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Capítulo 1

El taxista me advierte de que va a ser un trayecto largo y, aunque entiendo la generalidad de lo que dice, es cierto que me pierdo en su mirada oscura y sus marcados hombros bajo el jersey ajustado que lleva, de él cuelga una chapita con su nombre, Scott. Scott... Su nombre resuena en mi cabeza, me gusta, aunque, a decir verdad, me gusta todo lo que he visto de él, quizás cambiar de aires no me venga del todo mal.

El camino comienza serpenteando entre las distintas calles y rascacielos de mi ciudad natal, Boston. Si bien es cierto que adoro todo lo que se encuentra aquí, cada vez me siento más fuera de lugar. Quiero luchar por ser feliz y dudo que aquí pueda serlo, el vacío que me deja este lugar no lo puede llenar cualquiera.

Estamos en hora punta y las carreteras se encuentran completamente llenas, las retenciones se hacen cada vez más pesadas y las filas de coches parecen no acabar nunca. Este taxi me va a salir demasiado caro, pero ¿qué más puedo hacer? No puedo hacer nada más, aunque podría proponerle otro método de pago a este taxista supersexy de pelo perfectamente desordenado.

Por desgracia, o por suerte, no tengo permiso de conducción, por lo que ni, aunque quisiera podría ir sin un taxi. No sé muy bien hacia donde me dirijo, ni siquiera para qué, pero una carta en mi buzón hace apenas unos días me citaba urgentemente en un lugar a las afueras de Boston.

Nunca había oído hablar del lugar, y tampoco he dado con su localización exacta, aunque gracias al cielo Scott debe ser experto en esta ruta, ya que, la mismísima señorita Pierce especificó en su escrito que un taxi me esperaría en mi puerta a las nueve y cuarto de la mañana, ahí estaba mi taxista buenorro. Está claro que la tal señorita Pierce es bastante detallista y considerada.

Los cristales del coche están tintados de un negro oscuro que hace que desde fuera nadie pueda saber quién se encuentra dentro del coche, aunque es tal la oscuridad, que a mi también me dificultan la visibilidad a través de ellos.

Veo como las calles de la que siempre ha sido mi ciudad comienzan a pasar a gran velocidad cuando la retención por fin se reduce y el vehículo se dirige al carril exclusivo para taxi. Dejamos atrás el último rascacielos, el cual distingo a la perfección. Este había sido la empresa de papá durante muchos años, la cual cultivó con todo su esfuerzo y sudor. Ahora es mía, al igual que la casa, los coches, la vivienda vacacional... digamos que papá se encargó de dejarme un legado material tan amplio que podría no trabajar nunca y seguiría teniendo de sobra, pero mamá también se sumó a la gran herencia que me dejaron ambos, un hogar lleno de amor y atención. Ese amor es pasado ahora, pero es suficiente para inundar de calor mi corazón cada vez que lo recuerdo.

Tras unos minutos conduciendo después de pasar el bufete de abogados de papá, la carretera se vuelve mucho más sinuosa. El frondoso bosque que se expande a sendos lados del carril le da un aspecto mucho más siniestro y eso hace que comience a sentir un poco de miedo y me hace caer en la cuenta. Estoy dirigiéndome a un sitio el cual no sé ni qué es, ni dónde está, además de llevar en el asiento del piloto a un joven que, aunque tremendamente sexy, no sé de quién se trata.

—¿Qué te trae por aquí? —Su profunda voz cala hasta lo más profundo de mi ser y me hace temblar, tal vez de miedo o tal vez de otros sentimientos que prefiero no especificar.

—Nunca he venido aquí, de hecho, no sé dónde estoy yendo—respondo casi en un suspiro. El nerviosismo en mí parece hacerse evidente y se intensifica cuando clava sus profundos ojos en mí a través del espejo central del coche, cosa que no necesito para nada ahora mismo.

—Entiendo—murmura. Le devuelvo la mirada que aún me sostiene pero que no aguanta mucho más. No parece estar muy confiado con mi respuesta, o tal vez no le convence, y la verdad es que lo entiendo, nadie en su sano juicio le haría caso a una misteriosa carta sin dudarlo.

Puede que la sed de aventuras extremas haya llegado a otro nivel ya, o simplemente que mi vida haya dejado de tener sentido después de todo lo que pasó. En cualquier caso, no voy a echarme atrás. Es decir, es innegable que estoy asustada por lo que pueda pasar, pero siendo realistas, ¿qué más da lo que pase ya? A pesar de tenerlo todo, siento que no tengo nada en realidad. ¿Para qué sirve estar podrida de dinero si no vas a tener con quién compartirlo?

El bosque que nos envuelve comienza a transformarse en uno mucho más oscuro y tétrico según vamos avanzando. La pendiente del terreno es cada vez mayor y el vehículo sube y baja cada pocos metros, hecho que hace que me empiece a marear. Soy una chica de ciudad, no estoy nada acostumbrada a viajes por carreteras en tan mal estado y con tanto movimiento, aunque no es solo culpa del asfalto, la brusquedad del taxista supersexy es también un factor en contra.

—No va a ser fácil, Amaia—habla entre dientes.

Espera, ¿qué? Yo no le he dicho mi nombre a este tío. Las alarmas empiezan a dispararse en mi interior y el miedo se hace cada vez más tangible.

—Por si te lo preguntas, no necesito que me digas tu nombre, estoy al tanto de todo—hace una pausa peculiar en el "todo", pero decido no darle mayor importancia. Supongo que la señorita Pierce le tiene al tanto de todo y solo quiere hacerse el interesante conmigo, aún así, el tono de su voz es frío, cosa que no ayuda a disipar mi miedo.

Sangre - No eres quien creías serWhere stories live. Discover now