Acto VI Espalda contra la Pared

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Calle del Fango, Las Madrigueras, barrios bajos de Markarth.










Me sentía terriblemente mal.

Tenía veinticuatro inviernos e iba a morir, no creo pasar de este año.

Mi vida no era más que pura mierda.

Deseaba morir para tener paz, pero si moría quien iba a cuidar de mi pequeña hermana.

Hace cinco años fuimos contratadas por un noble que solo iba de paso por ParajedeIvar. Mis padres habían muerto y mi hermana solo tenía siete años.

Me pareció fantástico que un hombre rico se fijara en mí, y me contratara para trabajar para él.

Un cambio completo del ambiente.

Y rumbo a la ciudad más rica de la región, con todos los gastos pagos.

El hombre no parecía una mala persona, durante el viaje no nos dejaba trabajar tanto y siempre era amable.

El infierno empezó el día que llegamos a su hogar.

Abuso lo suficiente de mi hermana y de mí para contagiarnos su horrible enfermedad.

Cuando empezaron los síntomas, nos tiró a la calle como si fuéramos mierda.

Los dolores, fiebres y el mal olor fueron solo el principio, el pus y las heridas fueron lo peor.

Era normal el orinar con sangre y purulencia, las ronchas nunca cicatrizaban.

Me mantuve un tiempo como prostituta, me dio de comer a mi hermana y a mí.

Pero por mi aspecto y olor, ya nadie se me acercaba... bueno, uno que otro hombre que les gustaba mi aspecto moribundo.

Descubrí por medio de un sanador que la enfermedad no tenía cura, pero se podía tratar para mitigar el dolor, disminuir los síntomas y alargar los pocos años que quedaban de vida.

Los ingredientes y brebajes de dichas medicinas, eran muy costosos, así que me olvide por completo de cualquier tratamiento.

Las drogas ayudaban.

Me hacían olvidar el dolor.

Por supuesto que también las compartía con mi pequeña hermana, ya sin fuerzas para moverse.

Nadie me quería para hacer cualquier tipo de trabajo, y aunque quisiera, no podía hacer nada. Siempre estaba débil, cansada, agotada, hambrienta, con fiebre y dolor, era incapaz de hacer cualquier tipo de trabajo.

Me olvide de trabajar.

Dormíamos en un callejón muy cerca de las Madrigueras, desde aquí se percibía el olor a mierda y orines de las alcantarillas. Por aquí solo vivían los pobres y enfermos.

En las noches frías éramos cubiertas solo por los trozos de tela que lograba juntar de la basura.No lograba entender como no habíamos muerto antes de hambre o frio, tal vez por acurrucar nuestros cuerpos con fiebre en las noches frías.

No podía culpar a los Dioses, solo podía culpar mi propia estupidez.

Estaba apenas de pie, con la espalda contra la pared de nuestro callejón.

Era extraño como el frio de la pared de piedra me lastimaba y reconfortaba al mismo tiempo.

Caía una ligera lluvia, que en poco tiempo empapo todo, creando un espejo de agua en el piso de piedra.

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