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Alaris POV'S


Bajo los escalones de dos en dos, la falda del instituto balanceándose delicadamente con el andar, más que feliz porque aunque sea entre semana y me esperen unas clases de lo más aburridas, es la mañana de mi cumpleaños número diecisiete.

Me encanta cuándo llega mi día porque cocino con Blake, vemos películas y disfrutamos de pasar el rato comiendo decenas de dulces mientras parloteamos de absolutamente todo. Me gusta la libertad de poder decidir qué hacer en mi cumpleaños, papá y mamá no se meten conmigo y suelen estar más tranquilos, no me exigen ni piden estupideces que saben detesto hacer. En cuánto a los regalos me conformo con que me lleven al centro comercial para comprar cosas de pastelería. Así que sí, creo que es mi momento favorito del año.

Al llegar a la planta baja me encamino rápidamente en dirección a la cocina. William está leyendo el periódico, taza de café en mano y gafas puestas, mamá enfocada en el tocino. No me sorprende la ausencia de Blake, éstas semanas se ha estado yendo más temprano a la Universidad. Resulta que los exámenes la están asfixiando, por lo que se marcha con tiempo a repasar el contenido de sus clases. Sin embargo ha estado más distante y en numerosas oportunidades ha aplazado nuestros planes juntas. Suspiro, comprendo que este semestre la tiene agobiada.

No obstante lo que sí me descoloca un poco es que mamá no haya preparado los hotcakes con miel y fruta, especie de tradición por mi cumpleaños. De igual manera no permito que aquello me decepcione, quizás está muy cansada por el trabajo para recordarlo, últimamente vive en el hospital.

—Buenos días—Digo, sonriendo ampliamente, rodeando el desayunador al tomar asiento en las altas butacas de madera. Con entusiasmo espero por su felicitación, y es entonces que mamá se gira, mirándome sobre su hombro.

—Alaris—Su gesto es tenso, terminando de tostar el pan antes de ponerlo sobre un plato junto al tocino y apoyarlo en la mesada de granito—Termina todo, no debes estudiar con el estómago vacío—Señala, arqueando una ceja.

Frunzo el ceño mirando a papá, preguntándome porqué el ambiente tiene una carga tan pesada. William suspira, quitándose las gafas y dejando a un lado el diario. Los miro a los dos, todavía aguardando que digan algo.

La situación es más allá de lo extraño. Los pasados años no se demoraban ni un minuto en abrazarme, llenarme las mejillas con besos y mimarme. Si bien me he puesto un tanto complicada y hemos tenido varios roces a diferencia de cómo era nuestra relación antes, creí que hoy estarían dispuestos a celebrarme.

—Obedece—Dictamina papá.

Sin querer ponerlos de un peor humor, hago caso omiso a las ganas tengo de poner los ojos en blanco. ¿Qué es lo que hice ahora?

—¿Pasa algo?—Cuestiono, masticando el pan crujiente. Paso del tocino porque está algo más grasiento de lo normal, y no me apetece mucho.

Daris toma asiento a mi lado recogiendo su cabello castaño en un moño desprolijo. Está usando el uniforme del hospital, azul muy oscuro, y las ojeras debajo de sus ojos ámbar no ayudan en nada más que en darle un aspecto agotado. Mamá siempre fue una mujer hermosa de la cabeza a los pies; le fascina un buen vestidor repleto con ropa a la moda, le encanta el maquillaje y jamás se marcha de casa sin toneladas de perfume encima. Pero éstos días ha estado llegando tarde del trabajo y su usual aspecto coqueto ha recaído un poco, por lo que me la quedo viendo por un instante. Cuando ella termina con su café pronto está llenando de nuevo la taza, suspirando al dejarla sobre el desayunador, lanzándole una mirada a papá.

William se endereza desde su posición, y dice;

—Tenemos un evento al que asistiremos esta noche, y no está abierto a discusión si irás o no—Alzo las cejas, soltando un bufido.

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