III

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Y ahí estaba él, prestando guardia al emperador por si alguna amenaza se atrevía a atacar.  El traje le incomodaba, demasiado apretado que difícilmente podía estirar los brazos, era asfixiante, se sentía amarrado en aquel traje elegante.

Miró a su alrededor a la gente que celebraba los 70 años del emperador, bebían y en su grupo de amigos estaban riendo y charlando casi de todo. Aparto la mirada de ellos, debía de estar en alerta, de tener cuidado, al mínimo descuido podrían atacar no solo al emperador si no a su gente.

Una joven se le acercó con una bandeja dónde habían varias copas llenas de un líquido rojo. Era vino. ofreciéndole la muchacha amablemente a Shikamaru este acepto, solo seria una copa, nada podría pasar, además tenía el cuerpo tan tenso y calor que hacía era muy insoportable qué pensó aquello le ayudaría. Dio un trago y bebió todo el contenido de la copa, e hizo una mueca al sabor amargo de este.

Pasadas las horas, llegó el atardecer y de eso la gente empezó aglomerarse, los niños junto a sus familias paseaban sonrientes, corriendo, jugando o comiendo alguna golosina, incluso participahan en los juegos que había.

Entonces entre ellos, apareció ella que destacaba entre todos los presentes. Tenía una copa entre sus dedos entrelazados sobre su vientre y apoyaba despreocupadamente la espalda contra la pared de una vieja casa.

Estaba preciosa, lleva puesto un vestido morado que no era demasiado ostentoso ni elegante, este iba pegado a su cuerpo mostrando sus curvas y pecho.

Aquel par de orbes verdes le miraron con intensidad, escudriñando en la oscuridad de sus ojos, como si a través de estos pudiera verle el alma. Shikamaru, de repente, se sintió desnudo. Temari ladeó la cabeza en dirección a un callejón un tanto oculto entre los juegos donde se divertían varía personas y le dedicó una sonrisa de lo más traviesa de aquellas que el Nara simplemente no podía ignorar.

Ella giró, contoneando sus caderas y de manera seductora. Shikamaru ni siquiera fue consciente de en qué momento comenzó a seguirla. Se percató de ello solo cuando la perdió de vista.

Parado en medio de aquel pasillo, vio su cabello dorado doblar por una esquina, la siguió hasta que la miro entrar en una hostal. Entro en ella sin dudarlo. la falta de iluminación hizo que mirara por a todos los lados en su busca. ¿Dónde pudo haber ido? había muchas puertas y lugares donde ella podría esconderse. de repente sonrió, escuchó pasos, tranquilos y ligeros, quiso reírse.

¿Acaso juega al escondite?

Comenzó a caminar por dónde provenía los pasos, siempre teniendo en cuenta aquel suave murmullo de un par de pies movimiendose por el suelo. Ella estaba prácticamente a su alrededor… O eso creía él. Los pasos dejaron de escucharse cuando estaba frente a la puerta de una habitación, tomo la manija y entro. fue entonces, que sintió un par de manos tomarle los brazos… Y antes de que pudiera reaccionar alguna vez, sintió su espalda chocar contra una pared a la vez que unos delgados labios sabor a vino se aplastaran contra los suyos.

Fue sorpresivo para el moreno tal acción de la rubia. Pero no dudo ningun segundo en que el cuerpo le respondiera de manera instintiva, tomando las caderas de aquella chica entre sus manos y así acercarla más a él, pegándola a su cuerpo.

Acariciaron los labios ajenos con ansias, devorándose en un beso de lo más apasionado y, ¿por qué no decirlo?, incluso algo lujurioso. En una acción de lo más oscuro, rosando lo obsceno, sus lenguas se encontraron en una caricia ávida y experta. La tensión, mesclada con el anhelo y el deseo, se esparcía en el aire.

Fue Shikamaru quien se encargó de cortar con aquel brusco chocar de labios. Ambos jadeaban, sus mejillas estaban rojas y sus ojos brillaban, encendidos por el calor que les recorría de punta a punta. Ninguno fue capaz de decir algo. Tan solo se miraron. Las manos de ella, sujetaban los hombros de él, reteniéndole contra la pared, mientras que las del Nara le sujetaban el rostro a ella, acariciándole las mejillas con los pulgares.

Casi no se creyó estar viéndola. No creyó que aquel beso fuera real. Había pasado mucho tiempo sin verla. Sonrió, feliz de verla de nuevo. Sin perder el tiempo se giró sobre si, de tal manera que fue Temari quien se encontraba pegada a la pared. Llevo una mano tras su nuca para acercar sus rostros y volver a besarse con la misma desesperación de hace unos segundos, la rubia le correspondió deseosa por probar de nuevo los labios de aquel hombre.

Shikamaru deslizó por los hombros las tiras del vestido de la rubia, dejándolo por debajo de su pecho, y comprobó que la rubia no traía brasier, sonrió pícaro. bien una prenda menos que quitarle. Tomo uno de ellos con su boca y saboreo cada parte de la piel expuesta.

La rubia balanceo sus caderas presionando aquella erección que crecía debajo de los pantalones del Nara, dejo escapar un gruñido cuando el pelinegro mordió sus senos. Rápidamente bajo los pantalones por debajo de las rodillas, tomo su hombría y empezo a deslizar su mano de arriba abajo. Lo escucho maldecir contra su cuello. Rio sabía que el Nara luchaba contra sus impulsos de lanzarse sobre ella.

Los segundos pasaron saboreándose, rozándose sus pieles, tocaron sus partes sensibles por unos cuantos minutos hasta que Shikamaru le obligó que girara haciendo que ella apegara su rostro en la fría pared de la habitación. Elevó la falda de la rubia para poder sacarle las bragas. Le acaricio el interior de los muslos y deslizo su hombría sobre la feminidad de Temari.

Un escalofrío recorrió en el cuerpo de la rubia al sentir la masculinidad del Nara sobre sus pliegues, el movimiento era demandante brusco, Temari desesperada por la fricción que hacían sus cuerpos, llevo su mano a tientas para tomar la hombría del Nara y introducirlo dentro de ella, pero en lugar de permitirle aquella acción el Nara solo le tomo ambos brazos y los coloco tras la espalda de la rubia.

Temari intento zafar sus brazos y al ver que era inútil y comenzar a perder la paciencia, movió sus caderas, escuchó una baja risa del Nara y es en donde por fin él se aventuró en su interior… El Nara aún presionando con los brazos de la rubia tras su espalda, sujeto con su mano libre la cadera de la rubia para continuar con un movimiento brusco y las embestidas profundas. Ambos estaban disfrutando de la intimidad, gozando en el calor que el otro les brindaba, la sensación de ser uno, de estar completos.

Temari sintió sus piernas temblar y de paso en su vientre comenzó a formarse el tal anhelado orgasmo pero nunca llegó pues Shikamaru salió de ella liberando sus brazos y caderas, jadeante, ambos lo estaban.

—¿Por qué paraste?—se quejo la rubia antes de que el Nara le arrancará el vestido por encima de la cabeza.

—no quería terminar.

—idiota.

—problemática—murmuro para después tomarla en sus brazos y llevarla hasta la cama.

Ya en el borde de la cama, la rubia le ayudo a quitarse la camisa y el resto de ropa, quería sentir el calor que emanaba el cuerpo del Nara, se dio la vuelta y se sentó entre las piernas. El Nara movió el cabello dorado hacia un lado y beso su hombro desnudo. Temari extendió el brazo hacia atrás y atrapó la nuca del pelinegro para besarlo en los labios. Mientras ella jugó un momento con el miembro del Nara, este le masajeaba los senos provocándole varios gemidos.

—hazlo—pidio Shikamaru entre los labios de la rubia.

—ahora eres tú quien suplica.

—¡demonios Temari!, deja de ser problemática y déjame entrar en tu cuerpo.

Temari sonrió. Acomodo la hombría del Nara en la entrada de su vagina, Alzó un poco las caderas y se dejó caer sobre él, el Nara sentía que iba a explotar. Empujo su pelvis aun más, las paredes reducidas de la rubia le succionaban fuerte, aferrándose a su tamaño. Ella marco un ritmo, sus movimientos eran circulares, de arriba abajo, sabía la forma de hacerle correr al Nara.

Las embestidas pasaron de lo suave a lo duro, ambos se deslizaron sobre la cama cayendo el Nara de espaldas con ella encima de él, esta vez el control lo tomo el Nara, moviendo sus caderas, saliendo de ella para luego entrar, con una mano pellizcaba los senos de la rubia mientras que con la otra jugaba con el clítoris de su pareja.

Jadearon, gimieron y aumentaron el ritmo, las nalgas de la rubia chocaban con los muslos del Nara con fuerza. Su cuerpo se retorcia contra él y su vagina parecía no tener suficiente.

—Temari, te amo—habia susurrado el Nara

La rubia abrio sus ojos al oír la voz de Shikamaru junto a su oído. Toda ella se tensa. No quiere contestar. Ese pequeño momento se siente tan lindo, tan especial, que no quiere arruinarlo.

A los pocos segundos bastaron unas embestidas más para que el orgasmos llegara a ellos, la rubia grito el nombre del Nara y este soltó un gemido que fue ahogado en el hombro de su amante cuando se corrio dentro de ella.  Fue una experiencia abrazadora, algo totalmente inexplicable. Fue más que un maldito orgasmo. Ambos sintieron el cielo y en el infierno al mismo tiempo. Una mezcla única.

Y es en ese momento en que la rubia, jadeando, agotada pero satisfecha, se deja caer junto al cuerpo del Nara. Sus ojos quedaron cerrados, sus labios entreabiertos y su cuerpo entero aun girando en aquel remolino de sensaciones, tan extrañas y familiares a la vez, tan raras pero maravillosas. Las sensaciones eran abrumadoras, mucho mejores de lo que recordaba.

Aquello fue… igual, pero diferente al mismo tiempo. Un acto ya conocido, ya experimentado, pero al mismo tiempo, algo nuevo y desconocido. Fue hacer el amor. Fue entregarse al otro, pero no por placer, no en busca de aquel orgasmo violento al que le acompañan los gemidos, no. Fue entregarse por necesidad de sentirse uno, de sentirse cerca de la persona amada.

Y sin siquiera saberlo, ellos entregaron mucho más que el cuerpo… entregaron sus almas, convirtiéndola en una.

Sin decir nada más la rubia se deja abrazar del Nara cubriendo sus cuerpos con las sábanas. El silencio reina en la oscura habitación, interrumpido únicamente por las agitadas respiraciones de ambos que poco a poco dejan de oírse hasta quedarse profundamente dormidos. 

La princesa y el guardia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora