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Sus ojos miraban fijos a la oscuridad del cuarto de aquel hotel. Sus dedos acariciaban de manera distraída el pecho desnudo del Nara.

Se hallaba ausente, suspendida en una especie de nube, ajena a la atmosfera de ese cuarto. Ajena a su desnudes, al cuerpo desnudo junto a ella, ajena a lo que acababa de hacer hacia tan solo unos minutos. Su mente se encontraba divagando muy lejos de allí.

Shikamaru dormía a su derecha. Había quedado dormido a los pocos segundos de terminar. En silencio, Temari se levantó de la cama, caminando desnuda por el cuarto. Las caderas le dolieron y sus piernas temblaron. Jamás pensó que aquel chico con cara de vago y que todo le resultaba tan fastidioso, fuera tan bueno en la cama. Debía de darle puntos.

Estuvo veinte minutos sumergida en el agua fría. Aún podía sentir en su piel el aroma del pelinegro. Había marcas de sus dedos en sus caderas, y las mordidas en su cuello dejandole marcas rojizas. Maldijo en silencio. Con los ojos cerrados, los sucesos de aquella tarde invadieron su mente.

Shikamaru había caído demasiado fácil en sus manos. El moreno temblaba bajo su toque, se estremecía con sus besos, se retorcía bajo sus caricias, fácilmente pudo llevarlo a la cama.

—Temari, te amo—pronuncio con voz ronca mientras él terminaba dentro de ella y el placentero gruñido resonó cómo un eco en su mente.

Temari sonrió, complacida. ¿Quién lo diría? Unos centímetros de piel hacían milagros. Sonrió. Maliciosa, satisfecha consigo misma, la sonrisa curvó los labios de la rubia. La victoria tenía un sabor dulce y placentero para su paladar.

Envuelta en una toalla, con la piel aun húmeda y el cabello mojado, salió del baño. Ni siquiera miró hacia la cama, donde Shikamaru seguía dormido. Rápidamente se vistió. Pero no se puso el mismo traje que Shikamaru se encargó de quitar, si no que se tomó su tiempo para ajustar aquel corsé lila a su torso, con bragas a juego y la falda, y por encima de aquellas prendas se coloco una capa negra que la hacía pasar por desapercibida entre las personas.

Acomodó una liga a su muslo desnudo y en ella, coloco unas shuriken, para luego sujetar el mango de una kunai atrás de su espada a un lado de su cadera. Se miró al espejo y allí está, el reflejo de Shikamaru dormido sobre la cama.

La culpa hizo que un nudo se formara en su garganta. Tenía que salir de allí antes de que pudiera arrepentirse. Se hecho un último vistazo frente al espejo, cubriendo su cabello rubio con la capucha de la capa, y con un Suspiro,  salió del cuarto, debía darse prisa hasta, ese entonces ya llegaria el anochecer en dónde encontraría a sus hermanos y allí su misión la cumplirian.

Y eso era matar al emperador.


La princesa y el guardia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora