Capítulo XVI

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Diego se sentó en el sofá, mientras esperaba a que Roberta estuviera lista. Minutos después, su celular comenzó a sonar dentro de la chaqueta color grafito que se había puesto sobre la camisa blanca, de la cual había dejado los tres primeros botones desabrochados.

—Mia.

—Llegarán a la hora, ¿verdad?

El joven sonrió al tiempo que echaba un vistazo a la puerta cerrada de su habitación.

—Haré lo que pueda.

—No me sirve esa respuesta, Diego.

—¿Por qué estás tan nerviosa?

—No estoy nerviosa —se defendió la rubia con rapidez.

—Sí estás, ¿es porque verás a Miguel de nuevo? —preguntó Diego con voz burlona.

—Ay, no seas ridículo, ¿quieres?

—Mi hermanita está enamorada —canturreó, sabiendo que a cada segundo, Mia se enfurecía más.

—¡Cállate! No estoy enamorada y ni se te ocurra hacer esas bromistas payasas en la cena.

—Bueno, gruñona.

—¡Promételo!

—Lo prometo.

—Y llega temprano, yo ya voy en camino para allá.

—¿Alguna otra orden?

—De momento, no. Nos vemos.

Mia terminó la llamada y él solo pudo soltar una carcajada.

Estaba contento de que por fin su hermana se hubiese fijado en un buen tipo, pues normalmente sufría detrás de esperpentos con los suficientes problemas emocionales como para mantenerla en su rol de psicóloga 24/7, hasta que los ayudaba lo suficiente para que ellos dieran media vuelta y la dejaran sola.

Mia se merecía un buen hombre y estaba seguro que ese era Miguel, a quien, ya se había fijado, no le era indiferente su pequeña hermana. Y por esa mismísima razón, la había invitado a la cena de bienvenida que a Roberta se le había ocurrido celebrar, luego de que Miguel y Florencia se instalaran en la ciudad de México desde hace una semana

Revisaba un email que le habían enviado de la clínica con temas administrativos, cuando escuchó que la puerta de su habitación se abría.

—Creo que a mi hermana le gusta Miguel —le comentó a su novia, sin despegar la vista de su teléfono celular.

—Pues yo ya me había dado cuenta, a Miguel también le gusta ella. A ver si les echamos una manita esta noche... ¿Me ayudas con el cierre?

Diego alzó la vista por fin, distraído, y  abrió los ojos como platos al encontrarse con la espalda de Roberta. El cuerpo de la pelirroja estaba exquisitamente enfundado en un vestido básico color chocolate, el cual se amoldaba a su figura desde arriba de las rodillas hasta los hombros, suspendido de ahí por unos delicados tirantes bordados. Sus pies ya estaban calzados por unos bonitos zapatos nude de tacón y cuando se levantó del sillón para estar a su nivel, pudo percibir la rica fragancia de su perfume, el cual se había puesto detrás de las orejas y en la nuca, descubierta, pues todo su pelo se lo había dejado sobre el hombro derecho para dejarle libre acceso al cierre abierto del vestido.

Completamente contrario a lo que ella le pidió, y rendido ante la tentación que era para él la mujer frente a él, Diego se acercó a su novia y le besó el lado descubierto de su cuello, al tiempo que con ambos dedos índices se enganchaba a los tirantes de la prenda que cubría el cuerpo femenino y lo deslizaba suavemente por los tersos brazos de Roberta, dejándola desnuda de cintura para arriba.

Un nuevo comenzarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora