Entre pan y tinta

175 18 0
                                    

En el placentero silencio de la habitación, el fuerte sonido de la alarma se hizo presente. El rubio se había comprado hacía ya un par de semanas un despertador para poder levantarse más temprano, para poder ir a verle. A duras penas salió de la cama y se dirigió al baño. Atsumu no solía dormir vestido, por lo que cada mañana podía ver bien todos los tatuajes que decoraban su persona. Estuvo un buen rato decidiendo su outfit del día. Nunca había sido el tipo de persona en preocuparse de su apariencia, desde que era pequeño tanto su hermano como a él le llovían los elogios debido a su buen parecer. Pero Atsumu es todo un romántico, de esos que les gusta verse bien delante de la persona que les gusta. En esta ocasión, se decantó por un crop top negro de cuello y mangas largas, que tenía una abertura en forma de corazón en el pecho, y unos jeans blancos de tiro alto con algunas roturas. No podían faltar sus collares y una buena cadena plateada que decoraba su abdomen.

Una vez que ya se sintió listo, cogió las llaves de su coche y salió de casa. Aún era muy temprano, casi las siete y media de la mañana, por lo que todo estaba aún oscuro. Podía ir perfectamente caminando hasta su trabajo, puesto que solo quedaba a unos quince minutos a pie, pero, normalmente, a esa hora aún no le llegaban los efectos del café, por lo que sería un verdadero sufrimiento ir caminando hasta allí.

El trabajo de tatuador se había legalizado en Japón hacía ya un par de años, aunque siguiera habiendo mucha gente en contra, lo que hizo posible el sueño de Atsumu de abrir su propia tienda de tatuajes. Al principio no tuvo el apoyo de todo el mundo, sobre todo de su gemelo Osamu, el cual quería que su hermano siguiera con el vóley. Pero una vez que se legalizó, y vieron que su negocio prosperaba, le animaron a que continuara persiguiendo su sueño. Incluso Osamu, al que nunca le interesaron los tatuajes, se ofreció voluntario para ser una de las primeras personas a las que Atsumu tatuara después de que dejara de ser aprendiz.



Atsumu, ahora ya completamente despierto, entró en su negocio para poder organizar el papeleo y mirar que todas la citas en su agenda cuadraran bien. Luego se puso a mirar si había algún lugar que necesitaba limpiarse y fue a la trastienda a cambiarse. A sus empleados no les pedía que vistieran ningún uniforme, le gustaba ver las diferentes estéticas que vestían. Él salía de casa por las mañanas con algo cómodo para el viaje y luego se vestía a su manera una vez hubiera llegado a la tienda.

Volvió a la entrada de su negocio para ver que en la zona de recepción estaba todo en orden y que no faltara nada en los expositores de piercings. Una vez que su hubo asegurado de que todo estaba limpio, cogió su Tablet, dispuesto a dibujar algunos diseños, pero su mirada se fijó involuntariamente en las luces que provenían del negocio que estaba al otro lado de la calle.

Se trataba de una panadería que llevaba abierta unos seis meses. Era un negocio popular pero muy pequeño, por lo que por las mañanas solo venía una persona tan temprano. Sakusa Kiyoomi, el dueño y panadero estrella del local. Ambos negocios no estaban muy lejos el uno del otro, por lo que Atsumu podía ver perfectamente hacia el interior. Sus ojos buscaron al hombre que lo traía enamorado, hasta que este salió de la cocina para poner algunos artículos de bollería en los expositores. Al tatuador le entraron ganas de ir hasta allí para poder hablar con el hombre, pero, por alguna razón, a Sakusa no le gustaba estar cerca de Atsumu, por lo que se dignó a saludarlo cuando dirigió su mirada hacia la tienda de tatuajes. Pero ese día, su estómago estaba en su contra.





Allí estaba, Atsumu, el hombre que traía loco de amor a Sakusa. Al panadero no solían gustarle los hombres que tenían una apariencia llamativa, pero Atsumu era mucho más que eso. Atsumu tenía una personalidad amable y respetaba los límites que marcaban las personas, por eso no había vuelto a acercarse a él cuando, la primera vez que interactuaron, le dijo que no se sentía cómodo cuando la gente se acercaba demasiado físicamente a él. Eso había sido una completa mentira que había dicho porque se había puesto nervioso al estar tan cerca del rubio.

Además de su personalidad, Sakusa no podía negar que se sentía atraído también físicamente por Atsumu. Al tatuador siempre le gustaba vestir ropa que mostrara su figura: crop tops, pantalones de cuero, camisetas con transparencias... Y, aunque no quisiera admitirlo, le gustaba (y excitaba) los piercings que tenía en su lengua, labio y ombligo. Por eso no ayudó el que se enterara que Atsumu también tenía piercings en los pezones, aún se sonrojaba cuando pensaba en ello. A pesar de esto, al panadero no le gustó que el tatuador no volviera a acercarse a él, pero le reconfortó que Atsumu empezara a venir mucho más temprano de lo normal a su tienda, ya que era el único momento del día en el que podía verlo.

Cuando acabó de hacer sus tareas diarias y hornear el pan, guio su mirada hacia la tienda de tatuajes, donde ya lo esperaba la brillante sonrisa de Atsumu mientras le saludaba. Sakusa le devolvió un tímido saludo y volvió al interior de la cocina, porque sabía que si le miraba más acabaría sonrojándose. Pensaba que su interacción diaria con Atsumu había terminado, pero unos golpes en la puerta indicaron el verdadero inicio, ya que se encontró con el tatuador fuera de su local.


- ¿Atsumu? ¿Qué ocurre?

- Perdona que te moleste, pero hoy no he comido nada durante el desayuno, así que, si no estás muy ocupado, ¿podrías darme algo de comer? Obviamente te lo pagaré.

Sakusa sonrió ante esto último, lo que hizo que Atsumu se sonrojara.

- No te preocupes por eso. Yo aún no he desayunado, así que, si no te importa, podemos desayunar juntos.

- Me encantaría.

Ambos entraron en la zona de empleados, donde había una mesa para que los empleados comieran durante la hora del almuerzo, si así lo deseaban. Sakusa le pidió a Atsumu que se sentara mientras él iba a la cocina a preparar algo para ambos. Un rato más tarde, el panadero volvió portando una bandeja con dos croissants y un par de cafés.

- No le puse azúcar a tu café porque no sé cómo lo tomas normalmente, así que traje un poco para que te lo sirvieras a tu gusto.

- Entonces, eso significa que no sabemos mucho el uno del otro, ¿no?

- Bueno... sí, así es.

- Entonces deberíamos conocernos un poco más, ¿no te parece?

Atsumu tomó un sorbo de su café mientras Sakusa le miraba con los ojos abiertos como platos, y con el rostro sonrojado. Para intentar disimular un poco su sonrojo, le dio él también un sorbo a su café y miró hacia otro lado, ya que el outfit que llevaba Atsumu no le ayudaba. Ambos acabaron rápido con sus desayunos y habían retirado los platos, por lo que, lo único que quedó fue un incómodo silencio que ninguno de los dos quería romper porque eso significaría que su interacción había terminado.

- Sakusa, ¿puedo preguntarte algo? Es algo directo y personal, pero realmente me gustaría saber tu respuesta.

- Sí, claro.

- ¿Te gusto?

- ...¿Qué?

- Que si te gusto, si estás enamorado de mí. Porque a mí sí me gustas, y mucho. Pero puedo entender que yo no te atraiga por mi apariencia-

- Espera, Atsumu, espera. No deberías decir eso sobre ti mismo. Eres una persona estupenda y tu apariencia solo es una proyección de como eres y de tu vocación, y al que no les gustes por tus tatuajes y piercings se lo pierde, porque a mí me gustan mucho... porque tú me gustas.

Atsumu se quedó helado ante la repuesta de Sakusa, ni en un millón de años pensaba que el hombre correspondería sus sentimientos. Después de recuperar la compostura, y el coraje, Atsumu se levantó de su asiento y fue hasta donde estaba Sakusa para unir sus labios en un beso que poco a poco se fue profundizando. Ambos empezaron a dejar que sus manos sintieran el cuerpo del contrario, como si no quisieran desprenderse. El primer instinto de Sakusa fue subir sus manos hasta el pecho de Atsumu para verificar si tenía piercings allí arriba, y efectivamente, allí estaban.

Sakusa cargó a Atsumu hasta la mesa y lo sentó en esta para empezar a desvestirlo, pero antes de que pudieran hacer algo más, se escuchó el sonido de la campanita de la puerta que indicaba que alguien había entrado al local.

- Kiyo, aquí llega tu maravilloso primo Komori.

La pareja suspiró frustrada y se vistieron para, al menos, intentar no parecer que estaban por tener sexo, y darle la bienvenida al recién llegado. 

Iwaoi & Sakuatsu stories 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora