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Con tanta ternura como le fue posible, Jeno acarició los costados de Jaemin. El chico lo miraba con tanto amor que lo hizo sentir capaz de bajar la luna solo para que su pareja sonriera.

Poniendo una almohada bajo las caderas del rubio, trató de que la penetración fuera la más cómoda para el padre y bebé. Abrió los muslos del joven y alineó su miembro contra la estrecha entrada, sin perder de vista los ojos grises que lo miraban, se introdujo lentamente, arrancándoles un suave gemido a ambos.

—Eres tan grande... –Le reconoció el rubio arqueando la espalda, la sensación de estar lleno era mejor de cómo la recordaba.

—Tienes que decirme si te hago daño. –Advirtió Jeno mientras se empujaba con suaves movimientos tentativos. Un buen guerrero sabía que siempre había que explorar la zona para saber qué estrategia usar.

Al ver como Jaemin enrollaba las piernas alrededor de su cintura, supo que el chico estaba listo para más, así que se lo dio.

Los ruiditos de placer llenaban la atmósfera de la modesta habitación del lobo. Jeno sabía que había llegado a casa. Las manos pequeñas de Jaemin se sostenían como podían de sus hombros mientras él lo penetraba cada vez con más fuerza, siempre vigilando la más mínima muestra de malestar en sus ojos.

Jaemin gritó el nombre de su pareja manchando su vientre con el resultado del más hermoso orgasmo. El lobo le mordía el hombro mientras el felino imitaba el gesto, ahora ambos estaban unidos por un lazo que ni siquiera la misma muerte podía separar. Según las historias de los viejos, las almas se unían y al renacer volvían a encontrarse.

Al apartarse de su pareja, Jeno encontró que su dulce chico se había quedado dormido.

Con cuidado de no despertarlo se puso de pie, fue al baño y desde ahí tomó una toalla para humedecerla con agua tibia. Con más ternura de la que alguna vez pensó sería capaz, limpió al joven para terminar arropándolo entre las mantas de su cama.

Con una sonrisa en el rostro, una que llevaba casi un mes de no mostrar, se acostó abrazándolo. La felicidad no podía caber más dentro de su pecho.

Era cierto que al amanecer tendrían que enfrentar muchas cosas, la mayoría no serían buenas, pero con el apoyo de su pequeño sabía que podía hacerle frente a lo que sea que se viniera.












Mark quedó en medio del bosque observando con la boca abierta el lugar por donde el lobo se había marchado llevándose consigo a su supuesta pareja, que ahora sabía era un chico comprometido con otro.

Decidido a obtener algunas explicaciones, dio la vuelta para enfrentar al alfa de los gatos. Había sido engañado y alguien tendría que pagar por ello. Dado que las parejas enlazadas eran algo sagrado, la responsabilidad recaería en el padre que fue quién formalizó el contrato.

Invocando su naturaleza animal, Mark salió de allí con un trote rápido. La luna en el cielo brillaba como una gran moneda de plata, el tigre sabía que esta noche de luna era un asunto perdido para él. Lo mejor sería dejar por la mañana cualquier discusión con el otro alfa. Para todo había un momento y un lugar.

Sin encontrarse con ningún otro lobo, cruza la frontera y llegado al territorio de los gatos monteses aligeró el paso.

Resoplando molesto siguió su camino, tenía planeado llegar a su camioneta y tomar algo de ropa, de nada servía seguir dando vueltas por allí.

Perdido en dichos pensamientos, no ve venir el fuerte golpe de algo contra él. El impacto ha sido tan duro que logra hacerlo dar dos pasos hacia atrás. Sacudiendo su cabeza aleja el zumbido que le dejó, apurándose en enfocar la vista en lo que le chocó segundos atrás.

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⏰ Última actualización: Jan 15 ⏰

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Cuando el lobo atrapó a su gato | NOMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora