Una mariposa que no conoce su rumbo, que no conoce su objetivo ni su destino.
- "Prometiste que me protegerías... Kawaki" -
La telaraña que me ata, incluso si llegara a atar todo mi cuerpo, no podrá romperme.
- "Es momento de que renazcas... Uzumaki...
❝ ¿Es real ahora? Me susurra y me abraza el viento, me hace sentir como si naciera de nuevo. ❞
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
ਏਓ MARIPOSA DE LOS MUROS ਏਓ
Kawaki y Sumire iban caminando por los pasillos del hospital, hasta que se toparon con cierta chica de ojos zafiro, quien se veía un tanto decaída; la sonrisa que tanto la acompañaba había desaparecido por completo.
– Kyoko, ¿estás bien? – preguntó Kawaki un tanto preocupado por no ver aquella sonrisa que le había cautivado la primera vez que la vio.
– ¿Eh?, ah, sí, estoy bien – respondió dándole un sonrisa, pero con lo que ella no había contado, es que una pequeña pero visible lágrima, saliera sin permiso alguno.
Kawaki al ver esto, frunció el ceño y la abrazó, mientras limpiaba aquella lágrima del rostro de la Uzumaki. – No tienes porqué mentir – le dijo mientras su abrazo era correspondido. – Confía en mí que estoy a tu lado, así como yo confío en ti que estás a mi lado – le hizo saber a la menor; sí Kyoko es menor que Kawaki. Aunque este último comentario hizo que un gran sonrojo se apodere del rostro de la Uzumaki.
– Tengo miedo – susurró la de orbes zafiro, lo que ella menos quería, era que Kawaki se preocupará por ella; estaba en tratamiento y si se preocupaba por ella, él podría hacerse daño o retrasar la efectividad de los medicamentos. Aun así, decidió contarle cómo se sentía... aunque trataría de evitar cualquier pregunta del porqué tenía ese estado de ánimo.
– Desconozco la razón de tu miedo, pero sé que todo de alguna u otra manera se resolverá – le dijo dando suaves caricias en su cabello. – Ven, acompáñame – dijo mientras tomaba la mano de la Uzumaki. Al llegar a la habitación, donde Kawaki recibía los cuidados para mejorar de sus heridas, se acostó, sin dejar de tomar la mano de Kyoko. – ¿Puedes quedarte hasta que me quede dormido? – preguntó a la Uzumaki con un sonrojo, ella, gustosa aceptó. Kawaki ahora ya no sabía qué más decir o hacer, así que entre sus recuerdos, recordó algo que le causó mucha curiosidad y no pudo evitar mostrar su pulcritud a la persona involucrada en ello que le causaba esa sensación. – ¿Por qué te llaman delegada? – cuestionó a Sumire con curiosidad.
– Porque era la delegada de la clase en la academia, ya no lo soy, pero siguen llamándome así – respondió.
– Oye – llamó Kawaki.
– ¿Sí? – contestó Sumire.
– Lo de antes... ¿puedes ponerme el calmante? – pidió, Sumire aceptó y fue por los instrumentos que necesitaba; al ya tener la inyección lista, se acercó a él para ponérsela, Kawaki, simplemente giró su rostro, viendo nada más la sonrisa y el rostro de Kyoko, lo cual lo tranquilizó en sobre manera.
– Si vuelves a sentir dolor, avísame – dijo Sumire después de terminar de inyectar el calmante. – Por cierto, el Séptimo estaba preocupado por ti, ve a verlo – pidió a Kawaki, quien giró su rostro por la sorpresa de la preocupación del Uzumaki mayor. – Llámame si necesitas algo – recordó mientras cerraba la puerta, dejando solos a Kyoko y a Kawaki.