría menos tiempo en la sede. Saber eso la entristeció, pero pronto lo dejo de lado, pues era algo que Tatsuya quería hacer por su cuenta y ella no era quien para retenerlo. A palabras de él, dijo que con esto podría ayudar a preparar bebidas enérgicas que levantarían los ánimos de los caballeros, o que los relajaría para tomar un merecido descanso. Poco sabia ella que en realidad lo estaba haciendo especialmente para ayudarla, ya que, después de todo, si los miembros se volvían más activos, significaría una mejora en su rendimiento que conllevaría a la reducción de encargos, en otras palabras, menos papeleo.
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