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Ese día había decidido aprovechar la mañana haciendo un poco de ejercicio.

Se despertó con dos llamadas perdidas de Uraraka en su celular. Ayer había caído dormido tan profundamente que no escuchó el móvil sonar. No acostumbraba a dormir temprano, pero ayer fue de esas pocas excepciones y estaba tan a gusto que ni caso hizo a sus alrededores.

Habló con ella y con Iida  —Del mismo celular, cabía destacar— y quedaron con reunirse ese mismo día en la noche, cuando ambos habrían concluido el patrullaje. Además de eso, Uravity le aclaró que el día anterior había terminado tarde y por eso le llamó ya entrada la noche. Sus dos amigos se despidieron diciendo que debían ir a trabajar.

Se encontraba en una habitación que su madre habituó como gimnasio —aunque no lo usaba en lo absoluto—, en un banco largo haciendo press de banca con 120 kg de peso.

Ser héroe implicaba muchas cosas de las que nadie hablaba. Como estar siempre alerta de sus alrededores sin excepción, dormir con un ojo abierto si no estaba en una zona segura y mantenerse bajo perfil la mayoría de las veces para evitar desastres.

Era un trabajo peligroso, el más peligroso y eso a veces pasaba bajo la mesa. No había manera de que la gente supiera esos detalles si no convivían directamente con uno.

Ellos desarrollaban una especie de doble sentido arácnido junto a reflejos multiplicados por cinco y un sensor de movimiento que funcionaba en un radio de par de metros cuadrados. Izuku contaba con la suerte de tener un don especialmente para ello que le ayudaba a predecir situaciones de peligro por lo que podía, muy de vez en cuando, bajar la guardia.

Pero los héroes que no contaban con esa suerte, tendrían que tener cuidado con sus alrededores la gran parte del tiempo. Nunca sabías cuando un villano te podía tener en la mira.

Una vez que te convertías en héroe, eras un objetivo.

Midoriya no se había dado cuenta de lo tenso que dormía en Osaka hasta ayer, que durmió plácidamente con la confianza de encontrarse en un barrio privado, con guardias y cámaras en los alrededores. Valía la pena cada yen gastado en la seguridad de la casa de su progenitora. Para nadie era un secreto que Inko Midoriya era su madre y eso podría jugarle en contra.

Terminó de entrenar pecho y continuó con brazos, haciendo barras con dos discos de veinte kilos atado a sus pies.

Lo que dijo esa presentadora el día de ayer era cierto, no han habido villanos de alta categoría desde Shigaraki. Podría ser preocupante si no lo supiera mejor.

Villanos siempre habrían, pero uno tan peligroso no saldría de la noche a la mañana, pasará un tiempo antes de que se presente otro que cause tantos problemas.

Ojalá poder decir que Shigaraki había sido el último, pero sería fantasear demasiado.

—Izuku, tienes visita —Le avisó su madre desde la puerta.

—Voy —Se secó el sudor con un paño y bebió de su botella de agua mientras caminaba al living.

«¿Quién sería?», se preguntó con creciente curiosidad. No había recibido llamadas ni mensajes de nadie aparte de Uraraka esa mañana, no esperaba ninguna visita tan pronto llegar.

—Midoriya —La voz profunda de Todoroki casi le hizo soltar la botella. Se rió en sus adentros del susto que le causó escucharlo repentinamente unos metros al lado de él apenas entró en la habitación.

—Todoroki-kun, no esperaba tu visita —Sin embargo sonrió muy alegre mientras se acercaba.

«Vaya que ha crecido» Estaba más alto de lo que recordaba. Más guapo también.

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