Desde cerca

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El espacio.

El espacio siempre fue la fuente de su admiración.

El buscar las aparentes respuestas imposibles tras las incógnitas en la inmensidad que lo rodeaba, siendo tan solo un pobre niño idiota que preguntaba a su padre por qué la luna siempre lo seguía, era su motivación. Lo hacía consciente de lo tan pequeño que era en comparación al mundo en sus anchas. Y por más que esto sonara como un impedimento, solo consiguió que aumentarán las ansias para cumplir el más grande de sus deseos: llegar al espacio.

Ahora se encontraba ahí, viviendo el sueño que tanto esperó e involucró un lento progreso a base de prueba y error a lo largo de su vida.

Aunque no sucedió como realmente pensó que sucedería.

Le faltaba alguien con quién compartirlo, alguien que le mostró las maravillas de la ciencia e impulsó su decisión de ser astronauta.

Byakuya.

Y es en esos momentos, mirando la tierra desde la ventana principal del SENKU 11, con la luna cada vez más cerca de lo que alguna vez pudo imaginar y en medio de la soledad silenciosa de la «noche» mientras los demás dormían, era que su mente divagaba en lo que pudo haber sido de su vida si es que la petrificación nunca hubiera sucedido.

Quizás estaría en la ISS justo como ahora, con la diferencia que su viejo lo esperaría desde abajo.

No tenía sentido deprimirse por algo que asimiló hace poco más de ocho años atrás, pero aún había ocasiones dónde era inevitable que su mente se desvíe hacia esos pensamientos. La última vez que recordaba vivir su gran pesar fue también la vez que logró superarlo por completo y cambiar esa visión melancólica a una optimista y esperanzadora para el futuro.

—La tierra se ve muy pequeña desde aquí, ¿no lo crees?

Ese amanecer en lo que alguna vez fue el Soyuz.

—Sí... Tanto que no pareciera que venimos de ella.

Con Kohaku.

Y como si esta leyera a la perfección sus pensamientos fugaces pidiendo compañía, apareció entre la oscuridad de la nave para posicionarse a su costado frente al ventanal, con la mirada fija en el vacío entre la tierra y su satélite con una pequeña sonrisa apenas observable. Él, un tanto sorprendido por su aparición repentina, notó como la tenue luz de la luna reflejaba en el cristal, haciendo brillar sus ojos azules que aún no lo miraban.

Rio levemente al escuchar sus palabras. Qué coincidencia. Pareciera que ya vivió algo así.

Y es que Kohaku siempre supo que, en los dos días que iba su viaje, el científico se quedaba unas horas demás admirando la vista del espacio cuando se supone todos iban a descansar. Comprendía ese querer estar solo para reflexionar de lo que fuese, así como también comprendía su deseo por no sentirse solo.

Fue esa la razón por la que decidió acompañarlo en esta ocasión. Por qué sabía que por mucho que Senku nunca dijera abiertamente sobre lo que sentía, aún necesitaba escuchar palabras que lo lograran animar.

—Antes de conocerte, nunca imaginé si quiera con poder cruzar el mar. Ja, y ahora vamos de camino a la luna. Qué locura.

Ella tampoco era la mejor con la expresión de sus sentimientos propios, pero si de algo servía acompañarlo en una noche como esta, entonces lo haría.

—Fue un largo camino, a decir verdad— Susurró casi para sí mismo el albino, regresando su atención a la vista inimaginable hasta ese momento— Pero de eso se trata la ciencia, de mejorar por cada error que cometas. — Rio por lo bajo, divertido, recordando cada tropiezo y avance hasta ahora con las yemas de los dedos rozando el frío cristal.

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