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ʚ♡ɞ: ̗̀➛𝐏𝐫𝐨𝐥𝐨𝐠𝐨༄*ੈ
🏐❤️🔥▌❝𝐀𝐝𝐢𝐨𝐬 𝐧𝐨𝐫𝐮𝐞𝐠𝐚❞
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╰➤ Draerys, siempre se había distinguido por su carácter tranquilo y sarcástico. Rara vez se le veía enfadado o afligido. Sin embargo, ese día era diferente. Un halo de melancolía lo envolvía mientras observaba cómo el avión privado de sus padres se alejaba de las imponentes montañas nevadas de Noruega. El azabache adoraba el país natal de su padre, pero en ciertas épocas del año, viajaban al país de su madre: Japón.
Despegó su mirada grisácea de la ventana, incorporándose en su asiento con aburrimiento. Cerró los ojos, buscando refugio en el sueño para atenuar la pena de alejarse por unos meses de su amada Noruega. Lo único que le atraía de su inminente viaje a Japón era el recuerdo del hermoso parque de cerezos donde su madre solía llevarlo a pasear y jugar con otros niños, pero al igual que su padre, era selectivo con las personas que lo rodeaban. Si a Draerys no le agradabas, simplemente no existías para él.
Si bien el pequeño sobresalía como el mejor estudiante, Draerys no sabía que su brillantez académica contrastaba con su dificultad para relacionarse con sus compañeros. Su incomunicación lo aislaba, impidiéndole formar amistades. Los maestros, preocupados por su bienestar, intentaron conversar con él, pero Draerys los rechazaba, afirmando que ninguno era de su agrado. Esta situación lo convirtió en blanco de burlas por parte de sus compañeros, quienes lo molestaban por su falta de amigos. Sin embargo, Draerys parecía indiferente a las burlas, ignorándolas con estoicismo.
Un evento inesperado marcó un punto de inflexión: Draerys se vio envuelto en una pelea a golpes con un niño de un curso superior. Este incidente alarmó a sus padres, quienes, preocupados por su bienestar y temiendo que la situación empeorara, decidieron sacarlo del colegio y optar por la educación en casa. Draerys vio en esta decisión una oportunidad para dedicar más tiempo a su nuevo pasatiempo favorito: el voleibol.
Durante el extenso vuelo a Japón, el sueño lo dominó por completo. Al despertar, solo un par de horas lo separaban del aterrizaje en Sendai. Mientras él se deleitaba con la comida, sus padres sostenían una animada conversación entre ellos. El avión tocó tierra con suavidad en una de las pistas. Tras la señal de la azafata, tomó la mano de su madre con cuidado y juntos se dirigieron hacia el auto.
