¿Dónde están sus amigos?

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Terminan las vacaciones y el regreso a clases siempre es una odisea. En especial para los padres.

¡Hay mil cosas por hacer!

El comprar útiles, comparar precios, alcanzar ofertas, medir el uniforme —si es que no lo compran dos tallas más grande para que los usen durante varios años porque “vas a crecer”— tener que escuchar a los niños prometiendo no perder su caja de crayolas para que les compren otras, madres forrando cuadernos, padres cediendo a los caprichos de sus hijos, comprar y comprar.

Todos van de aquí para allá.

Pero dejando de lado el trajín de los adultos, para los niños las preocupaciones son otras; en especial el primer día de clases.

En ese día, lo más importante es escoger muy bien el lugar que ocuparás por el resto del año —no aplica si el maestro es quién los ordena, en ese caso no hay nada que hacer ¡suerte en el descanso! — la ubicación y los que se sentarán contigo lo es todo.

Nunca sabes si el que estará al lado tuyo será tu próximo mejor amigo, el 'cerebrito', el más 'popular' o cualquier otro. Claro, cuando eres de nuevo ingreso, porque cuando eres de reingreso técnicamente todo es relativamente más fácil, ya has hecho amistades y lo más lógico es que te sientes con ellos.

Por eso el pequeño hijo de los Wen estaba muy, muy molesto en ese instante. Y es que a sus nueve años de vida, desde que inició la educación primaria, no, desde el jardín de niños, se había sentado en medio de sus dos —a veces irritantes— mejores amigos.

Entonces, ¿Cómo era posible que un niño desconocido —sin expresiones en su cara— y una niña con moños amarillos estén sentados justamente a sus lados?

Quitando el estrés que le producía, había algo peor ¡No veía a sus amigos por ningún lado del salón!

Bueno, quizá había había llegado temprano, pero no pudo evitarlo, estaba emocionado de regresar a clases, contar sus vacaciones y volver a ver a sus amigos.

Trató de que no le afectara el estar solo, pero conforme la puerta se abría revelando otros niños y el reloj avanzaba
cada que vez más, la ansiedad se hacía presente en su pequeño cuerpo.

Por fin, cuando el reloj marcó las 7:30 la puerta fue abierta por última vez, destruyendo así el último rayo de esperanza que le quedaba ya que esta en lugar de mostrar a sus amigos reveló a la maestra Qin.

Ella entró saludando y se dirigió a su escritorio, por lo que se armó de valor y preguntó por sus amigos.

—Maestra Qin, disculpe ¿Por qué todavía no han llegado Wei WuXian y Nie HuaiSang?

—¿Oh? Bueno, déjame ver —sacó su celular y comenzó a revisarlo. Luego de un momento volvió a hablar— Aún no tengo la lista, pero ¿Qué tal si esperamos un poco más? ¿Te parece? Quizá se hayan atrasado.

—Claro— asintió de acuerdo más calmado.

—O quizá no estén en este grupo.

Sin embrago, esa calma se fue cuando el susurro que había dado la maestra para sí misma llegó a sus oídos. Entonces entró en pánico.

¡No, no! ¡Eso era imposible!
Era cierto que ellos no habían hablado desde las semanas de vacaciones —ya que él salió del país— pero siempre les tocaba juntos, le hubieran avisado cualquier cambio. Además, él no era tan sociable como ellos. Si bien si les hablaba a los niños de sus salón, todas ya tenían sus grupito y (algunos le caían mal) no los consideraba lo suficientemente cercanos. Sabe que el sentimiento es mutuo.

Antes de que su mente siguiera divagando, el sonido de la campana lo sacó de sus pensamientos y la clase comenzó oficialmente por lo que solo le quedó prestar atención.

—Buenos días niños. Algunos ya me conocen porque estuvieron conmigo el año pasado, pero para los que no, me presento: mi nombre es Qin Su y seré sus maestra, encantada de conocerlos, espero que nos llevemos bien—dijo dando una ligera reverencia.

—Mucho gusto señorita Su— hablaron todos al unísono.

—Bien, como ya me presenté, ahora es sus turno ¿Qué tal si todos ustedes se presentan diciendo sus nombre, edad y dos cosas que les gusten? —se acercó al escritorio en dónde estaba la niña que ocupaba el lugar que le correspondía a HuaiSang— Empecemos aquí.

La niña se levantó y comenzó.

—Buenos días, mi nombre es Luo QingYang. Tengo nueve años, me gustan las flores y las espadas. ¡Encantada de conoceros, espero que nos llevemos bien!

—Muy bien, siguiente —dijo volteando a verlo, así que se aclaró la garganta y se paró.

—Mi nombre es Wen Cheng y tengo nueve años. Me gustan los perros y los videojuegos. Espero que nos llevemos bien.

—Excelente, siguiente.

El niño con cara larga se levantó de su asiento y habló.

—Lan Zhan. Tengo nueve años. Me gusta la música clásica y literatura.

—Oh, alguien intelectual, eso es bueno. Siguiente.

—¡Yo! Me llamo Wen Chao, tengo- —Un golpe seguido de la entrada del maestro Liu interrumpió su presentación.

—Chicos —saludó— maestra Qin, la necesitan en dirección. Dicen que es urgente.

—¿De verdad? —lucía sorprendida— Bueno chicos —se volteó hacía ellos— como ya escucharon tengo que irme por un momento, entonces como primera tarea escribiremos sobre nosotros en el cuaderno. Cuénteme de ustedes, cuando regrese lo revisaré.

—Si señorita Qin.

— Eso es, portense bien.

Luego de decir lo último salió del salón junto con el profesor de física.

—Vaya, ¿Para qué la habrán llamado? —se oyó preguntar a Wen Chao unas filas detrás a su grupo de amigos.

Internamente él también se preguntaba lo mismo, sin embrago no debía de entrometerse; su padre le había dicho que no fuera chismoso con los asuntos de los demás, porque eso no tenía nada que ver con él.

¿Verdad?
 


















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¡Hola, hola! (⁠ ⁠◜⁠‿⁠◝⁠ ⁠)⁠♡
Mucho gusto.
Esta es mi primera historia Zhancheng, de antemano gracias por darle una oportunidad.

¡Espero que les haya gustado! Nos vemos  (⁠ ⁠◜⁠‿⁠◝⁠ ⁠)♡

INVITACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora