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En su mano izquierda formó un puño y la metió en su boca con tal de no gritar. Por muy irónico que fuera el caso, Jaemin se consideraba a sí mismo como todo un hombre. La idea de suplicarle a Jeno que dejara de lamerle el maldito pezón y que se decidiera de una buena vez a succionar y morder, era demasiado trajín para su ya bastante mancillado orgullo. 

—¿Te gusta? –La pregunta hecha en un tono de mofa, le dejó en claro a Jaemin que el desgraciado lo hacía a propósito.

—¡Vete a la mierda! –Fue la mejor respuesta que se le ocurrió bajo el efecto del pulgoso. —Deja de jugar y compórtate como todo un hombre, uno que va a joderme.

La risa profunda de Jeno hizo que la piel del rubio se pusiera de gallina. Dejando el puño de su mano de lado, comenzó a quejarse bajito cuando por fin el chico sobre él comenzó a mordisquear y succionar el pezón que ya dolía de necesidad. Sosteniéndose de los hombros anchos de Jeno luchó por mantenerse cuerdo cuando su mundo entero comenzaba a girar, la mano grande se había envuelto en su hombría y se la estaba tocando con movimientos desesperadamente lentos.

—Ya no puedo más. –Casi suplicó Jaemin. Él quería venirse cuando ese hombre estuviera enterrado hasta las bolas dentro suyo, no por una paja, por muy buena que esta fuera.

—Tranquilo, amor. –Susurró contra su oreja, soplando suavemente. —Voy a hacerte venir tantas veces que te vas a quedar sin voz de lo mucho que gritarás mi nombre.

—Eres un... ¡ay! Estúpido presumido. –Trató de burlarse, pero una pena que ese fuera el momento exacto que siente pasar la mojada lengua sobre su abdomen. El muy cretino era tan virgen como él, en esas circunstancias no tenía derecho a verse tan seguro mientras él temblaba como una hoja con cada nuevo toque.

—¿Estás bien? –Le pregunta al percatarse de su tensión. —¿Estoy haciendo algo mal?

Jaemin levanta la cabeza del suelo para ver la mirada inocente de Jeno. El chico era un lobo grande y malo, pero al fin de cuentas ambos eran nuevos en esto de el juego de manos.

—Es solo que... –Lo jala hasta que sus rostros quedaran a la misma altura. —Tengo miedo. –Le costaba trabajo admitirlo, pero aquella era la verdad.

Los ojos dorados del chico se abrieron y cerraron al entender.

—Creí que un gatito tan decidido como tú no tendría miedo de nada.

—No te burles. –En sus labios formó un puchero, abultando la boquita que ante los ojos del otro era adorable.

—No me burlo. –Le dió un pequeño besito que logra sacarle una risa. —Lo que pasa es que tengo tantas ganas de estar dentro de ti que me preocupa lastimarte de alguna manera. 

Jaemin lo toma de las manos, y con sus labios acaricia el dorso.

—Algún día sería mi primera vez. —Confesó, sus mejillas tornándose de un suave rosa. Era vergonzoso. —Quiero que sea hoy... a tu lado.

Eso fue todo lo que se necesitó para que Jeno se entregara a sus deberes como domador de gatos salvajes. Besando la boquita que lo esperaba abierta, mordisqueó y lamió los labios apetitosos entrando despacio con la lengua, causando gruñidos por parte de ambos. 

Una brisa fresca levantó las hojas secas e hizo bailar las ramas de los árboles. La luz de luna se colaba entre la floresta bañando con sus rayos a la noche que se revolcaba hambrienta en su propia misteriosa sensualidad.

Las manos de Jeno recorrían el torso desnudo de Jaemin; con una lo levantaba por la espalda y con la otra le sostenía la cabeza, para que no los separara ni un milímetro. El rubio termina acomodado en su regazo, sentándose con las piernas abiertas, buscando ansioso la manera en que su miembro se friccionara contra el ajeno.

Cuando el lobo atrapó a su gato | NOMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora