Capítulo 1: El destino del ave enjaulada

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PUM PUM... PUM PUM.

Cuando era pequeño podía ver como los edificios eran claramente mucho más grandes que yo, eso de alguna forma me hacía sentir como una pequeña hormiga que en cualquier momento podría ser pisoteada y nunca recordada por las demás de su comunidad, por el hecho de ser una más.

Una más entre cientos.

Cuando le conté a mis padres sobre mi miedo a las cosas mucho más grandes que yo, ellos simplemente me dijeron que no debía temer, que de hecho los grandes edificios eran mucho más pequeños que la galaxia misma, que ellos eran los que temían de las grandezas que no podemos ver desde una perspectiva mínima como lo era la tierra, que habían muchísimas cosas gigantescas aún sin descubrir y que por supuesto, mi miedo era racional, algo que muchos en esta vida se han dado el privilegio de sentir.

Entonces, el miedo es un sentimiento que nos protege de algo mucho más grande que nosotros mismos: Nuestras experiencias. Creí que, por sentir temor de cosas grandes, estas me protegerían de las que son tan minúsculas como yo. Para mi mala suerte, pasé una semana entera con mucha fiebre y con una terrible gripe que me mantuvo enfermo y en cama sin capacidad de poder moverme, después de jugar entre risas en la lluvia con mis amigos.

Cuando cumplí los cinco años, pensé que era toda una héroe, que, gracias a mi semana en cama con una gripe extra mortal, podría salvarme de cualquier cosa. ¡Era inmune a las gripes! Ese era mi superpoder. Cuando les conté de eso a mis amigos, me creyeron un loquito que, si o si debía ir a pasar su vida en un manicomio, lo que no sabían era que nunca invente nada, de hecho, han pasado años desde que me enferme de gripe, pero eso es un cuento muy aparte de lo que en realidad quiero hablar y exponer ante todos ustedes, mi adorado público, aquel que siempre me ha escuchado y amado a pesar de todo.

Pues, mi verdadera historia comienza cuando tenía ocho años de edad y apenas iba en segundo grado en la escuela Hoodong en Busan, Corea, mi país natal, en donde viví ocho maravillosos años al lado de mi familia, comiendo kimchi, jugando con mis amigos al ladrón librado, la varita mágica y arranca cebollas. Para mi esa era una vida perfecta, para ser un niño mis expectativas eran muy infantiles, solo quería jugar, divertirme y tal vez mi mayor sueño al ser grande sería ser maestro, uno muy bueno, que fuera admirado por sus alumnos y que los guiará por buen camino, tal y como la profesora que admiraba lo hacía conmigo y los compañeros que llegué a conocer en el salón de clases.

A los ocho años aún pensaba en jugar, divertirme, estudiar y sacar buenas notas, la inocencia reinaba aún en mí, y las cosas malas se mantenían tan lejos al estar protegido por mi madre, ya que mi padre murió dos años antes.

La tristeza era tal, que no podía sonreír como antes y comprendí que había un vacío tan inmenso en mi corazón, extrañaría por siempre a mi adorado padre y odiaría por siempre al cáncer, enfermedad que me lo quitó a tan temprana edad; pero todos, sin importar que, debemos salir delante de alguna u otra forma y eso fue precisamente lo que mi madre hizo.

Después de dos largos años, ella consiguió a alguien que, aunque no podía llenar el vacío que mi padre dejó en su corazón, sanaba lentamente la herida de su partida y eso de alguna manera hacía que la herida en el mío sanara de igual forma y se sentía bien que el manto oscuro de la depresión ya no nos afectara tanto como antes.

Mi madre conoció a su nuevo esposo en un pequeño viaje de trabajo que hizo a Estados Unidos, ambos trabajando en la misma empresa solo que mi madre en la sucursal de Corea y al parecer el gusto fue mutuo desde que se vieron la primera vez, Park Roseanne fue ascendida a ejecutiva, pero en otro país por lo que nos vimos obligados a mudarnos.

Seis meses después de habernos mudado a Maryland en Estados Unidos, Jason Carlson junto a su hijo George Carlson se mudaron con nosotros a una casa mucho más grande, con un jardín de verde grama y hermosas rosas, lo que más amaba supongo que era mi habitación la cual era sin duda alguna, el de una príncipe.

Al ritmo del corazón// YOONMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora