Dos ventanas entreabiertas
Tengo una respuesta a eso tintineando sobre la punta de mi lengua con la intención de salir disparada como flecha, pero en su lugar, lo empujo con fuerza poniendo mis manos sobre su duro pecho.
Espera... ¿Acabo de pensar eso? Da igual.
Lo que sucede es que se aleja dándome unos centímetros de espacio en los que mi cuerpo cabe perfectamente.
Siempre se divierte haciendo este tipo de cosas en contra de los demás... hasta este momento lo he repetido miles de veces: es un idiota.
Uno que sabe actuar para ser divertido y aunque no me hace sentir incómoda, es verdad que su presencia me afecta en un modo raro.
—¿Qué quieres probar? —pregunto tragando saliva.
—No estoy probando nada.
—¿Entonces por qué me retienes?
—Oh Tem... hace un minuto que tienes acceso para irte y sigues aquí.
No sabía que estuve reteniendo el aire hasta ese momento cuando incrédula lo dejé salir por mi garganta en un jadeo de impresión.
Esta vez sí que me dejó sin palabras.
—¿Qué quieres probar tú? —contraataca.
—Que eres un imbécil. —murmuro pasando por debajo de su brazo para poder irme.
—No lo creo.
Sus pasos resuenan por detrás de mí. Firmes y alargados por lo que parece, ya que me alcanza al instante.
—No me importa lo que creas.
—Entonces no te importa que lo que creo es que te gusta que sea un imbécil.
—No dije que lo fueras.
Y es cierto, lo he especificado, pero hasta el momento no lo he dicho abiertamente ¿verdad?
—Y tampoco pretendo serlo.
Se detiene justo frente a la puerta corrediza, impidiendo el paso. De nuevo, este chico está entre mi camino.
—¿Entonces? —me cruzo de brazos al hacer la pregunta, golpeando rítmicamente mi pie contra el césped.
—No negaste nada, ni tuve una respuesta.
—Ni la tendrás. —hago un ademán para pedirle que se haga a un lado, pero es obvio que no lo hará. —Hazte a un lado. —le pido ignorando su sonrisa.
—Me confundes. —agrega.
—¿Yo soy quien te confunde? ¡Tú me confundes a mí! un día eres increíblemente amable y al otro ¡eres tú!
—Ya tuvimos esta conversación tantas veces en tan poco tiempo. —dice tocándose el puente de la nariz como si él fuera quien está frustrado.
—Y la vamos a tener muchas veces más. —afirmo con seguridad sabiendo que mis palabras son ciertas.
—Es solo que no sé cómo actuar cuando estás cerca.
Se que no soy la persona más inteligente del mundo, pero me doy cuenta del peso en sus palabras. Aunque no estoy segura del significado exacto.
—Deberíamos entrar. —murmuro ignorando lo que dijo.
—Sí... deberíamos.
No me mira cuando se hace a un lado, mucho menos cuando entramos a la casa.
Hay silencio y no dijimos más palabras ni hubo más ataques entre nosotros.
Ataques no sería la palabra. Más bien entre nosotros hay una pequeña guerrilla que los dos alimentamos, que a los dos nos gusta.
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Nosotros entre constelaciones
RomanceNunca entiendo sus constantes cambios. Nunca entiendo a dónde va. Eros es extraño. Él es la definición de libertad. ¿A dónde vas cuando no tienes a dónde ir? Esa es la constante pregunta que me hago, junto con esta: ¿A dónde va él? Es difícil segui...