Desastre de una noche | Genshin Impact (Omegaverse)

Capítulo 3

- Ah... al fin se fue. - Suspiró Yami, quien, dejando caer el peso de su cuerpo en la puerta que acababa de cerrar, se preguntaba cómo una noche de amigas había dado vuelta sus vidas de tal manera.

Una cosa era segura, no iba a permitir que un hombre rico arruinara todo el esfuerzo que ella y sus amigas habían puesto en su adorada editorial, mucho menos si implicaba que una de ellas saliera herida.

- Hey, Lulan... Sé que la situación es complicada, ¿quieres un té de manzanilla? ¡Puede que te calme! - Lulan se encontraba completamente nerviosa, al borde del colapso, era demasiada carga, y, a pesar del intento de Anceril de apaciguar sus evidente miedo, solo pudo romper en llanto una vez más.

- ¡A-Ah! ¡Lulan perdón! Ay dios, qué dulce puede ayudar en un momento como este...

- ¡No es tiempo de dulces, Anceril! - Respondió Cerise, sabía que la chica intentaba ayudar, de eso era plenamente consciente, pero ese no era el momento adecuado para estar pensando en cosas sin tanta importancia como esa.

Yami se acercó a su aproblemada empleada y le dio un fuerte abrazo, cargado de todo el cariño y apoyo que podía expresar en un solo gesto. Ella estaba cansada también, todas lo estaban, pero quien más necesitaba apoyo ahora mismo era Lulan. Por lo que, no importaba lo que tuvieran que hacer, ahora su prioridad era animarla.

- Está bien, es difícil, estamos aquí para ti Lulan, puedes dejarlo salir.

- ¡Jefa...! Y-Yami... - La azabache apenas lograba hablar, entre que sus lágrimas y el nudo que tenía en la garganta, parecía que pudiera quedarse sin aire en cualquier instante en el que dejaran de estar pendientes de ella - Qué...qué haré, qué haré... es imposible ganar contra alguien como él - Murmuró lamentando profundamente todas las decisiones que había tomado en las últimas 24 horas.

Yami estaba furiosa, Lulan siempre había sido alguien sumamente responsable e inteligente, no era justo que pensara que su vida se acabaría por un hombre que apenas conocía y que podría abusar de su riqueza. Quería golpear algo, gritar a los cuatro vientos todo el daño que ese hombre les había hecho, pero solo pudo reforzar el abrazo que le estaba dando a la loba, mientras que el desconsolador sonido de su llanto inundaba la oficina de la editorial.

- Ya está... -Yami se separó de Lulan.- No importa lo que nos vaya a pasar, no importa si derrumban esta editorial hasta el suelo, no pienso dejar ir impune a ese viejo verde, aunque sea lo último que haga. - Le dijo, tratando de transmitirle algo de confianza a la chica. Dicho esto, la pelirroja emprendió marcha de camino a la salida de la editorial, no sin antes ser detenida por la tercera fundadora.

- ¡Ya-Yami...! ¿¡A dónde vas!? -Natsumi, alarmada por lo que podría hacer su jefa, intentó detenerla, pero apenas si pudo acercarse a ella.

- ¡Está claro, voy de camino a demandar a ese maldito viejo...! ¡Cómo se atreve a hacerle esto a nuestra Lulan!

- Pero... El abogado dijo que... - Habló la susodicha tratando de recordarle lo que había sucedido anteriormente.

- Ah, qué pereza... - Escucharon quejarse a una de ellas. Antes de que todas se hubieran dado cuenta, Aika estaba sentada a los pies de la puerta. - Estamos todas igual de molestas, Yami, estoy segura que más de una aquí, incluyéndome, quiere golpear al maldito que le hizo esto a Lulan, pero sin un plan es imposible para nosotras lograr hacerle un solo rasguño, además... - Aika miró hacia detrás de Yami, haciendo que la pelirroja se quedara confundida por unos instantes.

Cuando Yami se dio media vuelta, pudo ver los rostros atemorizados y de preocupación de sus empleadas. Después de todo, jamás había demostrado tanto enojo, Ni siquiera cuando Anceril derramaba comida en documentos importantes, o cuando Aika se dormía sin terminar el trabajo, o cuando la misma Lulan no dormía para poder terminar sus tareas, dañando así su salud, ni siquiera cuando Natsumi generaba incidentes con sus bromas, nada, jamás había estado así de furiosa, y eso asustaba a sus propias amigas. La pelirroja suspiró derrotada.