CAPÍTULO 30

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Había revisado la cantidad de dinero en mi cuenta corriente ya muchas veces. Tantas que ya me sabía el número entero de memoria.

Lucas también me había enseñado todo lo que tenía en la suya, estábamos haciendo esto los dos juntos, con la misma finalidad. Queríamos ser felices.

La decisión que tomamos en cuanto a local y personal fue bastante buena. Entre los dos alquilamos unas pequeñas oficinas de apenas dos pisos en el centro de Roma, mientras que de personal, habíamos logrado convencer a un cuarto de la plantilla que éramos en Mallorca. Mi jefa estaba que echaba humo viendo todos los que nos habíamos ido, pero sabía que si abría la boca y empezaba a soltar barbaridades no iba a acabar muy bien. Sobre todo porque no sería la primera vez que ella hubiese echo algo tan malo.

Para vivir, habíamos alquilado un duplex. Tenía cuatro habitaciones, dos baños, una cocina y un salón enorme. Y lo mejor no era eso, si no la zona en la que estaba aquel acogedor hogar; Trastevere. Aquella zona que Lucas y yo habíamos recorrido de restaurante en restaurante cuando los dos estábamos libres.

Consideraba aquella zona buena. Era una zona con vida, pero a la vez tranquila, y eso hacía que me provocara una buena sensación para el crecimiento de Beatrice. Esta niña, iba a vivir en uno de los mejores barrios de Roma y si no lo presumía, yo misma iba a enseñarle.

Victoria y Damiano fueron los que nos hicieron todo el papeleo. Que si los papeles del alquiler de las oficinas, que si el alquiler del duplex, que si buscarle una guardería a Beatrice... Habían echo de todo por nosotros, y yo no sabía como agradecérselo, no sabía como darles las gracias por todo su sacrificio.

Beatrice apenas tenía medio año, aún era muy pequeña, y agradecía que fuese así. A ella no le iba a costar despedirse de este lugar para toda su vida, para ella sólo habían sido unos meses y tampoco iba a acordarse. Para mi era una vida entera en esta isla, con ganas de volar y ser libre, pero las raíces son algo que jamas puedes arrancar de una persona por mucho que quieras. Todo eso, va a estar toda la vida en su corazón.

A mi me dolía el echo de despedirme de mis padres, los cuales habían cambiado muchísimo y ahora éramos súper unidos.

Pero era hora de recuperar una de la raíces que se había quedado rota desde hacía cosa de dos años. De recuperar el amor de Thomas, de recuperarlo en general y de que viviesemos felices, los dos haciendo lo que nos gusta.

Victoria me contaba que él no salía con nadie, pero si que algunas noches se había acostado con algún rollo pasajero. Aunque me doliese tenía que aceptar que aquello podía pasar. Yo no había tenido nada con nadie, no porque no quisiera, si no porque me había concentrado en nuestra hija y en mi misma y no había tenido la cabeza para otra cosas que no fuese eso.
También decía que los veía muy unidos a mi hermana y a él. Yo era consciente de ello. Se hicieron muy amigos cuando me fui. Él estaba triste y mi hermana era muy buena persona, por mucho que le tuviese tirria. Aunque no fuese yo, sabía que mi hermana lo estaba cuidando, ya que cada dos por tres se iba a Roma a verle. Ella me informaba de todo, y lo agradecía. Siempre me era sincera y me decía las cosas sin pelos en la lengua. Digamos que esto nos había unido un poco más a las dos.

Pero hoy era el día.

El día en el que íbamos a volver a ser felices.

El vuelo a Roma salía esa tarde, y yo estaba echa un manojo de nervios pensando en si me dejaba alguna cosa. Solo llevaba una maleta, al igual que Lucas y mi hermana que había decidido venir los primeros días con nosotros., porque íbamos a quedarnos en casa de Victoria mientras traían nuestras cosas desde España.

Damiano me llamo quinientas veces aquella tarde diciéndome que me tranquilizara, y que dejase de enviarle audios cada cinco segundos histérica, que estaba también seguro de que estaba todo y que tenía que dejar de preocuparme tanto.

Beatrice, lloro como si no hubiese un mañana. Mi madre estaba ya cansada de tener que venir a por ella al menos tres veces cada hora. Yo ni hacía más que pedirle perdón. Ella estaba haciendo mucho por mi.

Al final acabe llamando a Lucas cuando estuve al borde del colapso.

Fue justamente cuando apareció por la puerta cuando un golpe de realidad me dio en toda la cara. El vino corriendo y me abrazó fuertemente.

— Voy a verle, Lucas. — Murmuré.

— Vas a verle, eso mismo. — Murmuró el también.

— ¿Como hemos llegado hasta aquí, Lucas?

El me acarició la mejilla y me miró fijamente a los ojos.

— Siendo más fuertes que nunca y luchando por lo que queremos en la vida, Chiara.

Se me escapó una lágrima que el seco al momento y volvió a abrazarme.

Lucas era la mejor persona que había conocido en esta vida. Él en este tiempo me había enseñado a ser fuerte a pesar de todo lo malo, a sonreírle a la vida por muy mal que estes, a tomármelo todo con gracia y con humor.

Me había enseñado a vivir.

A vivir como debía. A vivir con plenamente.

Era el quien siempre me sacaba adelante por muy destruida que estuviese. Era él quien había sacado también adelante a Beatrice.

Y cualquiera diría, ¿porque jamas llegaste a elegir a Lucas?

Por que Lucas, no era Thomas.

Thomas, tenía aquello que me hacía sentirme completa y en harmonía. Aquello que toda persona necesita para ser feliz.

Mi felicidad era el, y absolutamente nadie más. Me había enamorado de él, y lo tenía clavado en el corazón desde el primer momento.

¿Pero Roma iba a seguir como yo me esperaba?

Vero amore? // Thomas RaggiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora