Labios

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La sociedad y la gente se ha encargado de hacernos creer que debemos ser perfectos para ser alguien aceptado y amado.

No hay ser perfecto que este vivo, porque sí hubiera sido así, hubiera muerto antes de dar su primer respiro.

La envidia acabaría con el, y el egoísmo lo haría su prisionero por la eternidad.

La naturaleza autodestructiva del hombre haría que todo hubiese terminado en segundos. Que no hubiera visto la luz del sol ni un bonito atardecer porque todo traia consecuencias. 

En este caso, cada gana de vivir sería un infierno constante.

Hace mucho conocí a una mujer.

Hubiera sido aquella protagonista de las películas de terror y aquellas películas que fueron destruidas por la crítica. 

A esa mujer le gustaba observar, y le gustaba quedarse callada hasta que fuera el mejor momento para hablar, porque sí lo hacía antes, pareciera como si tirara veneno de su boca y sus labios le harían el favor de manterlo ahí.

"—Que todo muera menos aquella flor, y aquella canción que habla sobre un pantalón azul."

Escuchala. 

Sería un relato escrito por Charles Bukowski y una película de Quentin Tarantino.

La mujer menos perfecta y sociable del lugar.

Hablo con ella por horas, y todas aquellas horas pienso en porqué lo sigo haciendo, y por qué no puedo parar.

Espero que sus labios no se desgasten más de lo que ya están, y que le deje de salir sangre de ellos cada que se arranca su carne.

Espero dejar de hacerlo, y espero que justo ahora el veneno corra por mis venas y me quede callada. Es lo que mejor se hacer, y lo que no cambiaría por nada.





–Poetas Muertos.

DelirioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora