Desde siempre

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Despertó sobresaltado.

Le faltaba el aliento, el sudor bañaba su rostro, el corazón le corría a mil por hora, el frío recorría su columna, sus brazos temblaban y sus piernas no tenían fuerzas.

Lo había soñando. Lo había recordado.

Recordó el momento dónde perdió a su Kohaku. El momento en que sintió a la ciencia traicionarlo.

¡¿Esta máquina increíble... Es ese gran proyecto científico?!

Levantó la cabeza, aún acostumbrándose a la realidad, la enorme pantalla sobre el escritorio donde se quedó dormido luego de una larga noche de vigilancia y ajustes mostraba a un joven Gen en el laboratorio del Senku que ha estado vigilando desde los últimos años, mirando la increíble y más gran artesanía científica de ese momento en ese universo.

Estamos haciendo una máquina del tiempo.

Ja, que rápido avanzaron.

Ver las expresiones estupefactas de todos y las palabras Ukyo sobre que está sería una oportunidad para la nueva civilización de salvar a todos los siete mil millones de personas hasta podría conmocionarlo, si es que no supiera una de las verdades razones de ese Senku para crear la máquina del tiempo, más allá de salvar a la humanidad y volver a ver a Byakuya.

Usar el viaje como plan de respaldo por si no lograba salvar a Kohaku.

Como si no lo conociera lo suficiente.

Aún recuperándose de su espantosa pesadilla, pensó que la rapidez con la que trabajaban era en parte por la actitud de Senku. Una actitud mucho más rigurosa con los demás y consigo mismo aun cuando se esté desmayando del cansancio. Alguien que utiliza la lógica por encima de todo a un nivel poco sano, dejando sus sentimientos de lado por completo. Todo por querer ocultar su preocupación constante por la seguridad de Kohaku y su ansiedad por lo que le depara el futuro.

¿Cómo lo sabía si es que nunca hablaba de eso, ni siquiera a solas? Pura observación.

Cómo se encerraba, cómo no hablaba más de lo necesario la mayoría de veces, cómo evitaba a Kohaku, cómo se retraía a ser feliz. Cómo cada una de sus acciones delataban ese creciente aislamiento personal a cualquier sentimiento o emoción que no fuera producida por la ciencia que pudiera tener. Y aún así había gente como Gen que buscaba integrarlo con los demás, cada vez más en vano.

Sabía que esa mirada preocupada del mentalista luego de su discurso sobre el avance de la humanidad y la respuesta de Senku era sospechosa, sin mencionar como su otra versión evitaba la mirada de todos al notarla, volviendo con su trabajo y botandolos de su laboratorio fastiado por la interrupción.

Y justamente ese afán de ocultar sus sentimientos le hizo recordar la razón del porqué visitó a ese Senku; era el más propenso de ser tan irracional y guiarse por sus sentimientos como él fue, además de encontrarse a una Kohaku casi igual a la suya y disculparse cómo no pudo hacerlo, aunque eso fuera de improviso.

Ese Senku era el más parecido a él de todos los Senkus que lleva observando a lo largo de los años.

Se levantó de su asiento buscando regular su corazón desenfrenado por la tortura que tuvo por sueño. Sujetó fuertemente su brazo, todavía podía sentir su piel quemándose entre el metal, aunque ahora solo quedarán cicatrices.

Caminó por su laboratorio a paso lento, por su costado las incontables pantallas prendidas en sus paredes se dejaban notar, revelando en cada una un universo diferente. Los miles que jamás una persona común podría imaginar.

Algunas estaban en el mismo momento que él, pero en un estado completamente diferente; casado o solo, con hijos o sin hijos, trabajando o descansando, con Kohaku o sin ella, siendo feliz o infeliz, pero siempre seguro.

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