Capítulo 1

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Brail

Aquella mañana me levanté sobresaltado a causa de la horrible pesadilla que tuve. No logré conciliar el sueño apenas, en cada uno de los fragmentos desenfocados de aquel sueño sólo había espacio para ella. ¿Debería preocuparme?

Siempre he sido la típica persona paranoica que aquello que sueña lo busca por medio de que no se queda tranquilo y necesita saber todos y cada uno de los significados de las interpretaciones que crea mi cerebro a la hora de dormir pero en este último caso no quiero ni saberlo. Amo a Gaia cómo nunca he amado antes y el mero hecho de saber que algo malo podría pasarle algún día e inclusive que no esté yo para bloquear su dolor me comía por dentro día si y día también.

El mal sabor de boca no se me iba así que opté por darme una ducha de agua hirviendo, al menos eso relajó cada uno de mis tensos músculos en aquellos treinta minutos. Hoy no entraba en mis planes verla pero lo necesitaba. Todo se acabó hace cosa de un mes de la peor manera posible. Lo único que queda de un nosotros es el polvo que se levantó después de caer todo lo que construimos y lo peor de todo que no pudimos evitarlo, se nos escapó de nuestras propias manos.

Cogí el móvil y marqué su número. Mordí nervioso un pequeño padrastro que se asomaba justo al lado de la cutícula que se encontraba en mi dedo pulgar. Al tercer tono respondió:

—¿Sí?

Mi corazón se encogió. No era raro después de tanto tiempo. Quiero decir, Gaia sabe más que nadie quién era yo. Renegado hasta para mis propios sentimientos.

—Hola.

—¿Qué es lo que quieres, Brail?

—Sólo necesitaba escuch...más bien verte.

—No, lo sabes.

—A la mierda. Estamos a fin de mes y no voy aguantar la entrada de otro sin haberte visto de nuevo.

—Dijimos que se acabaría todo el día que salí por la puerta de tu apartamento.

—Ya lo sé. Ya lo sé, joder. No me lo recuerdes.

—Adiós.

—Espera, porfavor. Sólo dime donde estás. Quiero darte algo.

Pude notar como sus ojos se pusieron en blanco al escucharme.

—¿Sólo eso?

—Sólo eso.

1 mes después

Dejé caer mi mejilla contra mi puño y me acomodé lo mejor posible en ese horrible sillón. Era tan duro que se asemejaba a sentarte sobre una piedra. A los pocos minutos me desperté sobresaltado debido a los constantes pitidos que conectaban con Gaia. Salí corriendo hacia la puerta pidiendo ayuda mientras que volví de nuevo a su lado.

—No me hagas esto de nuevo.

Gaia sufrió un accidente hace cosa de un mes y no daba señal de mejoría. Su ausencia era algo que anhelaba ya que no quedaba ni eso en ella.

—Disculpe, tiene que abandonar inmediatamente la sala.

—¿Qué coño dice? Ni de coña voy a dejarla.

—Porfavor, debemos trabajar. Esto es más grave que otras veces.

—¿Qué? ¿Qué cojones quiere decirme con eso?

—Señor, por favor.

En aquel mismo instante dos médicos con esa horrible vestimenta blanca que tanto asco he cogido estos últimos días me cogieron de los brazos y comenzaron a forcejear conmigo hasta literalmente arrastrarme hasta la puerta de la habitación. Pegué un puñetazo a esta y sofoqué un grito.

—¿Qué pollas está pasando ahí dentro?

Comencé a caminar de un lado a otro exhauto llevándome las manos a la cabeza. Hacía días que no me pegaba un buen baño y mi cabello grasiento lo pedía a gritos. He sido el que la mayor parte de todos los días ha estado con Gaia, le comenté a su madre que estuviera tranquila ya que yo me quedaría con ella y sorprendentemente a pesar de su desconfianza y desagrado hacia mi, aceptó.

Habia pasado una hora y no obtuve respuesta de nadie. Parece que escucharon mis pensamientos ya que un medico de la propia habitación de Gaia salió en mi busca.

—¿Es usted familiar de Gaia?

—Sí. su pareja. ¿Qué ocurre?

No quería imaginarme nada. Sólo me bastaba la mirada de vacío y compasión de aquel hombre.

—Gaia está muy grave y necesita urgentemente un trasplante de corazón.

Algo en mi cabeza se rompió. ¿Qué mierdas me acaba de decir? Me sudaban las manos y mi propio corazón se agitaba más que nunca. Necesitaba pensar. Aclarar mis ideas y pensamientos, y no tenía otra opción que hacerlo en milésimas de segundo. Mi cerebro trabajaba a una velocidad indescifrable. Nada me quedaba si ella no estaba. Alguien muere o alguien sale lastimado. ¿Qué era peor, perderla ahora o después? Finalmente respondí.

—Está bien.

1 semana después

Gaia

Mi madre me ayudó a recostarme sobre la camilla para así poder tomar un poco de agua, mi garganta lo agradecería. Acababa de despertar, llevaba tantos días dormida sin sentir ni padecer que no me percaté de nada. Sólo necesitaba recuperarme y descansar.

—¿Dónde está Brail?—pregunté mirando a mi alrededor. Era la primera vez en mucho tiempo que veía esta habitación de cuatro paredes.

—Pues, sí. Ahora vendrá.

Notaba a mi madre más nerviosa de lo normal y no podía entender el porqué. Mírame mamá, estoy bien, sana y salva. Me encontraba realmente cansada a pesar de estar tumbada la mayor parte del tiempo. De un momento a otro mi padre apareció por la puerta, traía un trozo de papel bastante doblado y arrugado por su parte en una de sus manos y en la otra una pequeña botella de agua. No había rastro de Brail.

—Hola, hija. ¿Cómo te encuentras?—preguntó este primero.

—Parece que he dormido como tres días seguidos pero dentro de lo que cabe estoy bien.

—Pues no han sido sólo tres días. Has estad..

Finalmente pregunté de nuevo.

—Mamá, ¿dónde está Brail?

Mi madre me miraba incrédula. No respondió. En cambio, mi padre se adelantó y lo hizo por ella.

—Él quiso que vieras esto antes de nada—entonces me entregó a la misma vez el trozo de papel.

Lo miré a los ojos dubitativa y accedí. Cogí el trozo de papel y comencé a desdoblarlo.

Un nudo se formó en mi garganta hasta que pude sentir como mi extraño y cercano corazón comenzó a bombear con fuerza parte de mi sangre.

PompeyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora