Un triste final y un nuevo comienso.

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En las sombras de un callejón oscuro, en un pequeño pueblo aledaño a las vastas tierras de Almaria, nació Hiro. Su llegada al mundo no fue celebrada con alegría ni con alboroto, sino envuelta en el misterio y la tragedia.

Fue abandonado por su familia apenas unas horas después de nacer, dejado a su suerte en aquel callejón inhóspito.


Pero el destino tenía otros planes para el pequeño Hiro. Un vagabundo, conocido como Kael, lo encontró envuelto en harapos y lo tomó bajo su protección. Durante años, Kael se convirtió en su figura paterna, su único ancla en un mundo lleno de incertidumbre. 

Le enseñó a sobrevivir en las calles, a buscar comida en los basureros y a mantenerse oculto de aquellos que podrían hacerle daño.

Hiro creció entre las sombras, aprendiendo a confiar solo en sí mismo y en las enseñanzas de Kael. 

A pesar de las dificultades, encontró consuelo en los pequeños gestos de bondad que el mundo le ofrecía, como el calor de una hoguera improvisada en las noches frías de invierno o la sonrisa compasiva de un extraño que compartía su escasa comida.

Pero la crueldad del destino no tardó en manifestarse. En su quinto año de vida, Hiro fue testigo de cómo Kael fue brutalmente golpeado por un comerciante enfurecido, acusándolo de robar unas cuantas monedas de cobre. 

La ira y el miedo se apoderaron del pequeño Hiro mientras veía impotente cómo su único amigo y protector yacía herido en el suelo.

Con lágrimas en los ojos y el corazón lleno de rabia, Hiro huyó de aquel lugar, llevando consigo el peso de la culpa y la desesperación. Desde entonces, se prometió a sí mismo que nunca más sería vulnerable, que nunca más permitiría que alguien más sufriera por su causa...

Los años pasaron y Hiro creció solo, sin saber que dentro de él ardía un poder único, un don que lo distinguía del resto de los habitantes de Almaria.

 A sus diecisiete años, el destino lo llevó a cruzarse con un misterioso guerrero errante llamado Rukai.

Rukai era un maestro de las artes místicas, un guerrero legendario cuya sola presencia inspiraba temor y respeto. Pero detrás de su apariencia imponente, yacía un corazón noble y una sabiduría ancestral.

Fue en un oscuro callejón, similar al que una vez fue el hogar de Hiro, donde sus caminos se entrelazaron. Rukai reconoció de inmediato el potencial latente en el joven, un potencial que Hiro mismo apenas comenzaba a comprender.

—¿Qué haces aquí, muchacho? —preguntó Rukai, su voz profunda resonando en las paredes de piedra.

Hiro levantó la mirada, sorprendido por la presencia del extraño.

—Soy solo un viajero —respondió con cautela—. No busco problemas.

Rukai estudió al joven con atención, percibiendo la determinación en sus ojos y la fuerza en su postura.

—Tienes el aura de alguien destinado a grandes cosas —dijo Rukai, con un tono que denotaba experiencia y conocimiento—. Pero necesitas aprender a controlar tu poder antes de que consuma tu alma.

Hiro frunció el ceño, confundido por las palabras del guerrero.

—¿Qué poder? —preguntó, sintiendo una punzada de intriga y temor.

Rukai sonrió con calma, como si supiera algo que Hiro aún no comprendía del todo.

—Ven conmigo, muchacho —dijo, extendiendo una mano hacia él—. Te enseñaré el camino de los elegidos, el camino de los que tienen el poder de cambiar el destino.

Hiro dudó por un instante, pero la curiosidad y la necesidad de respuestas lo empujaron a aceptar la oferta del misterioso guerrero. Sin saberlo, estaba a punto de embarcarse en un viaje que lo llevaría más allá de las fronteras de su mundo conocido, hacia un destino que solo los dioses podían prever.

"Hijo de los 24 Reinos, El Elegido de los Mundos"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora