01

386 25 2
                                    

Recuerdo el primer día que papá me llevo a cazar ciervos tras tantas insistencias de mí parte, me enseñó a como disparar un arma, como ocultarse de los animales, seguir huellas y demás cosas que según él, es necesario que un cazador lo sepa. Supongo que tenía razón, después de todo, él era cazador profesional.

Tenía 7 cuando disparé mi primera arma, mate mi primer animal, y mis manos se llenaron de sangre, papá me cargó en sus brazos mientras giraba y mamá miraba con una sonrisa, estaba contenta por mi logro, a pesar de que a ella nunca le gustó la idea de que papá me enseñara a cazar. Ahora con 16 años, siendo ex-cadete de una escuela militar de mi país, papá sufrió una terrible depresión con la muerte de mamá, y yo no había vuelto a tocar un arma desde entonces, habían pasado tres años desde eso. Y a pesar de que papá poco a poco estaba superando a mamá y su relación conmigo se habia hecho mas unida, nunca volvimos a pisar un bosque ni ido a cazar.

Papá me lo había prohibido.

Mis tíos habían convencido a papá para que nos mudemos a Fork, su antigua ciudad, un lugar pequeño, rodeado de bosques y vegetación, tal vez eso ayudaría a papá, desconectarse un poco de la ciudad y las luces de Chicago, para volver al lugar donde fue feliz, a su infancia.

Yo nunca había estado allí, papá dijo que era un lugar tranquilo, donde todos se conocían.

Así que aquí estamos, en Fork, su antigua ciudad y la nueva mía, nos habíamos mudado hace casi dos semanas a su antigua casa, donde él vivió con mamá antes de tenerme.

Eran las seis y media y yo ya estaba despierta junto a papá, habíamos adoptado un estilo de vida madrugador, yo mas que nada por haber ido a una escuela militar y papá por ser cazador y levantarse temprano para ir al bosque conmigo a cazar, pero yo ya no iba a una escuela militar y papá ya no era cazador.

—Buenos días pa' —saludé cuando termine de bajar las escaleras, papá se encontraba en la cocina haciéndose un café, llevaba unos pantalones vaqueros negros y una sudadera azúl con unas botas militares, las mismas que usaba cuando iba de caza.

—Holaa —respondió cuándo me acerqué a darle un beso en la mejilla, tiró de mi camisa a botones negra para acomodar el cuello de ésta —, parecé que hoy decidiste vestirte todo de negro ¿algún velorio? —. Bromeó mientras miraba mis vaqueros y zapatillas también negras.

Yo solo me di la vuelta para verme en el espejo que estaba cerca de la puerta de la cocina— Ningún velorio, solamente que el negro me sienta bien... Demasiado bien.

—¿Eres emo...? ¡Una mini emo! y una muy tiernita —bromeó de nuevo por mi baja estatura y mi cara aniñada, la verdad los cachetes sonrojados hacían parecerme mucho menor, los destestaba. Papá me acerco una tasa de café para que me siente en la encimera de la cocina, me paso unas tostadas con mermelada mientras se sentaba al frente mío.

—¿Tu ves que tengo el pelo tapandome los ojos? O sea, sí, pero es que ya me tengo que cortar el flequillo un poco —respondí mientras trataba de ponerlo recto, pero siempre se volvía a abrir en forma de librito.

—Está bien, por cierto, pasado mañana empiezas la escuela, ya terminaron las vacaciones aquí así que te fui a inscribir ayer, también te compré un par de materiales para que no te falte nada.

Yo solo asentí, la verdad no tenía muchas ganas de empezar la escuela, pero era hora. Había visto el instituto de Fork un par de veces cuando papá me llevo a recorrer la ciudad, no era el instituto que esperaba, sinceramente la creí mas pequeña, debido a que la ciudad lo era, pero estaba bien.

Terminamos el desayuno y como en cada mañana desde que mamá ya no estaba, nos pusimos a limpiar la casa mientras escuchábamos música, a mamá le encantaba hacerlo, la relajaba, y adoptamos su costumbre, tal vez así no nos sentíamos tan solos sin su ausencia, y era una forma de recordarla sin la necesidad de nombrarla.

Cazandote| Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora