-Sal de encima, Ross -le grité. Se lanzó sobre mí cuando no le presté atención. Ya no podía seguir viendo televisión tranquila-. ¡Que salgas!
No me dijo nada. Y tampoco se levantó.
Me estaba aplastando el muy idiota y no hacía nada más que mirarme con calma. Al final le di con mi rodilla en la entrepierna y ahí si que me dejó en paz. Cayó al suelo con un golpe seco, se puso a gritarme mil incoherencias, que era una desgraciada y la peor amiga del mundo, todo eso cubriendo a su "Amigo Ross" con las manos.
-Eso te pasa por no dejarme ver televisión. Si querías sentarte, había mucho espacio en el sofá.
-¿Era necesario golpear mi orgullo? -me preguntó en un hilo de voz. Comencé a reír desenfrenadamente, cada vez que Ross ponía esa voz era inevitable no aguantar la risa, y eso se daba sólo en dos ocasiones: Cuando lo golpeaba en la entrepierna y cuando se acostaba con una chica y se ponía a gritar como si la vida le fuera en ello.
-¿Era necesario que te sentarás sobre mí? -me fulminó con la mirada desde el suelo y bufó. Volví a reírme en su cara, tenía las mejillas sonrojadas por el dolor. No me reprimí al golpearle, le di con todo.
-Tráeme hielo -me ordenó. Puse mi pie sobre su cabeza y lo moví de un lado a otro, negando con éste.
-Con ese tono no te traigo nada.
-¡Tráeme hielo! -gritó, pero le dediqué una mirada que decía que con ese humor no conseguiría nada-...por favor -farfulló finalmente.
-Ves, un poco de amabilidad no te matará.
-Lo que sí me matará es el dolor si no te apuras -seguí riendo hasta que llegué a la cocina. De allí saque una bolsa de hielo del refrigerador y le grité a Ross:
-¡¿Quieres el hielo así tal cual o te lo llevo en una bolsa?!
-¡Sólo tráelo!
Una de las cosas que más me gustaba hacer era fastidiar a Ross. Lo hacía todo el tiempo, en la mañana cuando despertaba y le gritaba en el oído como si fuera un despertador, al mediodía cuando se arreglaba para salir y le escondía la ropa, en la tarde y me llevaba el auto y no volvía hasta bien entrada la noche, haciendo que se atrasara para sus citas.
Ross era un estúpido, eso lo tuve claro cuando lo conocí en la escuela. Se acostaba con cualquiera. Lo peor es que yo también lo era.
Teníamos cierta tendencia a rechazar las relaciones que duraran más de un mes, también a ir a fiestas muy seguido, tener el departamento desordenado y vivir del dinero que nos mandaban nuestros padres.
-¡El hielo! -volvió a gritar. Salí de la cocina corriendo y cuando llegué al living, me tiré de rodillas al piso y me arrastre hasta el lado de Ross como si estuviera en la pasarela de un escenario en un concierto de rock. Levanté mi mano con el hielo, y lo volví a golpear "allí".
-¡Si serás... ¡-exclamó, pero se contuvo al sentir el hielo calmando el dolor.
-Después no digas que soy una mala amiga, nadie más que yo te aguantaría esos gritos tan agudos.
-Como si tú no gritaras -reprochó.
Estaba en ese plan, discutir quien gritaba más cuando tenía sexo. Si tanto le molestaba, los moteles eran bien baratos, y a él nunca le faltaban las fiestas, así que podía irse bien lejos cuando yo llevara a alguien al departamento.
-Aun no entiendo cómo es que las chicas siguen durmiendo a tu lado, de verdad. Yo no lo soportaría.
Cuando al fin nos pusimos de pie, nos sentamos en el sofá a ver televisión. Éramos unos vagos, no hacíamos nada más que estar en el sofá, salir a fiestas y conseguir parejas. Habíamos dejado de estudiar hace cinco meses, pero nuestros padres seguían creyendo que éramos unos destacados estudiantes en la universidad, así que nos enviaban dinero mensualmente para cubrir todos los gastos.
ESTÁS LEYENDO
Sex Rules (Adaptada)
RomanceHabrá reglas, nuestras reglas. —De acuerdo —recobró la compostura y cerró la boca de inmediato al escuchar la palabra “reglas” —. Esto se pone interesante. —Regla número uno: Como me fastidiaste hasta el punto de querer tirarte por el balcón, esta s...