Segunda parte- Capítulo 11

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La elegante habitación que hacía de oficina para Lord Myers estaba impecablemente ordenada como siempre. Las cortinas azules brillaban inmaculadas y la madera parecía no haber sido tocado nunca por ni un solo zapato sucio.

- Mi señor- saludó con una reverencia- Es de mi agrado informarle que he dado muerte al hombre lobo que atacó a mi grupo semanas atrás. El bosque y los pueblos adyacentes están a salvo nuevamente.

- ¿Hombre lobo? – inquirió Lord Myers levantando una ceja- ¿No son aquellos personajes de cuentos de hadas para decirles a las niñitas que no desobedezcan a sus madres?

"Lo mismo pensábamos nosotros" pudo haber dicho. "Nosotros". Pero se había prometido dejar a Alicia afuera de todo aquello. Por precaución, por respeto, porque un caballero jamás falta a sus juramentos.

- Lo mismo pensaba yo, mi señor. Sin embargo, la criatura no era un lobo ni un hombre. Era, simplemente, ambas cosas a la vez.

Lord Myers invitó a Iida a tomar asiento con un elegante gesto de su mano mientras él mismo seguía de pie, cerca de la ventana.

- Te creo- asintió- Porque ni un lobo ni un hombre habrían desarmado al mejor de mis caballeros. Y porque se que en estas tierras hay magia, lamentablemente. ¡Ah! Hay tanto que explicar y te ofrecería un buen vino- añadió, teatralmente- Pero veo que ya has bebido.

- ¿Cómo lo notó? – preguntó el chico, alarmado.

- Ahh, los hombres del Imperio del Sol Naciente serán inteligentes, valientes y fuertes, pero pésimos bebedores. Tienes las orejas rojas, Tenya Iida. ¿Cuántas fueron? ¿Dos copas?

- Más o menos- contestó, avergonzado, tratando de recordar- La gente del pueblo insistió en celebrar mi victoria.

Le dolió el pecho el no poder decir que aquella victoria era compartida, pero no tenía alternativa. Si ya había empezado la mentira, debía terminarla.

- Mi señor- añadió- Si en estas tierras hay magia ¿Cómo es que nunca antes había visto nada como esto?

- Porque he trabajado duramente para que desaparezca, pero veo que no he hecho un buen trabajo después de todo- suspiró. Dándole la espalda a su caballero predilecto, se acercó aún más a la ventana y corrió una de las cortinas, permitiéndose tener una vista privilegiada de gran parte de los territorios donde ejercía sus dominios. El sol de media tarde cubría los campos y las laderas de las montañas, y le daba un aura celestial al hombre cuyo cabello marrón se negaba a mostrar signos de envejecimiento, a pesar de que se acercaba ya a las cuatro décadas de vida.

- Dos años antes de que llegaras al castillo, hubo un incendio feroz que tardó días en apagarse. Fue causado por un brujo ebrio que había perdido todo en un juego de cartas. El año en que llegaste, uno de mis mejores proveedores de vino no pudo darme ni una sola gota porque la mujer que lo cortejaba, despechada porque este se había casado, transformó todas sus reservas en salmuera. Un pequeño de cinco años una vez hizo que los perros callejeros comenzaran a hablar, haciendo que el corazón del abad se detuviera pensando que aquello era obra del demonio. Y quizá lo era. ¿Sabes como nace un hombre lobo? – preguntó, girando la cabeza para mirar a Iida, quien lo miraba de vuelta, muy quieto, desde la silla. Ante su negativa, continuó- Son personas comunes y corrientes, maldecidos por un brujo. Y podría mencionarte tantas cosas, Tenya Iida, mi soldado predilecto... tantos hechos macabros por los que decidí que lo mejor era eliminar a todo aquel que practicara la magia.

El estómago de Iida dio un vuelco en su abdomen, su corazón se aceleró. Aunque Alicia había predicho que las respuestas no le agradarían, preguntó de todas formas.

- ¿No había ningún brujo o bruja que mereciera misericordia? Cuyos poderes pudiesen resultar beneficiosos...

- Había una bruja- aceptó Lord Myers, con una sonrisa torcida y la mirada fija en las montañas- Cuyo supuesto don era curar las enfermedades. Luego de un fatídico accidente de caza, acudí a ella. Y aunque me sanó, insatisfecha con el cuantioso pago que le di, me hechizó para que me enamorara perdidamente de ella.

Iida no estaba fingiendo su preocupación a esas alturas de la historia, se sentía realmente intranquilo. Tragó saliva con dificultad antes de animarse a realizar la siguiente pregunta.

- ¿Y cómo pudo usted liberarse de su encantamiento?

- Yo había ordenado la muerte de las brujas antes del accidente, por lo que estaban avisadas. Sin embargo, por supuesto que consideré perdonarle la vida luego de que ella salvara la mía- Lord Myers parecía realmente turbado al recordar aquel suceso de su pasado, por lo que tomó aire con parsimonia antes de continuar- Mis caballeros de confianza de ese entonces notaron algo extraño en mí y sin mi autorización, la mataron. ¿Y sabes? Nunca me había sentido tan aliviado como en el momento en que la vi morir y podía sentir como su hechizo moría con ella. Me sentí libre.

- ¿Quién era ella? – preguntó Iida, pálido.

- Lilith.

Si Iida hubiese tenido cualquier cosa en las manos, las habría soltado. Si hubiese estado de pie, se habría caído. Si no hubiese recibido una estricta educación, habría maldecido. Acababa de confirmar que el responsable de la muerte de la madre de Alicia era su señor, al menos, de forma indirecta, siempre y cuando su versión fuera cierta. Aquel llanto amargo que parecía volver una y otra vez a sus oídos había sido causado por el actuar de caballeros como él.

- Ella fue la última bruja en morir. Los pocos que quedaron hicieron bien en huir hacia otras tierras, donde se aprovecharan de la misericordia de sus señores para hacer estragos. Pero veo que ha vuelto uno, el responsable de la creación del hombre lobo que tú mataste.

Recién entonces Lord Myers se acercó a su escritorio y poniendo las manos firmemente sobre la mesa, se inclinó hacia Iida, que lo miraba fijamente.

- Quiero que lo busques y lo mates- ante el silencio sepulcral de su protegido, añadió- Para ser un buen gobernante, el único peligro al que se exponga mi gente debo ser yo- sentenció.


.....


Las pocas pertenencias que decidió llevar consigo ya estaban ordenadas en su morral de lana: un par de mudas de ropa interior, hierbas medicinales para emergencias, unos bollos de pan, la cantimplora de su padre y varias hojas en blanco con lápices de carbón. Le había dicho a la gente que visitaría a una prima cerca de las montañas y que esperaba estar de vuelta en menos de un mes.

Un mes. Parecía poco tiempo si efectivamente ibas de visita. Pero, objetivamente, no era suficiente para realizar una investigación en todos los pueblos que conformaban el dominio de Lord Myers. Además, no se había molestado en calcular cuánto demoraría en trasladarse de un lugar a otro ni los gastos que le significaría conseguir un caballo o una carreta. Había sido una tonta. Y ni siquiera era culpa del vaso de vino que había tomado, era culpa de Iida.

Aunque no culpa exactamente.

Curioso era que mientras Myers mentía sobre el hechizo de amor que su madre le había hecho, ella realmente comenzaba a sentirse hechizada por alguien sin magia en lo absoluto.

Caminó sin descanso todo el día y toda la noche. Evitó comer para no tener que hacer sus necesidades entre el follaje y quedar expuesta ante cualquier tipo de peligro, humano o animal, mundano o fantástico. Por la mañana, mientras el sol aparecía entre las montañas del este, llegó al primer pueblo que había decidido visitar. La taberna fue su sitio elegido para comenzar a recaudar la información necesaria. 



Es cortito porque, aunque tenía ganas de escribir, tengo poco tiempo y estoy cansada, entonces no me estaban fluyendo bien las ideas :c sepan perdonar a esta pobre alma en pena

Fantasía (Iida Tenya x OC)(TERMINADA)Where stories live. Discover now