Recordando a los caídos.

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-¡Mamá, mamá! –la dulce voz de una niña pequeña rompía el silencio de una tarde de verano, sus palabras sonaban bastante infantiles, como si apenas hubiese aprendido a decirlas. Estaba parada en el patio de una casa, frente a una piedra adornada con una flor, que parecía haber sido puesta hace poco. Del interior salió una mujer joven de cabello azul, que se agachó al lado de la niña, que le señalaba aquella roca con cara de duda.

–Oh, eso. Ahí es donde descansa tu papá.

– ¿Pa-pá?– ella puso una mano en el cabello azul de la pequeña y lo revolvió un poco.

–Cuando crezcas más, te contaré todo –dijo con una sonrisa –se paciente, ¿si?

–Pa-ci... ci...

En la distancia se oía un sonido de alarma, que sonaba cada vez más fuerte, y toda la escena se desvaneció para dar paso al techo de mi habitación, completamente oscura y completamente helada debido al frío de la mañana de invierno, pero aún así estaba bastante despejado afuera. Miré por la ventana como las luces se apagaban lentamente en toda la ciudad, hasta que me di cuenta de algo: estaba nevando. Era hermoso, y me subió el animo casi de inmediato, incluso siendo día lunes.

Ya había pasado un mes desde que conocí a Suzume, y nos volvemos más cercanas cada día desde entonces. Es una chica muy agradable y comprensiva, pero aún asi...

No pienso decirle que soy un ghoul.

Sus padres son personas muy paranoicas con respecto a este tema, y si tan solo una persona se entera, incluso siendo ella, llegaría a sus oidos de una forma u otra, y sería mi fin. A pesar de que ya le tengo confianza, no puedo arriesgarme.

De hecho, ya pasó una vez. Y fue la única ocasión antes de ahora en que conocí a alguien, pero creo que lo había olvidado.

Fue en verano, durante las vacaciones. Cuando aún vivíamos en nuestro antiguo hogar. Tenía menos de diez años.

En las tardes que pasaba solitaria en el parque, conocí a una niña de cabellos rubios, a la que, por mera idiotez, le conté que yo era "especial", o sea, que comía carne humana. Ella le contó a su madre sin saber a qué me refería, y lo que pasó después aún está grabado en mi mente como si fuese un video imposible de borrar. Aquella noche el señor Yomo estaba en casa, hablando sobre unos temas con mi madre, mientras yo dibujaba en la sala de estar. Entonces, alguien tocó a la puerta, y entraron tres hombres en traje y que cargaban maletas. Uno de ellos tomó un extraño artefacto, parecido a las pistolas para precios, y apuntó a mi madre, causando que este hiciera "bip" una y otra vez. Luego, las maletas se transformaron en espadas y pistolas. Eran quinques, uno de ellos siendo algo parecido a un látigo, que fue agitado por su usuario causando la destrucción de muchos muebles en la cocina y la sala. Mi madre me tomó en sus brazos mientras que el señor Yomo evitaba que los investigadores entraran con su kagune de tipo Ukaku.

– ¡Touka, llévate a Miu! ¡Yo las alcanzo!

– ¡Ten cuidado! –mamá comenzó a correr cargándome en sus brazos, bajando al sótano. No entendí en un principio por qué entramos ahí, de hecho, en ese tiempo le tenía miedo a la oscuridad de aquel lugar. Luego ella levantó una caja, que no se veía para nada especial, pero que dejó ver una pequeña palanca que abrió una puerta oculta. Frente a nosotras se extendía un pasillo, que se volvía completamente negro. No había luz alguna, hasta que ella tomó una linterna bastante pequeña, iluminando de color azul el túnel, de aspecto no muy viejo. Al entrar cerró la puerta, dejándonos solas y con la única opción de seguir hacia adelante.

–Mamá, ¿dónde está el señor Yomo?

–Ya vendrá, tranquila. –pero... él nunca vino.

Cuando salimos del otro lado, nos encontramos unas manzanas más allá de la casa, con el cielo estando más iluminado de lo normal. Subimos al tejado de una tienda cercana, y ambas observamos cómo nuestro hogar ardía ferozmente. Todo estaba siendo convertido a nada más que ceniza. Podía escuchar a mi madre llorar, y en ese tiempo pensé que era por la pérdida de nuestra casa, pero hoy comprendo. Aquella noche todo fue destrozado, incluyendo la tumba de mi padre.

Y luego, supimos que el señor Yomo había caído luchando. La noticia de que una familia ghoul habitaba antes en lo que ahora eran negras ruinas de ceniza, simples vestigios de una vida pasada, se extendió a velocidad descomunal. Nosotras nos mudamos en el mismo distrito 20, pero a una casa algo más grande y cercana a la tía Hinami, donde hemos vivido de forma tranquila.

Pero el señor Yomo no fue la única persona que ya nos ha dejado. Fue la única que se fue cuando yo ya había nacido. No conozco mucho sobre el suceso, pero sé que hace diecisiete años tuvo lugar una operación a gran escala contra el café donde mi madre trabajaba: Anteiku. En la batalla desaparecieron muchas personas que eran importantes para mi madre. Sus compañeros de trabajo, cuyos nombres no conozco, están entre ellos. También su antiguo jefe, un viejo conocido como Yoshimura, aunque lo más probable es que esté muerto. Ahora tan solo queda mi madre, y la tía Hinami. De hecho ella no es mi tía, pero me gusta llamarla así.

Y respecto a la tumba de mi padre, perdida hace mucho tiempo, hoy es recordado con una piedra similar a la de la vieja casa, con una flor como en aquellos días. A veces me gusta imaginar cómo sería mi vida si él estuviera vivo.

Encontré en el suelo de mi habitación un collar, que no era mío. Lo miré bien hasta reconocer que era el de Suzume, que se lo había quitado la noche anterior, cuando estuvo de visita en mi casa. Seguramente olvidó que lo hizo. Cuando me vestí lo puse en el bolsillo de mi chaqueta. Antes de salir miré el calendario, y me quedé quieta por un momento.

¿De verdad lo había olvidado?

¡Era mi cumpleaños!

A pesar de que en mis ahora diecisiete años de vida nunca hice nada fuera de lo común en esta fecha, este sería algo más especial, ya que era a primera en mi vida en que lo celebraría con alguien más que mi madre y la tía Hinami. Iría con Suzume a algún lugar en el centro, a pasar la tarde.

Bajé las escaleras para encontrar a mi madre preparando café, y al oírme corrió a darme un abrazo.

– ¡Feliz cumpleaños, mi princesa! –me apretujó tanto que no podía respirar –no puedo creer que ya tengas diecisiete años.

–G...gracias –seguía apretándome, pero me soltó unos segundos después

–Esta tarde te voy a dar una sorpresa, así que asegúrate de no llegar tarde, y luego podrás salir con tu amiga.

– ¿Sorpresa? ¿Qué es? – ¿en serio? En ese momento no entendí el significado de "sorpresa" –cierto, cierto, es sorpresa –mi madre al parecer no pudo evitar reírse.

–Tu café está listo, siéntate –aún tenía un tono de voz risueño.

Media hora después estaba llegando a la escuela, y me encontré con Suzume. Luego de saludarla, le entregué su collar, mientras ella me felicitaba por mi cumpleaños. Ambas subimos las escaleras y pasamos por la entrada, pero entonces...

Un sonido de bip.

Uno como el de aquella vez, que no se detenía.

Entonces ví, a ambos lados de la entrada, extrañas barras metálicas, que estaban emitiendo una luz roja parpadeante.

Y de los parlantes instalados en los pasillos, una voz grave, hizo un anuncio.

–Los detectores de RC han detectado a un Ghoul, todos los alumnos evacuar a sus salones.

¿Detectores?

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¿Qué tal? Ya no es viernes por 13 minutos acá en Chile, así que fallé en publicarlo el día que corresponde D: lo siento.

Pero de todos modos, aquí está el nuevo capítulo. Recuerden comentar para expresar sus críticas, opiniones o dudas, y no olviden votar si les gustó :3

¡Gracias por leer! Espero haya sido de su agrado.

Deseo de venganza (Tokyo Ghoul)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora