໒✦❫⋮ No en él

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Las cosas no van bien, y Namjoon lo sabe. Puede verlo, incluso sentirlo, pero es ignorante de cómo poder solucionar algo tan intangible como sus engorrosos pensamientos que tienen de protagonista a cierto castañito que últimamente no sonreía mucho. Y todo gracias a él.

Era sábado, y aunque aprovechaba al máximo sus días libres, se encontraba despierto desde temprano, con su mente tan empecinada en lograr rodearlo con una vergüenza y culpabilidad que lo ahogaba. Estaba privándose a sí mismo de respirar profundo, y es que hasta su habitación estaba envuelta en aquel sutil aroma a rosas, que si bien al principio le agradaba, luego de sus nefastos actos solo lograba hacer que se sintiera aún peor. Sin embargo, le era imposible sacar el aroma, porque sentía la necesidad de olerlo, saber que él estaba ahí.

Adoraba a Seokjin, lo quería demasiado y se asustaba de la manera tan rápida con la que aceptó al menor en su corazón. Namjoon acostumbraba a ser alguien selectivo con sus amistades, pero ese chiquillo había sabido ganárselo por completo, y no se arrepentía. El hecho de saber que era su apoyo solo volvía más fuerte aquel apego por Seokjin, y no estaba dispuesto a dejarlo ir tan fácil hasta verlo cumplir cada una de sus metas.

Pero era tan difícil ser lo que eran antes cuando inconscientemente había creado una barrera entre ambos. Se obligaba a sí mismo a mantener distancia, no queriendo que aquello que pasó se repita o perjudique su relación. Seokjin lo había notado, que poco a poco se estaba alejando de él, y su corazón sufría cada vez que el pequeño castaño dejaba caer una de sus preciosas sonrisas dirigidas a él, intercambiándola por una mueca triste y confundida. Pero era necesario, al menos hasta que pueda saber porqué había hecho tal cosa, y peor aún, porqué parecía afectarle tanto.

Suaves toques en la puerta lo trajeron de vuelta a la realidad, y su corazón latió de prisa por saber quién se encontraba detrás de la madera. Permaneció en silencio, sintiendo su garganta cerrada.

—Uh, hyung... —aquel suave murmullo hizo estragos en su estómago. Se levantó de la mullida cama, y caminó hasta posicionarse al frente de la puerta, pero sin abrirla—. El desayuno está listo, comamos juntos, por favor.

Namjoon se quiso golpear a sí mismo por ser el causante de que la voz del menor fuese tan insegura, implorando por su compañía. Era un idiota.

Tomó el picaporte de la puerta y lo giró con lentitud, abriendo la puerta con tanto cuidado que lo volvía un poco ansioso. La imagen de Seokjin fue descubierta, y Namjoon apreció con dulzura aquellos rizos chocolates que siempre estaban desordenados en su frente, en conjunto con sus bonitos ojos curiosos y sus labios apretados en una mueca, sin pasar por alto la manera inconsciente en la que jugaba con sus dedos. Manía que ya era común ver.

Aún usaba un pijama, el cual era justo el que le habían dado en el hospital, y sus pies estaban descalzos. Sus ojos estaban en los contrarios, y se hallaron los dos mirándose fijamente. Namjoon se cuestionó a sí mismo nuevamente como venía haciéndolo desde el lunes. Era un niño, ¿por qué se dedicaba a mirarlo de ese modo?

«No, Seokjin no es un niño» se reprochó mentalmente, y aquello fue peor «no es un niño, nada de él lo es». Exacto, nada de él era un niño, y saber eso solo lograba que su confusa mente siguiera torturándolo con pensamientos que no venían al caso. Tenía novia, una a la cual visitaba mucho más a menudo para no hacerla molestar. Una que de todos modos se molestaba al negar una y otra vez su propuesta de vivir con ella. No iba a dejar a Seokjin solo.

Esquivó la mirada por unos instantes antes de volver a mirar al menor. —Vayamos a comer.

No pasó desapercibido la forma en que la mirada del chico se iluminó, y se sintió en paz consigo mismo al saber que no había vuelto a entristecerlo. Ambos caminaron hasta la cocina, y Namjoon sonrió de lado al mirar la mesa arreglaba con distintos alimentos para desayunar.

¡𝗔𝗟FA! ៚ 𝗡𝗔𝗠JIN [VN#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora