Siempre justo detrás de él. Tapada por su larga sombra en cada sesión de fotos, en cada gala de premios y en las revistas musicales de mayor prestigio. Val sentía que era el personaje secundario de la pareja, el que a todos gusta pero sólo durante un rato. Luego los focos se apartan para enfocar al gran cantante de country, el protagonista indiscutible de cada fiesta. Incluso su guitarra aparecía ya en más fotografías que ella, y verse detrás de la sombra del instrumento que ella misma le regaló provocó que surgiera un nuevo sentimiento hacia él que poco tenía que ver con el amor.
Val ya sabía lo que le esperaba cuando aceptó la proposición de matrimonio de Ray. Ella le admiraba mucho antes de que fuese su pareja por su endiablado carisma y su inconfundible don para la música. Y fue precisamente la melomanía de ambos lo que les hizo unirse y convertirse en una de las parejas con más glamour de la década de los 60. Pero Ray era el rey. Ella sólo era la chica bonita que le acompañaba y que le daba a él ese toque tierno y romántico que volvía locas a las jovencitas de la época, que se rendían a sus pies mientras imaginaban infinitas aventuras apasionadas con él.
Val también era cantante y compositora, aunque nunca tenía la oportunidad de demostrar su inmenso talento. Todos querían a Ray. No importaba si ella hacía algún solo durante la gira de su marido que sorprendía al público, ya que en el momento en el que él volvía a subirse al escenario, todos olvidaban el don para la música que la joven poseía. Y apenas era mencionada en las crónicas musicales cuando era la telonera en sus conciertos más multitudinarios. La gente pagaba por ver y escuchar a Ray, no a Val. Pero ella no se conformaba con ser la sombra de la leyenda. Val se negaba a pasar a la historia como "la mujer de" y comenzó a idear un plan.