Echó un vistazo a aquella placa cobriza que resplandecía en la puerta. “Doctor Pablo Bustamante” decía la inscripción…
Marizza se recostó en la silla. De nuevo, le enviaban a un nuevo psicólogo… No les bastaba con encerrarle durante 40 minutos al día con el pedagogo del instituto, sino que ahora tenían que recurrir a especialistas… ¿Qué coño pasaba con su familia? Una chica se asomó a la sala y les comunicó que podían ya entrar…Se sorprendió al encontrar a un médico tan atractivo. Tendría apenas unos 27 años… Posiblemente sería rico, para haber conseguido una consulta privada tan pronto se necesitaba más que cabeza… Y sí, su sonrisa y sus ojos hechizaban. Pero aquello no iba a convencerla… Volvió a acomodarse en la silla, mientras el chico intentaba ser amable.
-Hola Marizza. ¿Cómo te encuentras?
-¿Cómo debería estar?
-Procura no contestarme con preguntas… -Sonrió.
-¿Qué?
Su madre suspiró y decidió que era el momento de parar aquello. Su hija, no era una chica muy fácil de tratar…
Pablo sonrió y miró a la madre, que estaba algo disgustada por el comportamiento de la pelirroja.
-Dígame… ¿Por qué han venido?-Verá… Hace un año que me enteré de que mi hija consumía substancias…
Marizza exclamó un leve grito y la miró sorprendida: ¿Tienes que andar destapando mis trapitos por todos los sitios a los que vas?-¡Es un doctor Marizza!
-Eh… -Dijo Pablo. –Continúe.
-Pues… Pues eso. Que mi hija consume algunas drogas… Y no quiere estudiar, ni hacer nada… Últimamente, hasta le noto más delgada…
-¡Mamá! –Gritó Marizza molesta. -¿Quieres cerrar la puta boca?
-Señora Spiritto… Abandone el despacho y espere fuera…
-¿He hecho algo mal? –Dijo preocupada.
-Al contrario… Ha hecho muy bien. Pero quiero hablar a solas con Marizza…
La mujer cogió su bolso y se fue de la sala dejando a aquél joven tan amable, con su niña… Tanto había cambiado…
-Bien Marizza… ¿Quieres decirme la razón por la cual te comportas así con tu madre?
-¿Así sin más? ¿Directa?
Pablo asintió.-Pues porque es imbécil. No hay más… -Dijo a la vez que sacaba un paquete de tabaco del bolsillo.
-No se puede fumar aquí…
-¿Quién lo dice? –Dijo mirando a su alrededor.
Se abalanzó sobre ella bruscamente y le quitó el paquete de la mano: Yo lo digo. –Sonrió.
Puso los ojos en blanco, mientras se cruzaba de brazos…
-Bien, no me dejas fumar, eres un pesado… Y yo que creía que tenías más morbo…Pablo no pudo evitar sonreír ante el comentario…
-Sé que hay algo que te hace destruirte a ti misma… No sé el qué porque llevamos tan solo 10 minutos hablando… Pero sé que no te hace gracia comportarte de esa manera.-¿Y ahora qué eres, adivino?
-No, psicólogo. Los adivinos cobran más…
Marizza soltó una carcajada y le miró sonriente. Poco a poco se iba sintiendo más a gusto en aquella sala.
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