Ray, sin saberlo, inició el comienzo de su propio final. Sus cada vez más frecuentes idas y venidas con el alcohol lo colocaron en el centro de la diana, pero los medios de comunicación sólo hacían engrandecer la leyenda de Ray con cada botella. Val tenía que hacerle sobrepasar el límite entre una estrella alcohólica y un cantante caído por su adicción. Ella le convencía para que bebiese más. Le decía que el alcohol le inspiraba y que con cada trago las letras de las canciones que componía eran mucho más brillantes, más auténticas.
A Val ya no le importaba Ray. Ya no le veía como el hombre al que más admiraba. No tardó en darse cuenta que la única forma de poder tener su lugar en la música y en la vida pública era acabando con la vida del que un día fue su alma gemela. América adoraba a las desconsoladas viudas. Era el plan perfecto para despegar su carrera hacia lo más alto del panorama musical. Ella resurgiría entre canciones escritas desde el dolor y la pérdida del amor, y así los focos se redirigirían hacia ella como ya lo hicieron durante el tiempo que estuvo soltera.
Las grabaciones del nuevo disco de Ray transcurrieron con mucha dificultad para todo el equipo creativo y de producción. Ray apenas podía cantar y cuando lo lograba había que repetir una y otra vez porque ni siquiera era capaz de recordar las letras de sus propias canciones. Los productores estaban desesperados y amenazaron con cancelar la gira y la promoción del álbum. Val sabía que eso destruiría todo su plan, y se vio obligada a mantener a Ray a raya durante unas semanas para asegurarse que la gira se mantenía en pie. No podía prescindir del evento que daría mayor dramatismo al desenlace de su plan.
La gira comenzó y los primeros conciertos fueron un éxito rotundo. Ray dio lo mejor de sí. La crítica estaba cautivada con su regreso y el público enloquecía con él en el escenario. Sus ingestas de alcohol se redujeron y Ray se sentía como nuevo. Sin embargo, todo formaba parte del plan que Val tenía controlado a la perfección. California era el lugar. Quería hacerlo más poético, más dramático; pues fue allí donde se conocieron, se enamoraron y se casaron.
Unas semanas después llegaron a Los Ángeles. Ray estaba dispuesto a dar el mejor concierto de su carrera, y Val estaba lista para asegurarse de que fuera el último. Antes de salir al escenario, le convenció para que bebiese una copa para relajar los nervios previos a la entrada en acción. Luego le animó a una segunda, una tercera... A pesar de que Ray le decía que era suficiente, Val insistía. Ella sabía cómo embelesarle para que hiciera todo lo que ella quisiese. Ray amaba a Val. Él podía tener todos los tópicos de cualquier estrella de la música, pero jamás traicionó a su mujer, y ocasiones nunca le faltaron durante toda su carrera. Esa profunda confianza en ella le llevó a creer en cada una de sus palabras por muy disparatas que parecieran. Y fue entonces cuando a esas copas se le unieron las pastillas.