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—¿Shikamaru?

El Nara dio un respingo al oír la familiar voz de su amiga. Oculto a Temari tras suyo, porque realmente no creía que la rubia quisiera que alguien la viera en aquel estado, se volteó aparentando estar lo más tranquilo posible.

—Ino, ¿Qué haces aquí?

La rubia de ojos azules le observaba con el semblante serio. Sus cejas perfectamente arqueadas, su boca que mostraba una mueca de disgusto, sus brazos cruzados sobre el pecho y algo en sus ojos que al pelinegro no le gustó. Pero es que no lo observaba a él, si no observaba a Temari… o eso intentaba, ya que la chica de ojos aguamarina estaba prácticamente oculta tras suyo.

—Eso mismo te pregunto—Replicó ella, con voz baja y calmada al parecer no quería perder la cordura— ¿Qué demonios haces aqui? Y para el colmo con esta ramera cuando claramente acordamos estar en el palacio y no alejarnos de nuestros puestos por la seguridad del emperador.

Shikamaru ni siquiera tuvo tiempo de contestar. Escuchó a Temari soltar varios insultos hacia Ino y de un momento a otro, él se hallaba a pocos pasos detrás de ella.

—¡¿Disculpa?! —Temari avanzó a zancadas hacia Ino— ¡¿A quién carajos le llamas ramera, maldita mujerzuela?!

Shikamaru le sujetó de la muñeca, temeroso de lo que se le ocurriera hacer. La rubia no era de esas personas que tienen paciencia. No era de esas personas que iban por el mundo repartiendo amor y paz, de eso estaba seguro.

Ino la observó de pies a cabeza, de aquella manera que tan solo las mujeres pueden, de aquella manera que pueden hacer lucir a cualquiera como menos, con aquel ojo crítico que el pelinegro siempre se preguntó si no era una especie de don que suelen tener todas las mujeres.

—Suéltala, Shikamaru

Antes de que el Nara pudiera siquiera negarse, la rubia jaló de su brazo con tal fuerza que a él no le quedó más de otra que obedecer.

Ambas rubias se acercaron, Ninguna de las dos dijo nada. Se quedaron allí, desafiándose, matandose con las miradas. Temari realmente quiso saltar sobre aquella mujer, clavar su afilado cuchillo en la yugular de la chica... pero había algo que se lo impedía, y es que esa mujer que está frente a ella es amiga de Shikamaru.  Aunque se moría de ganas, no podía hacerle daño.

La observó, en silencio, con completa calma que no sabía de dónde la obtuvo. Ino caminaba alrededor de ella, evaluándola, pero Temari se limitó a mantener los hombros rectos. Los ojos le escocían por las lágrimas y por ratos, la vista se le nublaba por las lágrimas que retenía. Tomó una bocanada de aire y lo retuvo unos segundos, para luego muy disimuladamente exhalarlo. No, no estaba nerviosa. Solo algo alterada de que Shikamaru la encontrará en esa situación.

El lugar parecía haber puesto toda su atención en ellas dos. Todos curiosos. Todos extrañados por la osadía de aquella mujer al levantarle la voz a alguien como Temari, muchos esperando que la rubia se abalance sobre la Yamanaka. Temari no miró a nadie en particular, evitó el contacto visual incluso con Ino.

Sin embargo, no pudo evitar ver al hombre corpulento parado frente a ella… Y él también la observa. Le lanzó una mirada fría, distante, pero él solo la mira con algo de miedo, pero no por ella si no, por lo que sea lo que sea, que le pudiera ocurrir a su amiga.

princesa

La yamanaka se detuvo frente a ella y levanto la vista manteniéndolos fijos con los de Temari.

La rubia debe admitir que le sorprendio oír aquel apodo, pero lo disimula bastante bien. Sonrió, una sonrisa ladina y altanera.

—Me pregunto de donde habrá sacado aquel apodo tan alabada mujer.

—Me pregunto cómo es que sigues viva.

Temari rio. Una risa nasal y burlona, que tan solo sirvió para molestar aún más a Ino. El azul verdoso de sus ojos brillaba con altanería. Se acercó más a ella, quedando ambas a escasos milímetros.

debes ser muy buena en la cama y por eso aquel apodo—se burlo Ino tratando de provocar a Temari, pero en lugar de eso, ella negó movimiendo la cabeza y ensanchando su sonrisa.

Le gustó ver qué no había miedo en aquellos ojos celestes, no había nada que indicara que se sintiera incómoda por la presencia de ella. tan solo por eso Temari tuvo piedad para no matarla en ese momento.

No. Solo fue por matar a miles e iguales que tu amigo—Susurró, bajito, para que solo ella le escuchara.

Ino se tensó ante las palabras, emitiendo un amenazante gruñido.

Eres una…

—tranquila hermosa, que tengo algo mucho mejor para Shikamaru que un poco de metal en su cuello.

Ninguno de los chicos vio a La rubia lamer de manera burlona la mejilla de Ino, mucho menos oyeron la escalofriantes risa de la chica. La yamanaka se estremeció, tanto de asco como de miedo, pero no se apartó.

Maldita psicópata.

—puta.

—Zorra.

—Mojigata.

—Asesina.

florecita—Temari sonrió. Sabía dónde darle a la yamanaka, pues tenía bastante información del famoso trío Ino-Shika-Cho—¿Qué tal está tu padre, florecita?... ¿Y tu madre?—Pregunto, con falso pesar—Ahora escúchame muy bien que no lo voy a repetir—su voz cambio a una más seria y fria—aléjate de mi camino imbécil… No tengo miedo de desenvainar una espada delante de tu amigo.

Ino contenía la respiración. ¿Cómo sabía Temari lo de su padre? ¿Cómo sabía lo de su madre? Retrocedió unos centímetros de ella con las lágrimas rebosando sus ojos, observando con atención el rostro de aquella mujer. Aquella sonrisa tétrica y burlona, aquellos ojos, fríos y sin emoción.

¿Quién eres? —Susurró— ¿Quién eres, Temari?

Pero La rubia, como respuesta, tan solo sonrió. Sabía perfectamente a qué se refería Ino. Sin decir nada, tomó a Shikamaru de la mano y se alejó de allí.

CONTINUARA...

La princesa y el guardia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora