La mañana se sentía muy agria, más de lo que alguna vez se sintió, sentía esa ausencia en la morada, era tan tranquilo, que le aterraba, ahora que estaba sola, se sentía mal, quería estar con él, no aquí, donde sabía que sería menospreciada, donde lo que le esperaba estaba aún borroso.
La persona que la había criado, educado y salvado de un amargo destino, estaba muerta, tuberculosis, sino se equivocaba, aunque era demasiado extraño, estando en un clima tan cálido, manteniendo siempre la chimenea encendida, no parecía ser anemia, mantenía una buena condición, y nunca saltaba sus horas de comer, era simple, falta de sangre, pero eso no era posible, ¿Qué lo podría atacar de la noche a la mañana?, si la noche antes de despedir el mundo estaba perfectamente bien, tuvieron su típica cena, y al anochecer estuvieron en la sala leyendo un libro, su padre jamás salía por la noche, ni dejaba las ventanas abiertas, si alguien lo hubiera asesinado hubiera dejado un mar de sangre en los pulcros enredones.
Pero no podía ser eso, nadie entro a la casa, no había asesino, solo una enfermedad desconocida que decidió alojarse en él. ¿o algo sobrenatural?, no podía evitarlo, era algo que traía de sus raíces, los mitos de criaturas de la noche, era una posibilidad, pero ¿Quién le creería?, era ella contra el mundo, así que lo tendría que dejar pasar, por hoy, porque no dudaría en investigarlo.
El camposanto, lúgubre, incluso con unos rayos de sol, se sentía igual que cualquier día, pero hoy era más, se sentía tan misera, intentando en vano contener sus lágrimas, susurrando palabras que jamás le podría decir, juramentos que sabe no podrá cumplir.
Si el solo hecho de estar ahí ya era una tortura, el momento de su sepelio... fue como si la hubieran apuñalado, no quería que se fuera, aun no, tenían tanto que aprender uno de otro, tenía que verla seguir ese sueño imposible ahora, tenían que estar con ella hasta que su tiempo terminara, pero no así, no dejándola a su suerte, dejándola con pocos motivos para vivir, y ahora que había perdido a sus dos seres más amados, solo le quedaba caer en el llanto, sacar cada gota de líquido de sus ojos, exprimir sus emociones, hasta dejar una simple cascara, y ya.
Quería desquitar todo este dolor, gritarle al mundo por qué le arrebato lo que tenía, por qué ella debía vivir esa agonía, si no la merecía, era una buena cristiana, pero aun alababa a sus dioses, no era motivo para que la castigaran así, ella era devota, pero, parcia que la habían abandonado, igual que a su padre esa noche.
Llego a lo que llamaba hogar unas horas después; con mucho esfuerzo logro despedir a cada buitre que fue al funeral, a todos menos al abogado de su padre, quien insistía en leer el testamento tan pronto como fuera, y así fue.
"Yo el señor España, como última voluntad, dejo cada una de mis pertenencias a mi única hija, quien será la encargada de mi propiedad, negocios y puestos, respectivamente. sin la posibilidad de cambiarla o negarle los puestos ya mencionados"
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Mein Ausländer
FanfictionSi la vida te da limones Ve a la tienda, y compra un poco de azúcar Por que si algo amargo y dulce se juntan y crean algo perfecto. ¿Quién dice que esta pareja no puede?.