II

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Habían entrado a la habitación en silencio. Desde que se habían alejado de Ino y Chouji, Temari ni siquiera le dirigió una mirada. Usualmente, solían entrar a los besos y acaricias, incluso semidesnudos, ella solía rodearle el cuello con sus brazos y lo besaba con tal pasión que Shikamaru sentía el embriagante sabor de sus labios. Pero esta vez, la rubia tan solo se apartó de él y caminó hacia el otro extremo de la habitación, como si buscara alejarse lo más lejos posible de él .

El Nara no supo qué hacer. Ella estaba alterada. Demasiado tensa, demasiado nerviosa. Vio sus manos temblar cuando intentó quitarse la vaina de las caderas, sus dedos se enredaban demasiado. Ella gritó, frustrada, gruñó y se arrancó la kunai de un brusco jalón. Shikamaru retrocedió unos pasos al verla arrojar el objeto al suelo.

¿Tem? —Llamó.

Nunca la había visto así.

Ella lloraba. No eran sollozos, ni lágrimas silenciosas. Toda ella temblaba con los espasmos del llanto. Un llanto doloroso y lleno de amargura. Hasta parecía faltarle el aire. La rubia se cubrió el rostro, respirando de manera forzada. Se mordía el labio para callarse. No, no tenía por qué llorar. No estaba bien. Ella no… no.., No soportaba mas eso. No daba más. Había tocado fondo.

Escuchó los pasos de shikamaru avanzar hasta acercarse a ella. No lo impidió, no quiso apartarlo. No hizo nada cuando él, de manera precavida, la rodeó en sus brazos. Sintió sus piernas temblar, pero no le importó. El Nara se sentó en el suelo y ella se dejó abrazar en su regazo.

Temari, tu vestido esta…

—No me sueltes—Pidió ella. Sus brazos se aferraron al torso del pelinegro— Por favor, Shikamaru, no me sueltes.

Shikamaru no respondió. Tan solo podía observarla. Tenía la falda llena de manchas oscuras, aún húmedas, y cuando ella le sujetó de la nuca, pudo sentir perfectamente algo húmedo mancharle la piel. En silencio, con el corazón bombeando en su pecho, llevó una mano hacia las de ella juntandolas y tanteando casi con miedo para luego verse; sus dedos estaban manchados con sangre.

El Nara no lo podía creer, Temari no es así, aunque había evidencias cuando la encontró. al ver a ese guardia del emperador, muerto, porque ella le atravesó el pecho con una kunai matandolo en ese instante, supo que era cierto lo que estuvo sospechando hace un tiempo, era verdad, sacudió su cabeza. no quiso creerlo. Sujeto la ropa de la rubia, pasándolo por las partes húmedas y las llevo frente a él, sus manos estaba cubierto de sangre...

Se quedó congelado en su lugar. Recordó aquel sueño, donde veía a Temari cubierta de sangre. No supo qué hacer. ¿La apartaba? ¿Le pedía una explicación? Temía lo que le fuera a contestar en caso de pedírsela. Apoyó la mandíbula en el hombro de ella, estrechándola en sus brazos, sin saber qué hacer.

El Vestido se había corrido y al bajar la mirada, vio casi por completo las piernas de ella. En el muslo derecho, sujeta por una liga, tenía varias shuriken y agujas seguramente bañadas en un potente veneno. Eso no era nuevo. Sabía que ella siempre tenía algún arma oculta en las vendas que llevaba en su vestuario. Lo que llamó su atención, fueron las huellas rojas en el mango de la Kunai.

Tem… —Llamó, con voz calmada, por tercera vez— ¿Qué sucedió?

Ella se aferró el cuello del Nara. Tomó aire y lentamente lo exhaló. Ya no lloraba. De un momento a otro, ni siquiera podía sollozar. Sin decir nada, se colocó de pie y retrocedió, alejándose de Shikamaru. El silencio en el cuarto se volvió tenso. La rubia bajó la mirada hacia la falda, alisándola con las manos, como si le quitara el polvo, y nuevamente levantó la mirada hacia los ojos oscuros del moreno. Su ojos incrédulos a lo que veía.

Temari sintió asco de su ropa. No pensaba hablar ni una palabra de lo que ocurrió hace unos minutos atras. Llevó las manos a su espalda y desató el cinturón de su falda, dejándolo caer al suelo. Miró de reojo a Shikamaru y contuvo una risa al ver el rostro de él, mientras que una a una dejaba caer las prendas, dejando ver aquel corsé que por primera vez se había atrevido a usar. Escuchó la respiración de él acelerarse. Sabía que aquel corsé le gustaría.

Se fue a sentar en el borde de la cama y estiró una mano hacia el Nara.

Ven —Llamó.

Shikamaru tragó saliva. Algo inseguro, se levantó del suelo y caminó hacia ella, hasta tomarle de la mano.

Tem

Shh, No hables.

La princesa y el guardia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora