Orgasmo, himen y sangre.

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Sentí sus labios sobre los míos, podía sentir el flujo sangre por cada arteria que conducía hacia mi corazón, ese flujo de sangre iba al mismo ritmo de su respiración. Ella causaba adrenalina, con cada aporte de sustancias acuosas segregadas a mi boca.

Creo fiel mente que el paraíso que Dios cuestiona que dejo Adán y Eva, eran cada uno de los pliegues, curvas y el sabor de sus labios.

Era una mezcla de muchas sensaciones que no podía expresar solo con palabras; me sentía en la mente de un adicto en pleno extasis.

Si sus labios permanecían allí, podía declararle la guerra al más grande batallón, saliendo ilesa mientras ondeó una bandera roja.

Como el amor puede impulsarnos tanto a tal punto de creernos invencible, hasta de perder el miedo a la muerte. Tal vez si mañana me notificaran que moriría, estaría feliz por el simple hecho de recordar mis labios sobre los tuyos.

Es cautiva la forma, en que el amor nos utiliza a su antojo.

El amor es como la ley no respeta bandera, nacionalidad, estado, color, credo, raza.

Sentí sus manos en mi espalda, rozando cada pliegue de esta, no quería parar este beso por nada del mundo.

Me orilló hasta la esquina del escritorio, donde me ayudo a subir, colocando cada pierna a un lado y su cuerpo en medio.

Quito mi blusa, bajo sus labios a mi cuello estaba tratando de contenerme pero teniéndola así era sumamente imposible.

Baje del escritorio por órdenes de ella, llegamos al sofá mientras nos besábamos, me lanzo sobre este ella quedó arriba.

Quitó su pijama, mientras me ayudaba a quitar la mía con tanta desesperación, podía jurar que tenía un león con su victima en campo.

Bajo a mis pechos, besándolo a su antojo se sentía tan jodidamente bien.

Subió a mi rostro viéndome, mientras bajaba una mano a mi centro que ya estaba muy humedecido.

Entro dos dedos en mi haciendo que flotara de dolor pero más de deseo. Empezó a moverlo en mí muchas veces, logrando que de mi boda salieran muchos gemidos.

La atraje hacia mi para que me besara, hasta que sentí otro dedo dentro de mi, que lo movía con más fuerza.

Haciendo que empiece a entrar en clímax para tener el mejor orgasmo de mi vida, hasta que sentía que entro otro esta vez más rapido.

Llegue al orgasmo, con temblores ahogando cada gemido en sus labios.

Ella sacó sus dedos de mi, solo se quedó allí en mis labios, hasta que yo me calmara.

Cuando abrí los ojos la vi a ella, con sus ojos cerrados pero por esa mente podría jurar las miles de cosas que pasan.

Abrí los ojos haciendo una respiración profunda, me miro.

—¿Estás bien?—

Esa pregunta generaba mucha incógnita, porque no estaría bien.

—Si—

Beso mi cabeza y se levanto de allí, con ruta hacia el baño.

Pude ver su grandioso trasero, al igual que sus pechos firmes, su cintura pequeña; esta mujer era una diosa.

Me fui tan lejos en mis pensamiento que obvié el pinchazo que sentí en mi zona baja, cuando mire mis piernas sangrando y el sofá está manchado.

Pase mi mano por la cabeza, le acaba de entregar la virginidad a cabello.

Doctora CabelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora